martes, junio 29, 2010

Parecidos de familia

Tenemos el blog un poco parado. Menos mal que amistades y comentaristas nos echan un cable y nos han enviado algún post (próximamente, nuevas ediciones de los chungos de nuestra vida). Hoy tenemos un post invitado, enviado por mi querida Adalias. Disfrutadlo.

Parecidos de familia


Me imagino que (casi) para todo el mundo debe ser un orgullo que te digan: “¡¡cómo te pareces a tu hermana!!” o “¡¡tú hermano/a y tú sois clavaditos!!” (máxime si tu hermano mide 1,95, es rubio y de ojos verdes y tu hermana una sílfide pelirroja…como los míos).


Y esto, me lo imagino. Porque en mi caso, eso nunca ha ocurrido, debido a mi extremado parecido a la rama paterna de mi padre y al hecho de que mis hermanos y yo seamos sólo parientes por rama materna. Cosa de las familias disfuncionales de hoy en día.


La cosa nunca me había importado, más bien al contrario, ya que hacía que me sintiera orgullosa de la belleza de mis pequeños, y esperanzada de que el compartir madre tuviera alguna consecuencia.


Hace unos días mi hermano se graduó en la universidad. Un motivo más de orgullo. Y allí acudimos toda la familia (mi hermana, mi madre, su marido y yo) a aplaudir al muchacho. Después, como todo acto solemne que se precie, hubo un vino con su correspondiente catering, para que los homenajeados tuvieran la oportunidad de confraternizar con sus padres y con los padres de sus compañeros.


Mi hermano, como buen anfitrión, nos presentó a los padres de uno de sus mejores amigos. El padre, encantador y bastante discreto. La madre…ainnns.. la madre… le faltaba la silla en la puerta y el corral de vecinas, y sobretodo, le faltaba un candado en la boca o un bozal.


Esta Señora Bocachancla, nada más ver a mis hermanos, dijo, en un tono que habría dejado a Montserrat Caballé a la altura del betún: “Pero que guapísimos que son!!!!!!! Pero cómo se parecen!!!!!!!! Si es que son dos querubines!!!!!! Pero qué guapos!!!!!! Pero qué bellos!!!!!! “


Y justo en ese momento, mi madre, me señaló a mi diciendo: “y esta es mi hija mayor”. Y sí, ahí aparecí yo, con mis ojos castaños, mi pelo castaño y un rostro nada angelical.


La Señora Bocachancla, se quedó parada, pero sólo una décima de segundo, ya que las palabras empezaron a salir de su boca a borbotones “Perooooo ¡¡¡¡¡¡si TÚ NO TE PARECES EN NADA!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Es que me dicen que sois hermanos y no me lo creo!!!!!!!! Es que, oyes, nada de parecido, ¿¿eh?? ¡¡¡¡Nada de nada!!!!!!


Eso originó la siguiente conversación:


Adalias (a mi madre): Díselo.


Madre: No.


Señora Bocachancla (de fondo, a modo de banda sonora): ¡¡¡¡¡ES QUE NO OS PARECEIS EN NADAAAA!!!!!!! ¡¡¡¡¡Es que me dicen que eres adoptada y me lo creo!!!!!!


Adalias: que se lo digas.


Madre: que no.


Señora Bocachancla: ¡¡¡¡PARECE QUE TE HAN CAMBIADO LOS GITANOOS!!!! (Su tono de voz se parecía ya a un megáfono).


Adalias: Se acabó.


En ese momento, en mi rostro se formó esa sonrisa de “ainns japut*… te vas a c*gar…”


Adalias a Señora Bocachancla: No, miré usted, lo que pasa es que soy hija del primer matrimonio de mi madre, y me parezco mucho a mi padre, no tengo el gusto de haber sido cambiada por los gitanos.


A la Señora Bocachancla, en ese momento, le pusieron un tapón en la boca. Su rostro empezó a ponerse primero rojo y luego carmesí…y casi, sólo casi, se le saltaron las lagrimas de la situación vergonzosa de la que estaba siendo protagonista.


Su cara, para mi, fue todo un triunfo y un consuelo del mal rato que me había hecho pasar. Su cara y la estrepitosa carcajada que soltó su marido a la vez que decía: “¡Si es que no mete más la pata, porque no se entrena!”


(Lo sé, soy mala. Pero hay que ver como lo disfruto a veces)

lunes, junio 21, 2010

Yo fui una cougar (post)adolescente


Cougar: dícese de las mujeres mayores, glamourosas y poderosas que se lían con hombres más jóvenes que ellas. Ver Demi Moore, Kylie Minogue, Halle Berry, Madonna.

Un concepto muy 2009 pero que llegó a mi vida, sin que yo pudiera sospechar que se llamaba así, en el verano de 1999.

Yo tenía 21 años, un grupo de amigos tan descerebrado como yo y todas las ganas del mundo de pasarlo bien. En aquellos tiempos hacíamos locuras como colarnos en fiestas de desconocidos (actividad que funcionaba sorprendentemente bien). Una noche de junio, tras tabernear unos vinos y cuchichear unas margaritas, vimos que había fiesta en una casa que nos era familiar: la de Enrique, un pintor treintañero muy interesante que daba unas fiestas legendarias y al que de hecho conocíamos de colarnos en una de ellas. La primera había ido fenomenal, así que decidimos volver.

Artistas, escritores, DJs, músicos, periodistas, faranduleros varios. Nos (re)presentamos a Enrique, que nos aceptó graciosamente en su fiesta. Bailamos en su salón, valseamos por sus (eternos) pasillos, charlamos con su perra (Luna), confraternizamos con sus amigos. Y entonces... tuvo la culpa i-Boy.

Vimos un chico monísimo. Guapo, jovencito, con cara de tímido pero resuelto. Encantador. Inmediatamente nuestro gaydar decidió que era gay, así que el plan de acercamiento estaba clarísimo: yo haría la primera aproximación y al rato se lo presentaría a i-Boy para una maniobra envolvente. Un poco de sana diversión (post)adolescente.

El niño resultó ser a) hetero (al menos de momento), b) colombiano, c) extremadamente sociable, d) más listo que el hambre.

En su compañía pasé a recorrer los corrillos más interesantes de la fiesta y a conocer a todo el mundo. Después me encontré sentada en un sofá como de cuento, hablando hasta las 6 de la mañana. Y cuando Enrique y su señora novia se fueron a la cama y los rezagados accedimos a dejarles su casa para ellos sólos, nosotros continuamos nuestra charla con un chocolate en San Ginés.

Y de pronto me encontré con un rollete de verano tres años menor que yo (el Niño tenía 18), inmigrante sin papeles (algo que se convertiría en tendencia entre mis amigas, en uno de nuestros momentos más perroflauta/mestizaje/lavapiés ever), pijo colombiano (introdujo en nuestras vidas la expresión "la crema de la crema de la sociedad bogotana"), y que caía bien a i-Boy (lo que desde siempre ha sido señal de que me iba a salir rana seguro).

Y entonces una tarde nos encontramos con mi padre por casualidad. No tuve más remedio que hacer las presentaciones, y luego esperar el chaparrón en casa.

Pero el chaparrón no llegó, y yo me preocupé. Así que le pregunté a mi padre.

-¿No me vas a decir nada de mi amigo?

-No sé, Be, no puedo decirte mucho. Es un niño. Y da la mano así como flojita.

Aquel fue el final del romance.

Bueno, el timeline fue más o menos así: Fiesta de Enrique, primeras citas con el Niño, San Fermín con mis amigos, más citas, picnics con mis amigos, paseos nocturnos y alevosos con el Niño, planes piscineros con mis amigos, encuentro de mi padre con el niño, fiestas veraniego-madrileñas con mis amigos, aparición de mi chungo Nazi, planes chupis con el chungo Nazi, conversaciones intensas con el chungo Nazi, fiestas toga con mis amigas y el chungo Nazi, paseos a la luz de la luna con el chungo Nazi, ruptura traumática con el chungo Nazi... Fue un verano muy movidito.

En fin, que al final el Niño se quedó uno de mis cds de los Cranberries, marca de la casa de mis "rupturitas" por aquellos entonces. Y yo volví a salir con chicos de mi edad o mayores. Como el chungo Nazi, que se quedó mi vinilo de Barrio Sésamo.

Dos años después, me desperté una mañana en mi casa de Londres para encontrarme una sorpresa en mi bandeja de entrada: una fotaca del Niño en el País de las Tentaciones, en un reportaje de moda, ataviado únicamente con una bufanda de Hugo Boss. La enmarqué en un cuadro de peluche de leopardo y la puse en mi mesilla. Aún está en casapadres. Porque el gaydar de i-Boy y mío sólo había tenido un pequeño desajuste temporal: al año siguiente me lo encontré de marcha por Madrid, rodeados ambos de amigos guapísimos. Hetero los míos, gays los de él: el Niño había salido del armario para nunca volver (bien por él).

¿Por qué me habré acordado de esto ahora?

El último chico que se quedó a dormir es alto, moreno, narizotas... y tiene 27 años. Eso son cinco menos que yo, así que mis amigos le llaman "el adolescente" y se empeñan en decir que tiene 12. Casi prefiero cuando me llamaban gerontofílica...

viernes, junio 18, 2010

A pesar de todo (incluida Katy Perry)


Últimamente, cada vez que me pongo a escribir un post, mi impulso es pediros disculpas por no hacerlo más a menudo. No voy a insistir en el tema porque me da la misma rabia ser una cansina que escribir posts mierdosos, pero me asusta que esta situación se retroalimente. Escribo poquísimo, pero espero que sea algo circunstancial debido a la cantidad de curro que tengo.

También creo que parte de la culpa es de Twitter, que permite contar muchas cosas en menos tiempo y con menos esfuerzo que un blog. Y de Formspring, que me permite contestar vuestras preguntas, recomendaros cosas y daros consejos, todo en tiempo record. Serán los años blogueando, será la crisis, será que me estoy volviendo vaga. En cualquier caso, aquí estoy, dispuesta a contaros tres historias... y una idea. Y ninguna de ellas tiene que ver con mi trabajo.

Historia nº 1: Había una vez un chico tan superhetero, tan superhetero, tan superhetero, que una vez les dijo a sus amigos: "Estoy tan seguro de mi sexualidad que podría pasarme la tarde comiendoos la polla a uno detrás de otro, sin dudar por ello de mi heterosexualidad".

Historia nº 2: Érase que se era un apuesto jovencito que una noche, saliendo sus amigos, se pasó horas hablando con una atractiva jovencita que respondía a esta descripción: delgada, elegante, estilosa. En un momento dado la chica se fue al baño, y el apuesto jovencito preguntó a una de sus amigas: "Oye, tu amiga esta tan guapa ¿tiene novio?" La respuesta. "¿Qué amiga? Si llevas toda la noche hablando con Darío..."

Historia nº 3: Hace mucho tiempo existió un chico de 15 años aficionado a los vídeos musicales. Una tarde, mientras veía algunos de sus grupos favoritos, decidió tocarse frente a la pantalla, mirando a la cantante del grupo Placebo. Una semana después descubrió que la cantante de Placebo era el cantante de Placebo y su nombre era Brian.

La idea: en lo que va de 2010 he besado a cuatro chicas y dos chicos. ¿Pero a pesar de todo sigo siendo heterosexual?

Mientras meditamos el asunto, disfrutemos de unos relajantes minutos musicales:

domingo, junio 13, 2010

Visión de futuro

En breve será mi oposición. El agobio mortal me corroe y me hace tener el 90% del tiempo el estómago encogido y un nudo en la garganta. Estoy deseando que pase este mal rato y lo único que me consuela en estos días es pensar en lo que voy a hacer después. Entre tema y tema me regodeo pensando en lo tranquila y relajada que me voy a quedar y en lo mucho que voy a disfrutar de mis planes.

Esos planes ni siquiera son Grandes Planes. No pienso en viajes estupendos o interminables juergas.

Me basta con pensar en ir a pasear tranquila con mi chico.

Me basta con pensar en tomar algo en las terrazas del Dos de mayo con mis amigas.

Me basta con pensar en una cena en esa hamburguesería chula que nos enseñó Miss X y que mi chico aún no conoce.

Me basta con pensar en ir a visitar a Elvisina y a su niño y conocer su casa.

Me basta con pensar en la tercera temporada de The Wire o en la segunda de Mad men.

Me basta con pensar en retomar las cenas de entre semana con Be, con Miss X, con Gato o con quien se una.

Me basta con pensar en la sesión de spa que tenemos pendiente la bella S. y yo.

Me basta con pensar en preparar la coreografía que tengo bosquejada en la cabeza desde hace meses.

Me basta con pensar en una visita a mi amiga de Segovia.

Me basta con pensar en ver la exposición que se avecina en el Prado sobre Turner.

Me basta con pensar en tumbarme en el césped fresquito de la piscina exenta de niños y viejos con Gato, con el sol en la espalda... y en un buen libro.

Y aquí me falla la visión. Siempre tengo más o menos claro qué libro me voy a leer después del que tengo entre las manos, pero ahora estoy bastante perdida y necesito ideas. Cada vez que acabo de estudiar y de pasar épocas de agobio necesito para recuperarme libros de determinado tipo:

- Necesito que sean libros felices o bonitos (nada demasiado amargo, ni desengañado de la vida).

- Necesito que no tengan una prosa demasiado difícil de seguir (con el cansancio de los exámenes parece que mi CI baja y necesita un tiempo un tiempo para recuperarse... y a esos autores que retuercen las frases y la gramática o que hacen libros muy arduos es mejor dejarlos para otro momento, porque el cerebrito no me da durante una temporada).

- Necesito que sean buenos libros (en un momento de estos me leo uno de alguno de esos best-sellers mal escritos y simplones pero tremendamente populares y me cabreo).

¿Alguna idea o recomendación, para completar mi visión piscinera?

lunes, junio 07, 2010

Modo destructor on

Hay días (o épocas) en los que una está torpe con una misma y va dándose contra todas las esquinas de la casa o derramando fideos sobre el propio pelo (y sobre cachopos). Una de las verdades de la vida es que la torpeza duele, bien físicamente (por incrustarte la esquina de la puerta entre los dedos de los pies, por meter el dedín sin querer en el agua hirviendo), bien anímicamente (ah, esa sensación de ridículo infernal que a veces se siente al haber sido una torpe en público).

Hay otras épocas en las que, además de autocastigarse con la torpeza, una lleva el modo destructor on y va cargándose cosas a su paso: de repente parece que tus dedines se han convertido en pequeños terminators decididos a aniquilar la civilización a su paso. Lo peor es que su destrucción va a ser selectiva y no les vale con cualquier cosa, no: el desastre tiene preferencia por cosas nuevas o caras.

El miércoles me cargué una pulsera que acababa de comprar (me la cargué por torpe, por impaciente y por burra).

El sábado me cargué un top que acababa de comprar y que no había ni estrenado.

Ahora he cogido la cámara de fotos para hacer un post chorra y me acabo de cargar la pestañita que sostiene la batería de la cámara, ya no cierra y por tanto ya no funciona.

En fin, hay épocas en las que me deberían prohibir tocar cosas, así en general. Porque ya la torpeza no sólo me duele a mí: le duele a a mi bolsillo y a mi ánimo.

Emm... ¿alguien tiene un rollo de celo por ahí?

jueves, junio 03, 2010

De plantón


Sí, estoy posteando en festivo, pero es que para mí no es festivo. Para muchos de vosotros es el Corpus, pero yo estoy trabajando. Porque el dinero nunca duerme, porque la tele es para siempre, porque hay que informar.

Así de dura es la vida del periodista.

Ayer por la tarde, por ejemplo, había reunión de sindicatos y patronal (ya saben, mis amigos). Una reunión para intentar ponerse de acuerdo en cuanto a la reforma laboral, que ya les ha dicho el Presi que o pactan algo antes del día 16 o decide él, que el 17 ha quedado en Bruselas.

Se trataba de una reunión misteriosa: a pesar de que habían anunciado reunión para esa tarde y en alguna dependencia del Ministerio de Trabajo, no decían ni exactamente dónde (tienen 20 edificios en Madrid) ni exactamente cuándo (que la tarde es muy larga, señores). La reunión secreta menos secreta de la historia.

¿Qué se hace en estos casos? Ya que puedes elegir el lugar, se opta por uno representativo/fotogénico/bonito: la sede del Ministerio en el Paseo de la Castellana. En cuánto a la cobertura, algunas teles mandan unidades móviles, otras pasan de desplazarse y algunas -la mía- toman el camino del medio y mandan un par de redactoras armadas con sendos teléfonos móviles a hacer guardia de siete a nueve y pico en la puerta del Ministerio de Trabajo.

Ayer yo era una de esas redactoras. Por suerte, mi becaria MeriBella era la otra (venía conmigo para empezar a foguearse en cubrir marrones vespertinos). Y, por suerte, en la puerta de Trabajo hay un parque muy agradable. Allí pasamos la tarde, esperando noticias, entrando a contar lo que había vía telefónica en la tele y en la radio, charlando con los compañeros de los demás medios.

Durante dos horas.

A las nueve menos cinco MeriBella no aguantaba más: "Vámonos al Corte Inglés de aquí al ladooooooo!" "No sé, MeriBella, ¿crees que es buena idea?" "Igual no: seguro que Dios nos castiga y justo en ese momento pasa Cándido Méndez". Teníamos la última conexión a las 21:05 y allí estuvimos hasta que se acabó, a las 21:07.

Por cierto que los agentes sociales no llegaron a ningún tipo de acuerdo: se han ido de puente, tan ricamente, y han quedado en volverse a juntar el día 9, probablemente para volver a no llegar a ningún acuerdo.

Eso ayer. Hoy iba a pasarme la noche entera frinkando y al final el plan se pasa al sábado. Así que en unas horas me voy a darlo todo con mis amigas. La última vez que salimos todo el grupo juntas metimos el coche en el parking del VIPS de Fuencarral sin esperar a que se abriera la barrera. Y no digo más.

miércoles, junio 02, 2010

Cocinando

Admiro a la gente que sabe cocinar bien. Cada vez que ceno en casa de Be, de Miss X o de Zagloso y Perli se me pueden caer los lagrimones de las cosas tan ricas que me preparan. Y lo poco que he probado de la cocina de Cattz o Jónatan Sark también es para morirse. Admiro las cosas tan buenas que hacen, la paciencia que tienen para la cocina y lo fácil que parece cuando lo hacen ellos.

A la que más he visto cocinar, sin duda, es a Miss X. Me encanta hacer para ella de "pinche pinche", aunque después es imposible tomar una receta de ella, porque tiene ese talento de ir echando cosas como si fueran ingredientes de una poción a la olla en medidas extrañas ("no sé, una pizca", "un poco", "un puñado"). Eso al final se traduce en que, por mucho que intente replicar en casa lo que Miss X hace y por mucho que lo haya visto, nunca me sale igual que a ella (ni la mitad de rico, claro). Ese tipo de talento para la cocina yo no lo tengo, así que me conformo con mi cocina de batallita y supervivencia.

Por ejemplo, el domingo decidí hacer cachopo, plato asturiano en principio no demasiado difícil. La teoría del cachopo es sencilla: dos filetes de ternera finísimos, enmedio queso y jamón serrano (el relleno se puede completar con pimientos rojos o champiñones) y todo ello empanado y frito.

La cosa no fue tan sencilla en realidad.

Comencé aplastando los filetes de ternera y salándolos. Ahí detecté el primer problema: uno de los cuatro filetes estaba partido en dos, lo que no iba a facilitar la cuestión del relleno.

En el segundo paso, construí los cachopos: sobre un filete coloqué primero loncha de jamón serrano, segundo triangulitos de queso semicurado y después, haciendo un exceso de temeridad, decidí ponerle pimientos rojos. Encima puse el otro filete de ternera, salé y me puse a empanar. Ahí empezó la debacle, originada por el exceso de relleno y, sobre todo, el gran tamaño de los bichos (los filetes de ternera eran grandes, pero si encima les das una paliza con la mano de mortero, se estiran hasta convertirse en algo monstruosamente grande e ingobernable).

Primero, había que pasar por harina. Pasé el primer cachopo por harina. Triangulitos de queso empezaron a salir del interior del cachopo y a enharinarse ellos solitos. Abrí el cachopo y recoloqué. Después lo pasé al huevo. De nuevo, una lluvia de triangulitos de queso y de pimientos rojos cayó sobre el huevo. Recoloqué. Pasé al pan rallado. A estas alturas me hubiera gustado pegar con superglue los triangulitos de queso al interior del cachopo. Acabé de empanar el bicho y lo puse en un plato.

Empecé a empanar el segundo cachopo. El proceso fue igual al primero (desmoronamiento y desrellenamiento constante) hasta que llegué al pan rallado. Me había quedado corta de pan rallado, así que abrí el armario que tenía justo encima para sacar el bote.

Lo juro, no sé qué ocurrió. Debí abrir con mucho ímpetu o algo se descolocó al abrir las puertas... y de repente empezaron a lloverme cosas. Bueno, "cosas" no es el término correcto. "Fideos" sí es el término correcto. Más concretamente, un tarrito de arroz y una bolsa de fideos "cabello de ángel" se me cayeron en la cabeza. El paquete de fideos se abrió con el meneo, rebotó y cientos de fideos acabaron dispersos por mi cocina, mi cabeza... y sobre los cachopos.

El siguiente paso de la receta fue quitar los fideos de la superficie de los cachopos.

Acabé de empanar el segundo cachopo y empezó el momento de freir. En la sartén más grande que tengo, sobre aceite caliente, puse el primer cachopo. Se hizo por un lado y empecé a darle la vuelta. Evidentemente, si la cosa se desmontaba estando fuera de la sartén, no iba a dejar de hacerlo dentro de la sartén. Un triangulito de queso decidió ser libre y salirse. Intenté volver a meterlo en su sitio, sin demasiado éxito. Así que quité el queso que por ahí se freía solo y acabé de darle la vuelta.

Entonces el cachopo se rebeló y me salpicó con un poco de aceite, así que hice un movimiento raro con la mano (la misma con la que tenía la paleta llena de aceite) y de repente el mechón que se me había escapado de la coleta y que colgaba delante de mis ojos estaba perlado de gotitas de aceite. Con un trapo de cocina me limpié el pelo frito, dejé el trapo mientras vigilaba atentamente el cachopo y pasé a sacarlo de la sartén.

Metí el segundo cachopo en la sartén. El filete de abajo se colocó mal al ponerlo en la sartén y empezaron a freirse los pimientos y el queso, pero no el filete. Recoloqué y el cachopo volvió a protestar: me salpicó, otra vez, de aceite. Sin dejar de vigilarlo, cogí el trapo de cocina para limpiarme de nuevo. De repente, puf, una nube de harina me envolvió: cuando había dejado el trapo a mi lado calculé mal y en vez de dejarlo sobre la repisa lo coloqué sobre el plato con harina que había empleado antes. Fue coger el dichoso trapo y verme envuelta en humo blanco, al más puro estilo prestidigitador. No me limpié (¿con qué trapo limpio?), di la última media vuelta al bicho y como despedida el cachopo volvió a hablar y me salpicó de nuevo.

Evidentemente, empecé a gritarle al cachopo, por ser tan hijoputa, y lo saqué de la sartén, ya doradito.

En fin... ¿comprendéis ahora lo de la falta de talento al cocinar?

Pero bueno, yo estoy convencida de que algún tipo de equilibrio cósmico debe existir en mi cocina porque hay una cantidad constante de orden: el cachopo empezó mal y acabó bien. Yo empecé bien y acabé mal. Cuanto mejor iba quedando el cachopo, peor iba quedando yo, hasta llegar a un resultado final clarísimo: El cachopo quedó precioso, dorado, empanado, con pinta apetitosa. YO quedé enharinada, aceitosa, enfideada y cabreada.

Lo dicho: equilibrio cósmico y venganza sideral del cachopo resentido.