jueves, julio 29, 2010

F5

F5. F5. F5. Por dios, cuándo colgarán las dichosas listas en la web. F5. F5. Nada, que no salen. F5. Me voy a tender la ropa. Vuelvo tras haber colgado sólo la mitad de la colada: en estos minutos podrían haber salido las listas y yo ahí, tendiendo camisetas. F5. Nada. Vuelvo a tender camisetas. F5.

Y así he pasado días, sobre todo mañanas, perdidas dándole al F5 en plan obsesivo compulsivo. Comprobando con otras páginas que sí, que el F5 funciona, que internet no se ha quedado congelado.

No es la primera vez que me pasa, ni mucho menos. Esta vez es cuestión de trabajo, pero lo de obsesionarme con el F5 o con entrar una y otra vez en determinados sitios me ha pasado en otras ocasiones (no mucho, menos mal): ese mail de respuesta que esperas, comprobar si esa persona se conecta al messenger o no, ver si ese blog actualiza por fin...

Al final acabo rabiosa, porque he perdido el tiempo de forma miserable y en el rato en el que podía haber visto series, leer o salir de casa, he estado ahí, dándole al F5. Porque claro, por mucho que intentes hacer otras cosas sigues pendiente del ordenador y en cada párrafo, tras cada escena de la serie, lo dejas para ir a darle al dichoso botón. Lo dicho, acabo rabiosa y con el F5 desgastado.

Al final consigo hacer lo que debería haber hecho horas antes: apagar el ordenador, arreglarme y largarme. Y sí, cuando vuelves a casa a las mil te da un vuelco al corazón porque por fin han salido las listas. Salieron cinco minutos después de coger la puerta e irte... ley de Murphy, supongo.

Post-post: Al final salieron las dichosas listas. No tengo la plaza, como ya sabía, pero me quedé bien en la lista de interinos, aunque no tan bien como debería: hubo un fallo y no me contaron puntos que eran legítimamente míos. Más nervios. Reclamación. Más mañanas de F5, comprobando si las cosas se arreglaban o no. Salen las listas: mejora mi posición. Respiro aliviada: si todo va bien, el curso que viene casi seguro que tendré trabajo. Pero me quedan un par de mañanas de F5, hasta que salgan los últimos llamamientos del verano, ya que la administración se para en agosto hasta septiembre. Me quedan sólo unos días de nervios y TOC. Después estaré tranquila, sabiendo que hasta septiembre no tendré que darle más al F5.

martes, julio 27, 2010

Diez tíos -diez- con pinta de empotrar


Mi becaria MeriBella, que además es amiga y una constante fuente de inspiración, me recuerda cada cierto tiempo lo poco que posteo por estos lares. Ella, mi hermana Ro, mi amigo iBoy y Walita son los que de cuando en cuando me meten presión para que actualice, así que quiero dedicarles este post.

Un post conceptual. Un post sobre hombres. Un post sobre el concepto "empotrar" y hombres que tienen pinta de hacerlo. Un TopTen.

Empecemos, primero, por el concepto. Por la "pinta de empotrar". Es un concepto de MeriBella que entró en nuestras vidas una tarde que una de mis amigas dijo que mi compañero de piso Mr. Daine tiene pinta de empotrar, y todas estuvieron de acuerdo. Desde entonces ha sido el protagonista de muchas de nuestras conversaciones (el concepto, no Mr. Daine).

Un tío con pinta de empotrar es uno que si te coge te empotra. Uno que no sólo tiene la intención de empotrarte sino la capacidad para ello. Por ejemplo, Guillem Gisbert -el cantante de Manel- tiene pinta de poder empotrar, pero preferir por lo general actividades sexuales más tranquilas. En el extremo contrario, Ryan Phillippe parece que sí tiene ganas pero empotrar no le sale, no le ha salido nunca, ni le saldrá jamás. En resumen, tener pinta de empotrar consiste en parecer activo y poderoso (como Dixán Ultra).

Establecido el concepto, pasemos a los hombres. Aquí tienen el Top Ten.

10. Seal
Seal Henry Olusegun Olumide Adeola Samuel. Inglés, nigeriano, arquitecto, cantante, ganador de varios Grammy, enfermo de lupus, marido de Heidi Klum, padre de cuatro hijos, bestia parda.

9. Adam Baldwin
Se llama Adam Baldwin pero no es "un" Baldwin. Sin ser el que más me mola de Firefly ni de Chuck, sí que es el que más pinta de empotrar tiene de ambas series -de Angel no, porque está Él-. Cantemos todos juntos la balada de Jayne: Ah, Jayne, the man they call Jayne!

8. Sawyer
Me da lo mismo cómo se llame el actor, o si a partir de la mitad de la segunda temporada (cuando dejé de ver Perdidos) se vuelve blandito y soso -juraría que no-: Sawyer es lo más, y sin él un TopTen de pinta de empotrar estaría incompleto.

7. Vincent Cassel
Otro imprescindible en esta lista. No es que tenga pinta de empotrar, es que él es la pinta de empotrar. Y una vez le dijo cositas a LaPerri, lo cual significa que tiene buen gusto con las chicas (como se puede ver en este gráfico).

6. Gerard Butler
Este señor lo mismo sale en 300 que en el Fantasma de la Ópera que en el SNL, consiguiendo mantener la pinta de empotrar en cualquier ecosistema. Y es escocés, lo que es un +2 en empotrabilidad.

5. Iker Casillas
Me vais a perdonar que de éste ponga dos fotos, es que Iker me mola mil. En cuanto a su empotrabilidad, no hay más que ver el beso. Iker tiene pinta de empotrador versátil: cuando quiere, empotra, y cuando no quiere, no empotra pero sigue molando. Como debe ser.

4. David Boreanaz
Tanto de Angel como de Booth, este actor insufla a sus personajes no de un hálito de vida sino de una pinta de empotrar que tira de espaldas. Venga, señores, si le gusta hasta a Efe!!

3. Luis Figo
Una de las cosas más me impresionaban cuando era becaria en RadioEstar eran los famosos que aparecían un día sí y otro también. El que más me impresionó de todos fue Figo, que no me lo esperaba, era muchísimo más guapo de lo imaginable y su pinta de empotrar se percibía desde la otra punta de la redacción.

2. Hugh Jackman
Yo creo que no está el número uno porque hace un tiempo que no veo una peli suya, porque a Hugh Jackman le he hecho un post a él sólo, que aunque no iba de la pinta de empotrar no creo que nadie se la discuta. ¿O sí?

1. Xabi Alonso
Tengo una postura muy concreta respecto a Xabi: me encannnnnnta. Y eso que este finde estaba yo en casapadres leyendo el ¡Hola! cuando me topo con unas fotos suyas en la boda de Lorena Bernal y Mikel Arteta. Mi conclusión, que Xabi está más guapo en uniforme de futbolista que de traje. Casi lloro. Peeeero por suerte en el 10 Minutos apareció una foto suya en la playa con su hijo. Mi comclusión, que está aún más guapo en bañador. Y todo acompañado de mucha pero que mucha pinta de empotrar.

¿Y vosotros/as qué opináis? ¿Quién falta en la lista? Y lo más importante: ¿la pinta de empotrar nace o se hace?

miércoles, julio 21, 2010

Living la vida opositora

Por fin han acabado los exámenes de la oposición. Los he aprobado, pero he sacado una nota mediocre que no me valdrá para hacerme con la plaza. Paciencia: a la siguiente, o la siguiente, o a la siguiente, o... la sacaré. Mientras tanto cruzo los dedos para seguir teniendo un buen puesto en la lista de interinos y seguir trabajando este curso.

Los meses anteriores a la oposición y la época de exámenes han sido un horror. Me pongo de los nervios y aflora lo peor de mí, en distintas facetas. Porque estando de oposición, o bajo presión continuada durante un tiempo, una saca los más variados estados de ánimo y ninguno demasiado normal. He oscilado, sin demasiada transición, entre varios estados:

Histerismo: me entraba el nervio y no podía dejar de botar de un lado a otro. Al grito de "¡voy a suspender!" me daba carreritas por el pasillo, se me desbocaba el temblor de piernas, el temblor en el ojo, el nudo en la garganta. Tenía que saltar de la cama después de dar diecisiete mil vueltas sin poder dormir. Mi chico me prohibió terminantemente el café (¡el café! le hice caso... menos algunas tardes en la biblioteca, que sino no había quien estudiara con el calorcito a las cuatro de la tarde). A veces me venía a la cabeza esto. Al hilo del histerismo, llegaba el siguiente estado de ánimo:

El catastrofismo: yo soy exagerada de naturaleza y a ratos un poco pesimista, pero los nervios me lo exacerban. Entre los nervios y el pensamiento negativo, entraba en un bucle "oh, estoy nerviosa, oh, voy a suspender, oh, estoy muy nerviosa, oh, voy a suspender con indignidad y no estaré ni en la lista de interinos. Oh, estoy muy nerviosa. Oh.... VOY A ACABAR EN EL ARROYOOO". Porque sí: en la espiral descendente en mi cabeza todo empeoraba hasta el infinito y más allá y me visualizaba sola (toda mi familia, mi novio y naturalmente la gatina me habrían dejado por ser una inútil) y viviendo debajo de un puente.

Ñoñez: de repente me entraban unos ataques malísimos de ñoñez brutal y acababa llorando por cualquier cosa. No sabéis la de lagrimones que se me han caído con el anuncio dichoso de Pavofrío, por ejemplo. O la hora y pico que me tiré llorando porque rompí la taza favorita de mi chico (sí, el momento torpe ha continuado desde que escribí el post). A veces la ñoñez se me mezclaba con la tristeza y era un apagayvamonos. Insoportable, sobre todo cuando iba por la casa reclamando mimos con voz ñoña. La gatina huía en cuanto oía ese tono lastimero que se me pone. Mi novio no se atrevía a huir (tanto) porque sino podía invocar al siguiente estado de ánimo, la Misia berserker, que era incluso peor.

Cabreo supino: a ratos me entraba la vena berserker y, poseída por la ira, iba dispuesta a morder a todo lo que se me pusiera a mi alcance. Ver la tele conmigo en ese estado era un horror: un chorro de insultos salía de mi boca: "¡pero has visto a ese imbécil! ¡cómo se pueden decir tantas tonterías juntas! se merecería que blablablabla". Mi señor novio iba apartándose a un rinconcito del sofá, se parapetaba tras un muro de cojines por si acaso y me miraba con cara de flipe. Supongo que algo tenía que ver con que todas mis frases acabaran con un "pues se merecería una muerte lenta y dolorosa, a ser posible con despellejamiento incluido".

Al final acabas con la sensación de que vas a tener que llamar a una tropa de psicólogos, a unos cuantos monjes zen o a César Millán para que te equilibren un poco, antes de que el resto de la manada te mande a la mismísima porra. Porque claro, mi manada (novio+gatina) estaba a la expectativa, esperando a ver cómo aparecía yo en ese momento por la puerta, atrincherados en su despacho, ya que la oscilación era rápida e inesperada y más de una vez mi pobre sufridor iba a hacerle un mimo a la Misia ñoña y se encontraba con la Misia berserker. El pobre. Así que ya os podéis imaginar el alivio que ha sido pasar el examen, sobre todo para ellos. Cuando acabé el examen me recibieron por la puerta así:

- Gatina, ¡el ser del inframundo se ha ido y nos han devuelto a Misia!

Los pobres no contaban con que quedaba el segundo examen, la salida de las notas, el periodo de reclamación y la espera de las listas. Urf.

Post-post: Nene, he etiquetado este post como Amor porque está claro que me quieres un montón, me has soportado tan bien... Sorry.

viernes, julio 09, 2010

¡Secuestrados!


Exceptuando alguno que está enterrado bajo varios palmos de cal viva, suelo llevarme bien con mis ex. Como creo que los humanos somos muy de seguir pautas, me fijo en cómo se llevan con sus ex anteriores, ya sabes, por si algún día me toca a mí formar parte del club. Y por lo general la cosa ha ido muy bien. Algunos son buenos amigos míos, a la mayoría les tengo cariño, de todos guardo buenos recuerdos.

Y ellos de mí. Sobre todo algunos.

¿Sabes cuando terminas con alguien y quedas para devolveros mutuamente vuestras cosas? Bueno, pues hay algunos que se resisten. Aquí va el TopTres de secuestros (no los más recientes, ni los más sangrantes, sino los que más me chinchan):

Secuestrado nº3: El tercer CD de los Cranberries, To the Faithful Departed. Hace millones de milenios se lo presté a un chico con el que estaba viviendo un rollete de verano. El verano se acabó, el rollete también... y aunque nos seguimos viendo el chico se resistió con uñas y dientes a devolverme el disco. Hasta el punto de que se lo quedó.

Secuestrado nº2: Mi maravilloso Harry Potter y la Piedra Filosofal en inglés. Tengo todos los libros en los dos idiomas, incluyendo Quidditch Through the Ages y Fantastic Beasts and Where to Find Them, sólo me falta ése. Se lo presté a un "amigo" para que practicara el idioma. Se fue a vivir a Londres. Volvió. ¡Y mi libro sigue en su poder! Le veo casi a diario, de vez en cuando menciona el libro, pero no hace ni el más mínimo ademán de devolvérmelo. Yo hace mucho que perdí la esperanza.

Secuestrado nº1: El primer volumen de la saga de Geralt de Rivia, de Andrzej Sapkowski. Después de darme la vuelta del revés, me devolvió los de Canción de Hielo y Fuego, pero no El Último Deseo. De vez en cuando quedamos para comer juntos o a dar una vuelta en moto, pero del libro ni la sombra. Mamonazo, si me dijiste que tampoco te había molado tanto.

Que ya sé que me lo podría volver a comprar todo, y en otros casos lo he hecho, pero por alguna extraña razón con estas tres cosas no...

Así que al (pen)último chico que se ha quedado a dormir le he hecho leerse Pégate un tiro para sobrevivir por entregas mientras yo dormía. Ni de coña iba a dejar que lo sacara de casa.

viernes, julio 02, 2010

Las chungas de nuestra vida: la perra del hortelano

Hoy publicamos nueva historia de los chungos de nuestra vida. En esta ocasión es chunga-perra (del hortelano) y viene de la mano de nuestra querida Corkiana.

Esta historia es un poco larga, intentaré resumirla lo mejor posible. Conocí a la futura chunga (a la que llamaremos C, de chunga) hace ya unos años, estando yo en la universidad. Era la mejor amiga de un amigo de clase y desde el primer momento me llamó la atención. Poco a poco me fui colgando por ella, a pesar que de entrada sabía que ella era hetero (o eso creíamos todos) y acabé enamorada de ella de una forma bastante patética y más pública de lo que me hubiera gustado, pero, sin embargo, llegamos a ser amigas. Recuerdo esas noches de verano en que nos quedabamos en su casa hasta las tantas, compartiendo confidencias y viendo películas tumbadas en su cama. La palabra frustación existe para definir esos momentos en los que físicamente sólo unos centímetros me separaban de ella y todo contacto estaba vedado.

Convencida de que no se le puede pedir peras al olmo, y dado que C seguía empeñada en su heterosexualidad, yo opté por buscar otras mujeres que sí que estuvieran interesadas en mí, (que tampoco se trataba de torturarme gratuitamente) así que junto con dos amigos nos dedicamos a quemar los fines de semana en bares de ambiente, donde yo de cuando en cuando ligaba (más bien poco). Se podría decir que hasta este punto la chunga soy yo por liarme con otras por despecho, pero, en realidad, el verdadero despecho llegó cuando después de meses de tonteo, supuestamente inocente, C se lió con otra tía (a la que llamaremos O, de otra, y que además tenía una novia a la que todos conocíamos).

Chunguería número 1: Venir a bailar "Devuelveme la vida" (de David Bustamante) conmigo 30 segundos después de haberse liado con O y dejarme el calentón como premio de consolación.

Eso sí que me impulsó a poner mujeres y tierra de por medio, porque no podía soportar verlas juntas. Tanta tierra quise poner por medio, que me fuí de Erasmus un año.

Chunguería número 2: Darme un morreo de despedida horas antes de irme, en el portón de mi casa, a sabiendas de que yo no había salido del armario con mis padres.

El año pasó entre cervezas y alguna que otra irlandesa, y justo después de volver conocí a la que hoy sigue siendo mi pareja, a la que llamaremos N (de novia). Feliz como estaba lo compartí con mis amigos, incluida C.

Chunguería número 3: Mirar mal a N al minuto de conocerla y sin haber cruzado palabra con ella. (¿Estamos ante un típico caso del perro del hortelano?)

Ese momento fue el principio del fín. Al principio pensé que N exageraba un poco por celos. Yo seguía quedando con C porque aún la consideraba mi amiga, y dejaba a claro a N que sus celos eran infundados, (que lo eran)...

Chunguería número 4: Venir a saludarme y quedarse a escasos centímetros de mi cara...como si fuera a besarme, o ponerme la mano en el muslo cuando estabamos cenando todos por ahí, siempre asegurándose de que N estuviera para verlo.

A todas estas, ella se echó novia (que por cierto era lo opuesto de O) y empezó a distanciarse del grupo, además yo cada vez veía las cosas más claras, y empezaban a mosquearme sus salidas de tono, hasta que un día de esto pasó esto:

Chunguería número 5: Tomarse la libertad de tocarme el culo, mientras estoy besándome con N en un bar.

Después de eso, la siguiente vez que la ví, la llevé aparte para hablar y llamarle la atención por lo que había hecho, primero lo negó, después le quitó importancia y después dijo que no lo volvería hacer, aunque en realidad, lo que no volvió a hacer fue saludarme.

Para rematar esta historia, en mi ciudad no hay muchos bares de chicas, así que todos los fines de semana que salgo nos cruzamos, y por supuesto no nos hablamos, pero de vez en cuando...

Chunguería número 6: Hacerle muecas burlonas a N cuando se cruzan en el bar.

Vamos, que nunca llegué a salir con ella, pero creo que reune requisitos para ser considerada una chunga de libro.