En la vida, todo va por rachas. Como siempre dice Be, cuando llueve diluvia, y eso se puede aplicar a lo bueno y a lo malo. Últimamente yo me he metido en una racha de destrucción del hogar: en menos de un mes y medio he estado a punto de cargarme la casa dos veces.
La primera vez, el método elegido por mi subconsciente fue el agua. Una tarde, aprovechando que estaba sola en casa, quise darme un relajante baño con sales de fresa, mascarillas varias y esas cosas que hacen que momentáneamente te transformes en un ser pringoso, oloroso y extremadamente raro (lo que haría Iker Jiménez con una foto de un ser así... acababa en "la cuarta dimensión" seguro, en la categoría ectoplasma). Después de un rato y de encaminarme peligrosamente hacia el estado-pasa, decidí quitar el tapón, abrir la ducha y quitarme tanta porquería de encima.
En ese momento oí la puerta de la calle y a mi hermano aporrear la puerta del baño mientras gritaba algo ininteligible. Yo... ¿preocuparme? para qué, si estaba segura de que estaba gritando "¡sal, que me hago piiiiis!" o algo así (en mi familia es conocido el reflejo condicionado que tiene mi hermano, que cada vez que atraviesa el umbral del portal comienza a mearse desesperadamente. Ni los perros de Pavlov estaban mejor enseñados).
Como los gritos subían de volumen y de insistencia, decidí cerrar el grifo e intentar escuchar lo que me gritaba. Y por fin le entendí:
- ¡OLAAAAS! ¡HAY OLAS EN EL PASILLOOOOOO!
Me asomé al otro lado de la bañera y comprobé como tres dedos de agua inundaban todo mi baño. Envolví mi cuerpo-pasa y los restos de potingues en el albornoz (nada recomendable la experiencia, por cierto), abrí la puerta para ver que todo mi pasillo y parte de las habitaciones habían sido afectadas por el tsunami y corrí hacia la fregona. Yo sólo pensaba en el parqué y al volver corriendo derrapé en el pasillo y pum, al suelo. Bueno, al menos mi albornoz absorbió parte del agua del suelo.
Después de arreglar el desaguisado, averiguamos qué había pasado: el bote "sinfónico" ese se había atascado y había provocado un pequeño maremoto por desbordamiento. Y sí, sé que se dice "bote sifónico", me lo hizo saber mi fontanero hace tiempo, conteniendo la risa después de que le soltara algo así como "pero... el bote sinfónico ese ¿qué dices que hace?". Seguro que él dice "cocretas" y yo no digo nada. El problema es que mi cerebro ya se acostumbró a lo de bote "sinfónico" y soy incapaz de sacar el término de ahí dentro (y eso que se me ha colado en alguna conversación con gente sofisticada, lo que me ha hecho enrojecer hasta las pestañas). Pero creo que en el fondo a mi cabeza le gusta eso de que algo tan prosaico como unas tuberías tenga alguna relación con la música y se niega a desterrar a esa "n" que le da un toque poético a la realidad.
Ah, y no todo fue malo: toda la casa y el suelo quedaron impregnados de un olorcito a fresas que duró unos cuantos días. De hecho, sólo se quitó con el segundo desastre natural, que ya contaré en otra ocasión.
La primera vez, el método elegido por mi subconsciente fue el agua. Una tarde, aprovechando que estaba sola en casa, quise darme un relajante baño con sales de fresa, mascarillas varias y esas cosas que hacen que momentáneamente te transformes en un ser pringoso, oloroso y extremadamente raro (lo que haría Iker Jiménez con una foto de un ser así... acababa en "la cuarta dimensión" seguro, en la categoría ectoplasma). Después de un rato y de encaminarme peligrosamente hacia el estado-pasa, decidí quitar el tapón, abrir la ducha y quitarme tanta porquería de encima.
En ese momento oí la puerta de la calle y a mi hermano aporrear la puerta del baño mientras gritaba algo ininteligible. Yo... ¿preocuparme? para qué, si estaba segura de que estaba gritando "¡sal, que me hago piiiiis!" o algo así (en mi familia es conocido el reflejo condicionado que tiene mi hermano, que cada vez que atraviesa el umbral del portal comienza a mearse desesperadamente. Ni los perros de Pavlov estaban mejor enseñados).
Como los gritos subían de volumen y de insistencia, decidí cerrar el grifo e intentar escuchar lo que me gritaba. Y por fin le entendí:
- ¡OLAAAAS! ¡HAY OLAS EN EL PASILLOOOOOO!
Me asomé al otro lado de la bañera y comprobé como tres dedos de agua inundaban todo mi baño. Envolví mi cuerpo-pasa y los restos de potingues en el albornoz (nada recomendable la experiencia, por cierto), abrí la puerta para ver que todo mi pasillo y parte de las habitaciones habían sido afectadas por el tsunami y corrí hacia la fregona. Yo sólo pensaba en el parqué y al volver corriendo derrapé en el pasillo y pum, al suelo. Bueno, al menos mi albornoz absorbió parte del agua del suelo.
Después de arreglar el desaguisado, averiguamos qué había pasado: el bote "sinfónico" ese se había atascado y había provocado un pequeño maremoto por desbordamiento. Y sí, sé que se dice "bote sifónico", me lo hizo saber mi fontanero hace tiempo, conteniendo la risa después de que le soltara algo así como "pero... el bote sinfónico ese ¿qué dices que hace?". Seguro que él dice "cocretas" y yo no digo nada. El problema es que mi cerebro ya se acostumbró a lo de bote "sinfónico" y soy incapaz de sacar el término de ahí dentro (y eso que se me ha colado en alguna conversación con gente sofisticada, lo que me ha hecho enrojecer hasta las pestañas). Pero creo que en el fondo a mi cabeza le gusta eso de que algo tan prosaico como unas tuberías tenga alguna relación con la música y se niega a desterrar a esa "n" que le da un toque poético a la realidad.
Ah, y no todo fue malo: toda la casa y el suelo quedaron impregnados de un olorcito a fresas que duró unos cuantos días. De hecho, sólo se quitó con el segundo desastre natural, que ya contaré en otra ocasión.
Misia, después de leer tu post, y después de saber que tengo tantas cosas en común con Be (véase Ana de las Tejas Verdes, Adrien Brody, etc), creo que si viviéramos en la misma ciudad seríamos amigas de alguna u otra forma. Es que me has recordado a mí!!!. Acabo de estrenar casa, y siempre que voy a una casa nueva, hago las mil y una. En una semana, se me cayó la plancha en el pie (daño-daño-daño, al cubo), rompí una botella de agua de cristal, se me rompió un huevo en el escote (una guarrada, chica), el café cayó por las junturas recién estrenadas de la cocina...en fin, lo dicho, en una semana...
ResponderEliminarJo, conozco la experiencia de la plancha en el pie y confirmo lo del daño al cubo. Lo que me tiene intrigada es lo del huevo en el escote: ¿un novedoso tratamiento de belleza o un intento de llevar muchas cosas a la vez?
ResponderEliminarYo también hice mi desastre-guarrada particular cuando en una ocasión se me cayó el bote de Cola-Cao en la cabeza. Abierto. Qué pena de pelo, de cocina pero sobre todo: qué desperdicio de Cola-cao ¡El preciado polvo marrón esparcido por toda la encimera! Ains, aún me dan ganas de llorar.
Pues que abrí la nevera (nueva también), donde los huevos tienen nueva ubicación, y al coger uno se me explotó en el escote. En fin.
ResponderEliminarMadre lo del Cola-cao, qué pringue...bueno, una vez se me cayó el bote de mercromina de pie, con lo que saltó hasta el techo, pasando por mi albornoz, mi cara - me caía mercromina de las cejas -, y no me pude poner falda en unos días de cómo llevaba las piernas...No podía parar de reir de la histeria...imagina.
En mi casa cayó un rayo. Hace cinco meses que me había mudado. Se achicharraron todos los aparatos eléctricos menos la nevera (misterio misterioso).
ResponderEliminarNo hace mucho que mi compañero de piso (ése que sale en la wikipedia) se estaba duchando por la mañana, como hombre de bien, cuando nos alarmamos por los insistentes timbrazos y aporreos en la puerta. Al parecer el agua se estaba filtrando no sé por donde, convirtiendo el baño de los vecinos de abajo en un espectáculo digno del monasterio de piedra o los jardines de Aranjuez (indistintamente).
ResponderEliminarLuego intentaré hacer memoria de los acontecimientos sobrevenidos cuando el fontanero-troll hizo acto de presencia.
A mí me pasó lo del bote "sinfónico". El baño está justo encima de la cocina, donde estaba mi hermana pequeña desayunando, que salió al pasillo a avisar ("LLUEVE EN LA COCINA!!!") justo cuando se desprendió todo el techo de escayola por culpa del agua. Menos mal, porque si se le llega a caer el techo encima no me lo hubiera perdonado nunca.
ResponderEliminar"no me lo hubiera perdonado nunca".
ResponderEliminar¿Tú a ti misma o la damnificada en cuestión? Todos sabemos que las relaciones fraternas tienden a ser complejas, la aclaración es necesaria.
Jijijiji... Tienes razón, Anómalo: ELLA no me lo habría perdonado nunca a MÍ.
ResponderEliminarHola, Zirie... eso sí que es raro. ¿Sólo se salvó la nevera? a lo mejor se acaba el mundo y tu nevera sobrevive, lo lleva en los genes.
ResponderEliminarAnita, lo de la mercromina se lleva el premio a desastre-guarrada... supera a los huevos, al colacao y a cualquier cosa que se le ponga por delante. Más que nada, por la insistencia, que en vez de mercromina parece rotrin (o como se escriba) de ese indeleble.
A mí se me ha inundado la casa dos veces. Fue horrible. La más dramática fue hace un par de años.En pleno verano, dejamos a todo el edificio sin agua (y, por tanto, sin ducha, sin cisterna, sin lavadora, sin lavavajillas, etc...) durante todo un fin de semana. Desde ese día, ningún vecino volvió jamás a saludarme cuando compartíamos ascensor.
ResponderEliminarA mí se me ha inundado la casa dos veces. Fue horrible. La más dramática fue hace un par de años.En pleno verano, dejamos a todo el edificio sin agua (y, por tanto, sin ducha, sin cisterna, sin lavadora, sin lavavajillas, etc...) durante todo un fin de semana. Desde ese día, ningún vecino volvió jamás a saludarme cuando compartíamos ascensor.
ResponderEliminarA mí lo del bote "sinfónico" nunca me ha pasado. No sabía que tal cosa pudiese suceder y ahora que soy consciente de los peligros que conlleva darse un baño, no voy a poder disfrutar tranquilamente de ese placer. De ahora en adelante, cada vez que me sumerja en la bañera pensaré "¿Ocurrirá hoy?, ¿Será hoy el día en que se atasque el bote "sinfónico"?
ResponderEliminarTeniendo en cuenta que Be, casi mata a su hermana, no es ninguna tontería...
Jajajajaja... solo se le hubiera caído encima el techo de escayola, ¡no media casa! Lo único que hubiera muerto es su peinado extra liso. Y eso tiene arreglo.
ResponderEliminarMi padre aprovechó una vez que cortaban el agua durante tres horas por la mañana para arreglar el grifo de la cocina. En mitad de la faena fué a buscar una pieza a la ferretería. Yo me estaba levantando (estaba sola en casa porque iba a clase por la tarde y el fontanero torero me había dejado ante el peligro) cuando escuché un ruido de videt gigante. Corrí hacia la cocina con un pijama que le había mangado a una de mis hermanas de 101 dálmatas, rosa y lleno de los mismos, con los pelos tipo Goku -sin exagerar, que es como yo me levanto-, y descubro que de la parte del fregadero sale un pedazo de chorro a presión que cruza la cocina (unos tres metros). Para qué contar el momento estúpido en que me acerco, con el chorro destrozándome la barriga, y trato de taparlo estúpidamente con las manos; pienso algo, me agacho bajo el fregadero buscando una llave de paso, cuando me agacho el chorro me dá en la nariz y un ojo que por poco no pierdo bajo la presión; no sirve, salgo a la lavandería, muevo todas las llaves, ninguna corta el grifo; vuelvo a la cocina, a tapar con las manos el chorro intimidador mientras el suelo tiene ya un palmo de agua... Todo ello, gritandode manera retórica y absolutamente inconsciente, "¡¡¡Pero Papá, qué has hecho!!! ¡¡Papá, dónde estás!!"
ResponderEliminarMomento sublime cuando salgo al pasillo con ese triunfo de pijama empapado y le grito al portero que limpia el pasillo con la mopa: "PACO, ¿Me podría usted ayudar?" con la voz más desconsolada que me he oído a mí misma nunca...
Anita, me has hecho recordar los primeros meses en mi actual trabajo... En condiciones normales no soy especialmente patosa, pero en cuestión de semanas rompí un osciloscopio, descuajeringué una silla, rebocé a uno de los más veteranos con el contenido de un toner y rocié una CPU con media botella de sidra El Gaitero. Cuando lo recuerdo quiero morir.
ResponderEliminarYo inundé mi piso una vez.
ResponderEliminarLlegué a casa a las tres de la mañana, abrí el grifo y no salía agua (la habían cortado y yo no lo sabía).
En pleno estado de confusión mental llegué a la conclusión de que si esperaba un poco empezaría a salir, así que dejé el grifo abierto y me tumbé un ratito para hacer tiempo.
Lo primero que oí cuando desperté, unas ocho horas después, fue a mi padre diciendo que a ver quién había sido el tontolnabo que se había dejado el grifo abierto, estando el fregadero atascado.