miércoles, octubre 09, 2013

De búhos y sillas

El único abuelo que me queda vive en una residencia. Ésta está organizada en torno a un patio, su disposición recuerda ligeramente a un claustro. Pero aquí, en vez de monjes, hay decenas de viejitos dormitando u observando. Observando mucho y muy intensamente. De hecho, la sensación al entrar en la residencia es bastante inquietante, como si un par de decenas de búhos te miraran fijamente mientras recorres los pasillos. 
La imagen es de este blog.

Este verano, en una de las visitas a mi abuelo, me pasó algo bastante absurdo. Mi abuelo, en su silla de ruedas, y yo estábamos sentados en un lado del patio, pero dentro del edificio, al fresquito del aire acondicionado. Yo me mimeticé con el resto de parroquianos y me convertí en un búho más por un rato y estuve con mi abuelo viendo pasar a los residentes, solos o con sus familiares. A algunos les vimos pasar cinco o seis veces, siempre caminando en el mismo sentido como si estuvieran completando las 24 horas de LeMans pero a la velocidad de un caracol cojo. 

Entonces una señora muy mayor salió del baño con un andador.

- Señora, ¿me puede ayudar a mover mi silla hasta allá? - me dijo, señalando a una silla de ruedas aparcada a la puerta del baño y después a un lugar al otro extremo del pasillo.

- Claro que sí, mujer - le contesté. Moví la silla de ruedas hasta el lugar que me indicó la señora y volví a sentarme, pensando que había hecho mi buena acción del día. 

- Pssss, pssss. Eh, chica - me giré hacia el lugar desde el que me chistaban - psss, oye, que creo que esa silla no es de esa señora. - me dijo otra parroquiana.

- ¿Ah, no? ¿y entonces? - Yo no entendía nada. 

- Es que siempre hace lo mismo y es posible que no sea su silla de ruedas. ¿Ve? se ha sentado en una silla de plástico.

En ese momento salió del cuarto de baño un señor viejo de aspecto bastante feroz, que me miró y con cara de extremo cabreo y voz agitada, empezó a gritarme:

- ¿Y mi silla? ¿dónde está mi silla? - no había ninguna silla alrededor. Porque antes había una silla, pero yo la había cambiado de sitio. Ejem. 

- Eh... ¿Puede ser que sea aquella? - y señalé la silla que yo había movido, hablando con la voz más inocente del universo - si es esa se la traigo ahora mismo.

- Sí, es esa. Tráela - ordenó el señor, bastante bruscamente. 

Le llevé la silla, se sentó y se quedó mirándome fijamente. 

- Como pille al que me ha movido la silla le doy dos garrotazos en la cabeza - dijo muy despacio, amenazante,  mirándome fijamente. Yo ya me veía en el suelo de la residencia con la cabeza abierta... y a ver cómo le explicaba yo a mi madre que ir a visitar a mi abuelo había acabado en puntos de sutura y pérdida de materia gris. 

- ¡BAH, BAH, este es un mala sombra! - empezó a decirme mi abuelo en voz alta, sin dignarse ni a mirar al señor - es un malaje, ni caso: ¡Mala sombra! . - Yo ya veía también a mi abuelo con dos garrotazos en la cabeza, aunque bueno, no creo que nadie se atreva a levantarle la garrota a mi abuelo, que menudo es: Antiguo guardia civil con unos ojos azules centelleantes que pueden dar bastante miedito. 

- Que digo que como pille al que me ha movido la silla le doy dos garrotazos en la cabeza - me insistió el señor, mirándome fijamente y elevando el tono de voz. Sabía que había sido yo. Lo sabía. Supongo que porque yo era el único ser con dos piernas totalmente funcionales en la zona. Así que opté por la salida tipo avestruz sorda:

- ¿Cómo? ¿qué dice, que no le entiendo? - y sonreí beatíficamente. Pero vaya si le entendía. Entendía sus palabras y veía su bastón describir círculos en el aire. Sí, muy cobardica, lo sé, pero no quería mentirle al señor directamente (¿yooo? ¿mover su silla yo? qué va, habrá sido un búho de estos) y tampoco quería recibir un bastonazo. 

- Eh... GRRRRR. - el señor, frustrado, se giró y se dirigió hacia la señora que me había pedido que moviera la silla. - ¡Has sido túuuu, seguro! ¡TÚ!

- ¡Mala sombra! - gritaba mi abuelo

- ¿Ves como no era su silla? - me decía la otra señora.

- ¡Dos bastonazos en la cabeza te voy a dar a ti! 

- Si es que no ves, que lleva andador... pide que muevan la silla de ruedas de otro no sé porqué. Para fastidiar. O porque está loca, no sé.

- ¡MALAJE!

- ¡Te voy a correr a garrotazos!

Yo estaba flipando con la que había montado por mover una silla unos cuatro metros e intentando decidir qué hacer, pero otros decidieron por mí. Justo en ese momento pasó una cuidadora que le dijo al mala sombra:

- Hala, te pongo en la fila del comedor. 

Y se lo llevó, empujando su silla de ruedas. El otro seguía gritando a la señora y agitando la garrota, pero cuando estás en silla de ruedas no siempre puedes decidir dónde te puedes quedar y adonde vas a ir y sus gritos se desvanecieron por el pasillo.   

Después de comentar un rato más la jugada con mi abuelo, me fui. Al salir, pasé al lado de la primera señora, esa que me había pedido que moviera la silla. 

- Jijijijiji - oí cuando pasé a su lado. 

Para que te fíes de los búhos. 

9 comentarios:

  1. Por muy mayores que lleguemos a ser, seguimos siendo como niños.

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  2. En la resi de mi abuela era igual, sino no te hacian el "fiche" parecia que no habias ido eso.
    Se paraba con todas las señoras y las decia: "mira que maja es mi nieta", además tenias que besuquearlas a todas y algunas daban miedo, mis sobrinas que tenian 5 y 3 años con algunas terminaban asustadas y encima las perseguian para que las dieran besos, no querian venir al final.
    Pero creo que en todas la residencias hay un "mala sombra" y una "bromista sin gracia", cuando me vaya a la residencia yo sere la bromista sin gracia (y lo hare por fastidiar)

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  3. Yo estuve dando clases en una de esas residencias y es para escribir un libro :). Luego dicen de los obreros, pero no veas como se las gastan las viejitas jajaja

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  4. Entre que hay un momento de la vejez que se hace como una regresión a la niñez. Que los hay que se aburren mucho, y otros que llevan con muy mal caracter sus limitaciones. Aquello es un circo...
    Que traviesa la abuelilla :)

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  5. De alguna manera habrá que divertirse y ser un poco cabrón/ona es una opción estupendísima. La próxima vez colabora con ella (y llevate un casco)

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  6. Yo creo que pasados los 75 te tiene que entrar un ataque importantísimo de "me la sopla todo que te cagas".

    Ayer me dejaron el coche encerrado, un coche en doble fila. El señor, estimo que octogenario, estaba en el podólogo. Su señora esposa, momificada en el asiento del copiloto, por supuesto no iba a mover el coche. Salí marcha atrás, montándome en la acera y sorteando farola y arbol porque llegaba tarde a una entrevista, pero vamos... seguro que al señor se la sopló todo.

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  7. Anónimo6:45 p. m.

    Mándale la anécdota a Umberto Eco que en un plis nos escribe la segunda parte de El Nombre de la Rosa pero ambientado en una residencia de ancianos.
    Daría más miedo que la Abadía, seguro. :-)

    Vicent

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  8. Pepito, y a más edad algunos más críos.

    Asynjur, mi abuelo es menos sociable y no me hace ronda de besos, ¡gracias a dios! pero sí... también hay el que se pone a hablar hasta con las macetas o el salidillo. Muestrario social.

    Eremos, creo que cuando eres viejo debes aparcar las inhibiciones, porque... madre mía. Yo estuve dando unas clasecillas en un centro de mayores y fue... sin palabras.

    Celia, esta no vuelve a pillarme en un renuncio cuando vuelva, ¡la tengo fichada! jajaja.

    Sr. Pérez, o casco o mis zapatillas de correr :D

    Speedy, ni te puedes imaginar. Algunos son tremendos.

    Gato, pues sí. Inhibiciones y reparos a estos años los justos. O incluso los mínimos.

    Vicent, la primera vez que entré me impresionó muchísimo. Aunque más que el remake de "El nombre de la rosa" lo vería como un remake de "los pájaros": ¿sabes esas escenas en las que salen todos los cuervos y gaviotas mirando, ominosos? pues eso.

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