Parecidos de familia
Me imagino que (casi) para todo el mundo debe ser un orgullo que te digan: “¡¡cómo te pareces a tu hermana!!” o “¡¡tú hermano/a y tú sois clavaditos!!” (máxime si tu hermano mide 1,95, es rubio y de ojos verdes y tu hermana una sílfide pelirroja…como los míos).
Y esto, me lo imagino. Porque en mi caso, eso nunca ha ocurrido, debido a mi extremado parecido a la rama paterna de mi padre y al hecho de que mis hermanos y yo seamos sólo parientes por rama materna. Cosa de las familias disfuncionales de hoy en día.
La cosa nunca me había importado, más bien al contrario, ya que hacía que me sintiera orgullosa de la belleza de mis pequeños, y esperanzada de que el compartir madre tuviera alguna consecuencia.
Hace unos días mi hermano se graduó en la universidad. Un motivo más de orgullo. Y allí acudimos toda la familia (mi hermana, mi madre, su marido y yo) a aplaudir al muchacho. Después, como todo acto solemne que se precie, hubo un vino con su correspondiente catering, para que los homenajeados tuvieran la oportunidad de confraternizar con sus padres y con los padres de sus compañeros.
Mi hermano, como buen anfitrión, nos presentó a los padres de uno de sus mejores amigos. El padre, encantador y bastante discreto. La madre…ainnns.. la madre… le faltaba la silla en la puerta y el corral de vecinas, y sobretodo, le faltaba un candado en la boca o un bozal.
Esta Señora Bocachancla, nada más ver a mis hermanos, dijo, en un tono que habría dejado a Montserrat Caballé a la altura del betún: “Pero que guapísimos que son!!!!!!! Pero cómo se parecen!!!!!!!! Si es que son dos querubines!!!!!! Pero qué guapos!!!!!! Pero qué bellos!!!!!! “
Y justo en ese momento, mi madre, me señaló a mi diciendo: “y esta es mi hija mayor”. Y sí, ahí aparecí yo, con mis ojos castaños, mi pelo castaño y un rostro nada angelical.
La Señora Bocachancla, se quedó parada, pero sólo una décima de segundo, ya que las palabras empezaron a salir de su boca a borbotones “Perooooo ¡¡¡¡¡¡si TÚ NO TE PARECES EN NADA!!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Es que me dicen que sois hermanos y no me lo creo!!!!!!!! Es que, oyes, nada de parecido, ¿¿eh?? ¡¡¡¡Nada de nada!!!!!!
Eso originó la siguiente conversación:
Adalias (a mi madre): Díselo.
Madre: No.
Señora Bocachancla (de fondo, a modo de banda sonora): ¡¡¡¡¡ES QUE NO OS PARECEIS EN NADAAAA!!!!!!! ¡¡¡¡¡Es que me dicen que eres adoptada y me lo creo!!!!!!
Adalias: que se lo digas.
Madre: que no.
Señora Bocachancla: ¡¡¡¡PARECE QUE TE HAN CAMBIADO LOS GITANOOS!!!! (Su tono de voz se parecía ya a un megáfono).
Adalias: Se acabó.
En ese momento, en mi rostro se formó esa sonrisa de “ainns japut*… te vas a c*gar…”
Adalias a Señora Bocachancla: No, miré usted, lo que pasa es que soy hija del primer matrimonio de mi madre, y me parezco mucho a mi padre, no tengo el gusto de haber sido cambiada por los gitanos.
A la Señora Bocachancla, en ese momento, le pusieron un tapón en la boca. Su rostro empezó a ponerse primero rojo y luego carmesí…y casi, sólo casi, se le saltaron las lagrimas de la situación vergonzosa de la que estaba siendo protagonista.
Su cara, para mi, fue todo un triunfo y un consuelo del mal rato que me había hecho pasar. Su cara y la estrepitosa carcajada que soltó su marido a la vez que decía: “¡Si es que no mete más la pata, porque no se entrena!”
(Lo sé, soy mala. Pero hay que ver como lo disfruto a veces)