lunes, mayo 31, 2010

Vestidos

Ayer estuve quitando la ropa de invierno del armario y sacando la de verano. Una tarea cansina, aunque siempre depara alguna sorpresa agradable: esa falda de la que no te acordabas, la camiseta de invierno que pensabas que habías perdido y que estaba ahí, con toda la ropa de verano. Me harté de colocar vestidos y más vestidos en las perchas del armario, de repente fui consciente de que tenía muchos y buscando una manera más de procrastinar, los conté.

Resultado: tengo ¡27! vestidos (sólo contando los de verano, no los de invierno ni los de entretiempo y sin contar tampoco los de fiesta). Me quedé un poco alucinada, porque me parecen... bastantes. Es decir, si me los pusiera todos por igual me podría poner unas cuatro veces cada vestido en la temporada y poco más.

No lo puedo negar: me encantan los vestidos, son mi prenda de vestir favorita. Me veo guapa cuando llevo un vestido que me gusta y me favorece y los hay de tantas formas, colores y estampados que nunca me aburro. En los dos últimos meses me he comprado cuatro: dos del tipo principio de los años 60, con faldas de mucho vuelo y dos de flores. No lo puedo evitar, cada vez que entro en algún sitio de ropa de internet o en cualquier tienda, los ojos se me van a los vestidos, sin remedio.

Yo voy a rachas en mis obsesiones. En una época me dio por los pendientes. Llegué a atesorar (si vale esa palabra para la bisutería barata) cuarenta y cinco pares. En otra época me dio por el maquillaje. Primero por los pintalabios: no salía de casa bajo ningún concepto sin maquillarme los labios. Después se me pasó y me dio por las sombras de ojos.

También me ha dado por determinados colores según las épocas de mi vida: a mis dieciocho años vestía exclusivamente de negro (o gris marengo, en un exceso de explosión de color). A los veintipocos me entró la vena del azul y parecía permanentemente una gotilla de agua. Últimamente me ha dado por la gama de los rosas y granates (aunque al menos ya la época de la monocromía se me pasó, porque si fuera siempre de rosa parecería un ser más cursi de lo que ya soy).

En fin, que ahí tengo mis 27 vestidos colgados. ¿Es un exceso? ¿Cuándo me convertí en una obsesa? ¿tiene esto remedio? mi parte racional me dice que no necesito más vestidos. Pero, sinceramente, ¿seré capaz de resistirme si, por casualidad, veo alguno en una tienda que me enamore y no llevármelo a casa? ¡¡¡pues quizás sí!!!

...emmm...

... bueno...

Jo.


Prometo, al menos, intentar no llegar a la treintena. Más me vale, por el bien de mi bolsillo y por mi supervivencia: es posible que mi armario explote y acabe ahogada entre telas de vestidos.

viernes, mayo 28, 2010

Los Chungos de Nuestra Vida: el Vago


Nuestra lectora y amiga Tribeca habrá pensado que nos habíamos olvidado de su chungo, enviado taaaaaantos días atrás. Y un poquito de razón tiene, porque tenemos la sección abandonadita.

Para aquellos que acaben de llegar (aunque esto ha vuelto casi a las cifras normales de visitas), aquí tienen la definición de "chungo", aquí uno, dos y hasta tres ejemplos, y las directrices sobre cómo contárnoslos. Si queréis mandarnos la historia de vuestro chungo -o chunga, o chungay-, decirnos lo mucho o lo poco que os molamos o quejaros de que tenemos un post vuestro desde hace mil años sin publicar, podéis escribirnos a quedateadormir@gmail.com. Y ahora os dejo con el post de Tribeca.

La historia comienza cuando yo contaba con unos floridos 26 años (tengo cuarenta ahora) y me paseaba por la noche madrileña del brazo de un estupendo ejemplar de africano congoleño, guapísimo y encantador pero con el que no coincidía en gustos a la hora de salir. Adivinen en qué sí coindiamos sin peros. Él adoraba la salsa y a mí como que me da urticaria. Una noche que él salió a salsear, yo me fuí a Morocco con una amiga y allí conocimos a un trío de maromos con los que acabamos charlando y flirteando hasta que cerraron. Mi amiga se enrolló con uno y como querían más intimidad, propusieron ir a casa de John que no estaban sus padres.

John me dijo que si lo acompañaba, yo accedí y el que sobraba se marchó. Así que nos subimos mi amiga y yo en un coche con dos tíos que acabábamos de conocer rumbo a un dúplex en Majadahonda. El John este no estaba mal, rubio, ojos azules, guapillo, alto, pero decía cosas muy raras, absurdas, como si fueran chistes pero ininteligibles. Vamos, que sólo se reía él. Raroraro.

Ya os podeis imaginar qué pasó cuando llegamos a casa de John: mi amiga intimando como loca y yo tratando de entender al inglés este... como no lo conseguía, opté por una mala solución: enrrollarme con él. Solo para que se callara, lo juro. Pero la cosa se lió. No se cómo pero a la semana me había deshecho del africano y estaba invitando a cenar al inglés a casa (sin padres, emancipadita desde los ventitrés, leñe). El inglés se reveló como un estupendo amante y yo, que tiendo a coger cariño, me lo quedé. Además, él vivía en Londres porque estaba terminando la carrera de filología hispano-lusa y venía con frecuencia porque sus padres residen en Madrid, con lo cual a mí me dejaba muuucho margen de acción. Me pareció la mar de conveniente, la verdad.

El tipo seguía diciendo cosas raras, como por ejemplo, en mitad de una conversación sobre arte con un museólogo muy interesante -sin ironía- John interrumpió bruscamente y le dijo:

-Pero a ver, que eso que dices no le importa a nadie, habla de algo que sí es importante: ¿Cúal es tu color favorito?

El museólogo me miró a los ojos como diciendo "siento compasión por tí" y se marchó dejándome muerta de la verguenza. Esa mirada me la dedicaría muuucha gente más, entre otros mi familia -al completo- y mis amigos.

Aparte de sus comentarios absurdos (su ídolo era Mr. Bean) era muy vago. Era capaz de comer de la olla por no poner la mesa y desplazarse hasta el salón en un piso de 60 metros. Llegaba tarde con frecuencia por quedarse dormido: daba igual si le citabas a las 10 de la mañana o a las ocho de la tarde, dormía como un koala. No hacía absolutamente nada de la casa, no digo en la mía, sino en la suya, permitiendo que su madre -su padre estaba enfermo- cargara con la compra mientras él la contemplaba impasible. Nunca le ví poner la mesa, retirarla, hacer la cama o cualquier mínimo acto que requiriese esfuerzo.

Pero como estaba en Madrid como mucho 10 días cada mes, no me daba tiempo a hartarme. Hasta que terminó la carrera, claro. Cielo santo. Un día me planté y le dije que no volvía a salir con él como fuera con toda la ropa arrugada. Os juro que no soy una tiquismiquis, más bien al revés, pero es que John iba literalmente hecho una pasa y me daba verguenza. Él muy enojado, cogió la plancha y se puso a estirar una camisa y un pantalón... con el cable desenchufado!!! En otra ocasión, para ir a una boda, "planchó" la ropa dejándola debajo del colchón toda la noche.

Cuando íbamos en su coche, conducía apoyando la cabeza en el cristal, todo recostado, medio dormitando. Siempre. Era acojonante. Una vez perdió el avión a Londres por quedarse dormido.. el avión salía por la tarde, tarde... y en otra ocasión, que estaba instalado en mi casa, me prometí a mi misma que le dejaría dormir tooodo lo que necesitara el señor.. y a los dos días y medio en los que sólo salió de la cama para ir al baño y coger rebanadas de pan de molde, me rendí y le obligué a ducharse. No tenía límites.

En otra ocasión invitamos a unos amigos míos a cenar y John se quedó dormido antes del postre, se tumbó en el sofá donde estaba sentada una amiga, y la echó a patadas literalmente. Obviamente, mis amigos se fueron, y yo me quería morir. El siguió tan tranquilo, roncando.

Cuando acabó la carrera no tenía ni oficio ni beneficio, y le animé a que se presentara a las pruebas de controlador aéreo... Pues suspendió el examen de inglés!!! él, que era bilingue perfecto. Para mí que dijo algo raro o que se durmió o llegó super tarde.

Lo que me decidió a mandarlo a la mierda definitivamente fue el día que yo salí del hospital tras una operación y él había quedado en recogerme y llevarme a casa. Les dije a mis amigos y familia que John venía por mí, así que nadie se preocupara. Hasta que me ví en la puerta del hospital, apenas me sostenían las piernas, y de John, ni sus luces, ni contestaba al móvil, ni nada de nada. Menos mal que mi hermana, que ya se lo olía, me acompañó pero aún así me sentí tan mal que me pegué una llorera de antología.

Más tarde supe que el tipo, para no llegar tarde a recogerme, se había ido con su coche a pasar la noche cerca del hospital Y HABIA DORMIDO TODA LA NOCHE ALLI, EN EL COCHE... pero llegada la hora (y estamos hablando de cerca de la hora de comer) pues... adivinen... dormido como tronco con los morros babeando el cristal, como si lo viera. Arggg...

La operación, encima, era por su culpa, por unas movidas que me pegó por haberme sido infiel!!! El colmo...

Así que ya, le envié al guano, y tras un par de meses de acoso y lloriqueos disculpatorios, me dejó en paz y hasta hoy.

Yo, que adoraba a la Inglaterra de "Retorno a Brideshead", Virginia Woolf, Joy Division y los Smiths me topé con la Inglaterra hooligan de cerveza hasta caer redondos, me ducho sólo los sábados y humor zafio y facilón.

Ahora me da risa acordarme de algunas cosas, pero qué bueno que ya pasó...

lunes, mayo 24, 2010

New Doctor, even bigger in the inside!


¿Qué se hace después de que 9.001 personas entren en un solo día a leer tu blog? Si te llamas Misia, decir que ya si eso vuelves después de los exámenes y seguir estudiando tu oposición. Si te llamas Be, rogar a Misia que no desaparezca y se escriba algo. Y Misia se escribió algo, y luego otro algo... y aquí estoy yo, por fin, con la sensación de que hay unas cuantas personas más viendo esto que la última vez. A ver cuántos quedáis después de leer este post -moderadamente friki- sobre el Dr.Who que me voy a marcar (espero que muchos).

Que sepáis que mi lavadora hace cosas raras. Empezó tardando milenios en finalizar cualquier programa de lavado, continuó no vaciando bien, siguió parándose cuando le daba la gana... y ha terminado por dalekizarse. La pantallita en la que solían salir números ahora muestra símbolos extraños y esperamos que en cualquier momento exclame: "Ex-ter-min-ate! Ex-ter-min-ate!"

Y como en la nueva temporada del Dr. Who los Daleks han pasado de ser así...

(híbrido de salerito y tanque)
...a ser así...

(híbrido de salerito y cafetera nespresso)
...y yo a la lavadora la veo cada día más pinta (y modos) de salero vintage, pues me he ha venido la inspiración: mi segundo post sobre el Doctor (el primero, aquí). Por si acaso voy a ir creándole su propia etiqueta.

Y es que llevamos ocho episodios de la nueva temporada de Doctor Who, y los Daleks de la era espacial no son las únicas novedades: tenemos nuevo Doctor. Y nueva chica.


Esa cosa azul es la Tardis, la máquina del tiempo que es más grande por dentro que por fuera, como todo el mundo hace notar la primera vez que entra (aunque en esta temporada nadie ha dicho esa frase ni una sola vez, señal de que el mundo se va a acabar).

Pensé que la nueva "reencarnación" del Doctor no me iba a gustar. Lo primero, porque Matt Smith tiene veintitantos años (pocossssssss!). Lo segundo, porque siempre suspiraré al acordarme de Eccleston. Lo tercero, porque hay un trozo de mi corazón que pertenecerá a Tennant por siempre jamás. Pero ninguna de estas cosas ha sido óbice, parangón ni cortapisa para que Smith me mooooole.

La chica se llama Amelia Pond, es pelirroja, es lista y está un poco loca, ¿qué hay mejor que eso? Sé de uno que pidió una tal que así en su última carta a los Reyes (por cierto, visiten el twin-post del artista).

Me gustan: ella es mona y sexi y él es el Señor del Tiempo que siempre llega tarde. Al final de su primer encuentro, Amy le se queja de que no se puede confiar en la gente: "People lie!". Y el Doctor le contesta: "Am I people? Do I look like people?" La respuesta obvia es NO, Doctor, tú no eres "gente", tú eres mucho más.

La nueva temporada empezó muy bien, aunque lleva momentos mejores y peores. El primer episodio me hizo superfeliz ("You look human" "No, you look Time-lord"). El segundo me hizo llorar (y reir: "We are in a MOUTH?" "Yes, but on the plus side, roomy"). El tercero me emocionó con su épica garrafón (y ese Dalek de camuflaje ofreciéndose a hacer una taza de té). Luego llegó River Song, que me da un poco de miedo, y con ella los ángeles llorones, que me dan más miedo aún. Después, vampiros en Venecia. El que menos me gustó fue uno con "sueños". Y el último (de momento) es de los que dan miedito y ha terminado en un estupendo cliffhanger.


Yo llevo al día mis citas con el Doctor, pero si tú aún no le conoces, ésta es tu oportunidad: acaba de empezar una nueva temporada, con nuevas caras, nuevas tramas, nuevas historias de pasar miedo. Es el momento perfecto para subirse al tren (o a la Tardis).

Por ejemplo: resulta que hace unas semanas estaba Neil Gaiman (ese hombre) en casa con su hija pequeña. La niña ya no es tan niña -tiene como 15 años- y aquel día tenía visitas: tres amigos, chicos, okupando el salón. Pasaba el tiempo y los chavales no se iban, y Neil miraba impaciente el reloj... hasta que llegó la hora. Neil salió de su despacho, pidió disculpas a su hija y sus amigos por la interrupción, atravesó el salón, se sentó en el sofá y puso la tele.

Era el primer episodio del nuevo Doctor. La hija de Gaiman es fan entregada de la serie, pero temía que un exceso de frikismo pudiera resultar poco atractivo, así que vio el programa con las clásicas ganas de querer esconderse detrás del sofá... sólo que esta vez con el miedo se mezclaba esa sensación tan familiar de angustia adolescente de que un progenitor nos avergüence ante nuestros amigos (sentimiento por otra parte no exclusivo de la adolescencia: mi madre aún disfruta contando batallitas vergonzosas de mi infancia).

Y todo para nada, porque al terminar el episodio los chavalines eran nuevos fanes del Doctor, pensaban que el padre de su amiga era aún más guay que antes (lo que es mucho decir: ¡¡es Neil Gaiman!!) y a ella la miraban con ojos aún más amorosos (esto ya es una licecia literaria mía).

Así que ya lo sabéis, haced como yo: entregaos al Doctor. Es aún más grande por dentro.

viernes, mayo 21, 2010

Lofyu II: ¿fin de la historia?

¿Os acordáis de Lofyu? He aquí la segunda parte de la historia.

En los últimos tiempos Lofyu ha estado muy tranquilo. Sobre todo desde una conversación que tuvimos después de Semana Santa. Imaginaos: clase de Geografía, yo escribiendo en la pizarra, él en la última fila. De repente, la voz de Lofyu rompe el silencio:

- Profe, ¿qué has comido esta Semana Santa? - y de nuevo se hizo el silencio.

Dejé la tiza. Me giré despacito. Subí la ceja y me puse en jarras:

- Lofyu, por un casual ¿me estás llamando gorda?

La clase estalló en una carcajada. Lofyu se puso rojo.

- Yo no... no... profe... yo no... - balbuceó.

- Lofyu, me acabas de llamar gorda, así que cállate - yo estaba muerta de la risa por dentro y a saber qué me quería decir Lofyu, pero ya he aprendido que es mejor cortarle rápido y no intentar indagar.

- Que yo no.... yo no...

- ¡Scht! volvamos al sector primario, que ahí sí hay vacas de verdad.


De eso hace más de un mes. Lofyu ha faltado bastante y cuando ha estado, ha estado muy discreto (para ser él) . Hasta hoy. Al comienzo de la tutoría se me acerca y me dice:

- Profe, tengo que hablar contigo.

- Claro, dime.


- No. Después. Al final de la clase. A solas.
- me ha musitado, muy misterioso.

- ¿...? vale, Lofyu, luego hablamos.

Al final de la clase Lofyu ha esperado hasta que nos hemos quedado solos (sus compañeros han huido en desbandada, era última hora) y se ha acercado.

- Profe...

- Dime, Lofyu.

- Tengo que contarte algo... porque... yo... - estaba muy serio, mirándome con cara de tristeza - yo...

- ¿Vas a decirme que te marchas a tu país?

- Hala, ¿Cómo lo sabes? - su cara ha mutado a sorpresa.

- Ah, me he enterado por ahí. - me lo había chivado el jefe de estudios.

- Ya, bueno, me marcho a mi país y quería... yo, profe, es que me voy... y... y... es que... quería decirte...

Justo en ese momento ha entrado en el aula uno de sus amigos de la otra clase.

- ¡Vámonos, Lofyu!

Interrumpido por su compañero, Lofyu me ha mirado de nuevo, ha suspirado, ha cerrado su boca, ha desistido de decirme cualquier cosa que quisiera decirme y se ha marchado.

Así que me he quedado sin saber qué era lo que rondaba por su cabeza y qué me iba a contar. Aunque la verdad, ha sido un alivio... a ver si Lofyu se ha envalentonado pensando en los miles de kilómetros que nos van a separar dentro de un mes y me monta una escenita del diván... o me dice que sí, que mis caderas son de la anchura de Ecuador.

miércoles, mayo 19, 2010

El meneíto

El domingo por la tarde me llevé un susto de muerte. Cuando entré en el blog para ver los comentarios de mi último post, había un montón más de golpe. Me pareció raro, así que me metí en las estadísticas de visitas. Entonces sí que casi me da un chungo: la columna que mide las visitas se había elevado hasta la estratosfera, multiplicando por diez las visitas que tenemos normalmente. Como soy una torpe, agarré el móvil y llamé a Be:

- Be, ¡heeelp! ¡que no sé que ha pasado! ¡que algo ha pasado en el blog que hay muchas visitas!

- Será que nos ha enlazado Griselda.

- Bueno, sí, pero tiene que ser algo más, que otras veces nos había enlazado y no se había subido tanto.

- ¿Tanto? ¿a qué te refieres?

- ¡A muchas! bueno, no sé, a lo mejor soy una torpe y estoy mirando el total del mes o algo.

- Espera que lo miro... ¡¡¡AAAAGHHHH!!! ¡Pero tía! A ver la procedencia... Menéame. Ya está.

- Hala.

- Jajaja, pues después de esto, yo no pienso postear la siguiente, jajaja.

- Jo. Pues no pensaba en escribir en un tiempo, que estoy agobiada con las opos.

Pues eso. Que el domingo menearon mi post del viernes, la gente lo empezó a votar, estuvo entre los más populares del día, entró un montón de gente en el blog y yo aluciné mucho. No me puedo quejar: siempre es halagador que, primero, alguien piense que tu post merece la pena y que va a gustar. Y segundo, que a mucha otra gente le guste y lo menee (asumo la parte negativa, que no se le puede gustar a todo el mundo y que no todos los comentarios van ser positivos... y eso que he tenido mucha suerte).

No es nuestra primera experiencia con Menéame: en algún momento un blog tomó prestado el post que hicimos Be (como Candygirl) y yo para cosas de frikis* y lo meneó. Pero el Quédate como tal creo que no había aparecido por ahí (al menos que nosotras nos enterásemos).

Sé que este subidón de visitas ha sido efímero y que el 99,99% de los que visitaron este blog por el método meneador no volverán por aquí. Pero me preocupa ese 0,01%. Y es que, claro, llegaron aquí por un post serio... ¡para uno que escribimos en serio por aquí! así que si alguien de los nuevos ha decidido quedarse a dormir, le tengo que contar que se va a encontrar con cuatro bloggeras (algunas más prolíficas que otras), un lenguaje raro (los conceptos básicos QaD, con joyas como frinkar, raca o lover), armas (¡bate de purpurina, cetro de la cursilidad!) y un montón de habituales estupendos. Que somos bastante gansas, un poquito petardas, demasiado drama-queens, pero majas, así en general.

Pues eso, que bienvenidos.

(Y con esto y un bizcocho, nos quitamos la presión de postear después del mogollón).

*Lo de ese post ha sido uno de nuestros grandes éxitos: conocemos a gente a la que le ha llegado en forma de cadena al mail. Brutal.

viernes, mayo 14, 2010

El síndrome Belén Esteban

Como profesora, las preguntas de los alumnos que más me cuesta responder convincentemente son sobre porqué hay que estudiar cosas que a ellos les parecen inútiles o absurdas, como la Historia o la Geografía. Yo tengo claro qué me aportan a mí, pero de todas las razones que hay para estudiar estas cosas, yo les hago hincapié en lo necesarias que son estas disciplinas para comprender el mundo en el que viven: las coordenadas de espacio y tiempo, que al fin y al cabo son las que tratan la Geografía y la Historia, nos ayudan a conocer el sitio que ocupamos en el mundo y a comprender de dónde vienen todas nuestras realidades. Que todo eso les puede parecer ajeno y absurdo, pero que muchas de las cosas que estudian tienen que ver con su vida real y que, quieran o no, les afectan.

Por ejemplo, ¿quieres saber por qué tienes a tu lado a un compañero que viene de Ecuador? ¿por qué habla el mismo idioma que tú? ¿quieres entender por qué un señor, por nacer con el apellido Borbón, va a ser "rey" y el Estado Español le va a dar mucha pasta (que vendrá de los impuestos que tú pagues de mayor)? ¿por qué lo que digan unos señores europeos en Bruselas va a repercutir - y mucho - en tu vida? Todo eso es geografía. Todo eso es Historia.

Algunos entienden qué quiero decir, otros no. Yo no llevo mal las preguntas, las protestas... son críos. Es normal. Donde me desarman del todo y me dejan sin respuestas es cuando me dicen que todo eso les da igual. Que para qué quieren saber dónde está Marruecos, si no van a ir nunca. Para qué conocer el tipo de elecciones que hay en España, si ellos no tienen la intención de votar jamás. Que les resbala que haya una guerra en Irak, que media África se esté muriendo de hambre o que la Unión Europea diga "bla". Si ni siquiera les interesa eso, imaginaos lo complicado que me resulta hacer que se interesen por lo que hacían señores de hace cinco siglos, por muy apasionante que yo intente pintarlo.

Y, Lo que llevo peor con diferencia, es esa actitud de orgullo con el que exhiben su ignorancia y su cortedad de miras. Esa actitud de "no sirve para nada, no me interesa. Eso que cuentas y a lo que dedicas tu vida es una mierda. Yo quiero jugar a la Play/ irme de compras al Centro Comercial y ya". La tienen conmigo, que enseño Historia, pero también que los profes de lengua, de biología, de matemáticas. El desprecio por los libros, por el Arte, por la Cultura, por las Ciencias... no es algo tan raro, y puede conmigo.

Últimamente esa actitud está más de moda que nunca. Tenemos una perfecta encarnación en la dichosa Belén Esteban, que no sabe nada, no quiere saber nada y se jacta de ello. La mala educación, la zafiedad y la ignorancia puestos en un pedestal día tras día. Todo el mundo la aplaude porque ella es "auténtica" (signifique lo que signifique eso). Conozco a mucha gente a la que le gusta ver a la Esteban y es curioso, porque hay toda clase de personas entre su público. Entre ellos, los que más me llaman la atención son dos tipos: la gente que tiene (o cree que tiene) más educación que ella y la ve como un divertimento, incluso algunos como un consuelo (yo soy mejor que ella), o los que son como ella, que han visto como la ignorancia y la mala educación también te pueden hacer triunfar en la vida y que hay que sentirse orgulloso de ello. Eso me da miedo: que se extienda y que sirva de ejemplo a más bobos, que opinen que el no saber nada es estupendo. Que el presumir de ser zafio e inculto se convierta en políticamente correcto y sea bien visto.



"Eh, que yo no quiero ayuda de nadie, que no necesito ayuda, leche" dice la Esteban en un momento de estos cuatro minutos de despropósitos. "Como yo no he pillado esa revolución -la industrial- tres narices me importa"- un argumento que podría haber empleado uno de mis peores alumnos.
En fin... lo grande es que estoy convencida de que la mayor parte del público (y muchos de los de las mesas) no tenían ni idea de que la chica estaba metiendo la zarpa hasta el fondo y más allá y reían y aplaudían porque lo decía el regidor.

Entendedme: yo no critico a la gente que no sabe. Yo no sé mucho de tantísimas cosas... tampoco creo que tenga que ser motivo de vergüenza el no haber estudiado, el no hablar correctamente o el tener lagunas de conocimiento. Lo que me revienta es la actitud contraria, la exhibición con orgullo de la ignorancia y el menosprecio a cualquier cosa que huela a sapiencia. Me duele el desprecio a la educación, en todos sus sentidos. Me duele... y me da una pena que me muero.

jueves, mayo 13, 2010

Becarios nuevos (yay!)


Yo tuve una suerte atroz cuando era becaria. Mi jefe consideraba que él no tenía por qué enseñar nada a nadie, pero esperaba que los becarios sacáramos un montón de trabajo adelante. Y yo me encontré, becaria, marginada por el jefe y enseñando a otros becarios. Desde que dejé de serlo yo, he tenido a mi cargo como una docena de becarios que no me ha dado la gana que se sintieran dejados de la mano de dios. Les he dedicado tiempo, les he echado broncas, les he enseñado. Hace poco me enteré de que también he hecho llorar a más de una y más de dos... pero, lágrimas o no, sigo en contacto con la mayoría (y aparentemente me quieren bastante).

Ahora tenemos dos becarios nuevos, un chico y una chica.

Él, llamémosle Flandul, es tirando a lento. No tonto, sólo... lento. Hay que explicarle las cosas muy bien para asegurarse de que las ha entendido. Si no, va y actúa conforme a la información que cree que tiene y hace las cosas mal.

También es lento explicándose. Tarda cinco minutos en preguntar una duda, da argumentos larguísimos para justificar cada paso que da, se remonta a los íberos para explicar que tiene un problema con el programa de edición de vídeos. El primer rapapolvo que le eché fue para decirle que todos tenemos mucho trabajo y que si nos puede hacer la pregunta en tres palabras que no use 20.

Pero tiene ganas, y pone empeño, y no es tonto y en cuanto pierda el miedo y coja soltura lo hará bien.

Ella, llamémosla Arsaquilloarriquitaun (AQA), es una listilla. Llegó con una actitud de yo-de-esto-controlo que la hacía parecer prometedoramente eficaz, pero no: se ha quedado en triste sabelotodo. Cuando AQA la caga (varias veces al día, es nueva, es normal) interrumpe a quien quiera que se lo haga notar con miles de explicaciones por las cuales a) no está mal, o b) no es culpa suya. Las explicaciones son largaaas (y tramposas), y algunos compañeros han dejado de decirle cuando algo está mal simplemente para ahorrarse el rollo.

Yo no: el otro día, tras asegurarme de que entre mis funciones está poner las pilas a los becarios, le dije que cuando eres becaria y un compañero que sí sabe como se hacen las cosas te está explicando lo que has hecho mal, lo que tienes que hacer es callarte y tomar nota. Y luego ya si eso.

AQA es Sevillana hardcore (al salir del curro en lugar de cañas toma manzanillas), tiene un acento cerrado y se dirije a los compañeros como "cariño", "corazón" y "shurrete": la editora se ha planteado seriamente envenenarla.

A mí el acento me da lo mismo, me agobia más el perfume que se pone. En el que se BAÑA. Huele dulce e intensísimo, como de abuela zorrón pija. Y marea. Y genera dolores de cabeza a medio equipo.

He tenido la mala suerte de trabajar con un par de personas con problemas de olor corporal y nunca he tenido los webs de decirles que el desodorante es un producto inventado por dios para hacernos más felices y que merece la pena que lo prueben; pues con ésta me he planteado seriamente decirle que su colonia apesta.

Pero de momento no voy a hacer nada, porque creo que es el Síndrome Pre-Menstrual que habla por mí y no quiero hacer llorar a ninguna persona/churrete más.

martes, mayo 11, 2010

Corchetes y nenes

La última vez que estuve en Palma quedé una tarde con Quelitas. Fuimos a su casa con sus dos nenes (el niño de cuatro años y la nena de cinco meses) y según entramos por la puerta Quelitas cometió una insensatez:

- Hala, Misia, toma a la nena - me puso a la bebita en brazos- y ponle en pijama y cámbiale el pañal.

- ¿Quéeee??

- Es fácil. Te dejo aquí todo lo que necesitas. Yo me voy a hacer la cena para el nene. - y se perdió en el pasillo hacia la cocina.

Ahí me quedé yo, en shock y entrando en momento pánico. Paralizada. Con esa cosita preciosa y sonriente que me miraba y meneaba los piececitos, un montón de ropita diminuta alrededor y mucho susto en el cuerpo. Aclaro: los bebés que he tenido cerca de mayor han venido de visita. Mis primas pequeñas vivían en Madrid, así que no he tenido demasiado contacto con bebés. Por tanto, en mi vida había cambiado un pañal. Y en ese momento no sólo tenía que cambiar un pañal, sino el kit completo de bebé.

- ¿Que-Quelitas, tú estás seguuuuraaa de que yo voy a saber???

- Que sí, boba, es fácil - me gritó Quelitas desde la cocina.

Suspiré. Miré a esa cosita pequeña que se agitaba y volví a tomar aire.

- Bueno, bebita, aquí estamos, tú y yo solas. Bueno, tú, yo y unas toallitas. Así que pordiospordios, no llores, que soy novata.

Despacito, fui quitando ropita. En principio podía parecer sencillísimo, pero como había empezado a operar con la nena cogida con las dos manos, tuve que ir maniobrando para colocarla encima de mis piernas, sobre el sofá o casi haciendo el pino para ir quitando las distintas capas. Yo estaba desesperada, porque según quitaba una capa, aparecía otra. Yo ya no sabía si me habían dado una niña o una cebollita francesa.

Agradecí mil veces su labor a los creadores de los automáticos y mil veces maldije esa pequeña camiseta interior: ¿cómo esa cabeza grande había podido entrar por este cuello chiquito?

Finalmente llegué al meollo de la cuestión: el pañal. Lo quité, rezando para que no hubiera regalitos sorpresa (demasiado para mi primera vez) y suspiré de alivio al ver que no. Limpié a la nena y puse el pañal y después el pijama, que gracias a dios era un modelo como de stripper: totalmente abierto por los lados y con muchos corchetes. Cuando estaba abrochando los últimos, llegó Quelitas.

- A ver... uy, tenías que haber puesto el body antes del pijama y el pañal está suelto. Hala. - en dos nanosegundos consiguió desvestir a la nena otra vez (sí, lo que yo había tardado diez minutos en hacer, ella lo había conseguido en medio momento). Arregló el desaguisado y me la dio - acaba. ¿Ves como no es tan difícil?

Después de la experiencia de jugar a las muñecas con una de verdad, me puse a jugar con el nene, que durante toda la operación me había estado observando e iba trayéndome juguetes, y más juguetes, aunque yo no podía más que hablar con él, porque el resto de mis sentidos estaban puestos en abrochar corchetes. El nene me enseñó que existe algo parecido a una spidergirl (ni idea de que existía), demostré lo torpe que puedo llegar a ser cazando mariposas y vimos a Baloo y Mowgli.

Al final de la tarde me sentí muy, muy orgullosa. Muy orgullosa... y muy torpe, por no saber hacer las cosas y muy acojonada. Es decir, ¿y yo pretendo tener nenes? ¡si no tengo ni idea de estas cosas, si me sentí una inútil! ¿Se supone que eso del instinto maternal te dice cuándo está lo suficientemente apretado el pañal? ¿se supone que te da la habilidad de un malabarista para coger al niño de forma experta? ¿esas cosas se aprenden? ¿cuánto tardan en aprenderse? ¿hay buenos libros de instrucciones?

jueves, mayo 06, 2010

Las hermanas Brontë son guerreras


Actualizo rapidísimamente para colgar otro youtube. "¿Otro? Nooooooo!", gritaban ellos mientras sus ordenadores se colgaban. "Pues sí, otro", contestó ella feliz y despreocupada. Porque las Brontë sisters rule!!

martes, mayo 04, 2010

Hombres G: de las pilas del casete a la batería del ipod


Querida Misia, no sé si vas a poder perdonarme por lo que voy a hacer a continuación... pero es inevitable. Te voy a llenar esto de youtubes de los Hombres G. Pero te quiero mucho. Como la trucha al trucho. (¿Cuela?)

Acabo de volver de un concierto en el teatro Compac Gran Vía -me han regalado dos entradas porque soy muy buena y adorable-, y estoy levitando.

Cualquiera que se quede a dormir con relativa asiduidad sabe que me encantan los Hombres G. Tengo todos sus cds y algunos de sus vinilos, salen en mi TopTen de canciones de ruptura, si hasta estoy en un grupo en Facebook que pide a los señores de Playstation un SingStar Hombres G!! (por cierto, estamos a punto de llegar a los 200: ¡¡¡únete!!!)

Hace unos años esperaba el bus cerca de casapadres con una mamá joven (relativamente, en realidad: era algo mayor que yo) y su hija. La niña jugaba, enredaba, parloteaba, y le pedía a su madre que le cantara cosas. Me hizo gracia, me recordó a mí (la niña, no la madre). El caso es que la madre se puso a cantarle (yo también obligaba a la mía a ese tipo de cosas). ¿Y qué cantaba? Hombres G.

-Que bonito, mami, ¿qué es?
-Hombres G, María. Un grupo de cuando mamá era casi tan pequeña como tú.

La hija se quedó callada, pensando en el misterio misterioso de que su madre hubiera sido pequeña alguna vez. La madre se quedó callada, pensando quizá en eso mismo. Yo me quedé callada, maldiciendo por dentro que la vida no sea un musical y no poder ponerme a cantar yo también (no hay bebé, no hay excusa).

Seguro que a las dos les molaría el SingStar Hombres G, a ver si al final Sony se abre al sentido común y abraza la verdad, y sale.

Aunque lo más probable es que la selección de canciones me decepcione. ¿Cómo no hacerlo? Los primeros discos son tan buenos que casi todo son temazos, pero también en los últimos tiempos han escrito cancionzacas imprescindibles.

En fin, que sigo levitando por el concierto, donde por cierto han tocado temas que no suelen tocar, algunas muy muy viejos... Los comparto con vosotros:

PLAYLIST de Hombres G, Teatro Compac Gran Vía de Madrid (3.05.10)

Lo noto


Mi coche


El secreto de vivir
Ésta es nueva: subiré el video si me pasa Coco el que ella grabó.

Si yo no te tengo a ti


Un par de palabras


La playa


Morir entre semana
Ésta también es nueva, y también es posible que pueda ponérosla por aquí... si Obi-Coco cumple su parte.

Sólo al llover


Ésta es tu vida


Por qué no ser amigos


Solo otra vez


Separados


¿Qué soy yo para ti?


Hace un año


Dos imanes


Te quiero


Indiana


Nassau


Voy a pasármelo bien


(BISES)

Me siento bien


Vete de mí
Pues eso, que también es nueva. Obiiiiiii!

No te puedo besar


Temblando


Venezia


No te escaparás


Marta tiene un marcapasos


Devuélveme a mi chica


Y así fue el concierto.

A mi lado se sentó mi alma gemela. No le había visto nunca antes, pero estamos conectados. Si estábamos sentados movía la pierna al mismo ritmo que yo. Cuando estábamos de pie, durante las más marchosas, bailaba y daba saltitos. Se sabía TODAS las letras. Hizo un par de vídeos con el móvil (de última generación). Le dio la mano a su muy madurita esposa.

Era un señor trajeado de no menos de 50 años.

Hoy (para mí, ya "ayer" para vosotros) fue el estreno, les queda por delante una semana de conciertos. Id, si podéis. Qué felicidad.