Hay un chico encantador al que llamamos Vacaburra. ¿Y cómo puede llegar un chico encantador a ser conocido por un nombre tan poco sutil?
Antes de ser Vacaburra, el chico, a quien llamaremos Juan Valdés (veintimuchos, fan del cine, moderno pero cero gafapasta, buen conversador, guapete, con una barriguita irresistible de macho proveedor, y sin bigote, ni poncho, ni burro) les contaba a Misia y Be sus aventuras en el trabajo.
Juan Valdés es montador en un programa de la tele. El 99% de los miembros del gremio de los montadores, como el de los técnicos de sonido, lleva incorporado de fábrica un chip de la mala leche que facilita su trabajo (que consiste en su mayor parte en tratar con redactores/periodistas, por lo general redactoras). Dicen que el chip de la mala leche les ayuda.
-Si es que no se enteran. Vienen con la pieza para que la monte, y les tengo que cambiar todo, porque es que no saben articular una historia con imágenes.
Las chicas ponen cara de comprensión. La de Misia es de empatía, porque es buena. La de Be es de comprensión, pero por las redactoras, a quienes se siente más cercana (aún resuena en sus oídos la voz de F gritando “BAJA EL FEIDEEEEEER QUE SE VA A FUNDIR EL JAREEEEEEE!!!!!!” mientras ella, que no sabe lo que es un feider, ni un jare, baja palancas y aprieta botones con los tímpanos taladrados, agobiada), pero no lo dice. Lo que sí dice es:
-Las redactoras de tu programa te tienen que tener mogollón de miedo, Juan Valdés.
Él se siente cómodo y comprendido, y continúa:
-El otro día bajó una… puff! Si es que no tenía ni idea. Me trajo la pieza en el último minuto… porque esa es otra, siempre lo dejan para el último día… bueno, pues le tuve que cambiar unas cuantas cosas, era un desastre… ¡y va la tía y vuelve a bajar y me pregunta que qué había hecho y que por qué le había cambiado la pieza!
-Qué arriesgada -dijeron Misia y Be-.
-Así que le estuve explicando como se usa el efecto 24 horas, que me había puesto al mismo personaje en todas las ventanas… Y ella me discutía, la tía. Y los dos gritando en la sala de montaje… Bueno, y el caso es que me dio hambre. Bueno, y se lo dije, claro.
-¿Qué te dio qué? ¿Qué le dijiste qué?
-Sí, es que olía así como…
-Espera, Juan Valdés. ¿Que te dio hambre? ¿Qué te dio hambre?
-Ella, que olía como a panadería.
-Ya… Y le dijiste…
-Pues en un momento que dejamos de gritar, le dije: “¿Te puedo hacer una pregunta personal?”.
-Ya… Y ella se murió de miedo, claro.
-No. O sí, pero me dijo que sí. Y yo le pregunté “¿A qué hueles porque me está entrando un hambre…”
-…
-Y ella me dijo: “A coco”.
-…
(Esos puntos suspensivos son Misia y Be sin palabras, lo que, en confianza, no pasa muy a menudo)
-En fin, que otra que me tiene manía.
(Aquí recuperaron el habla)
-No te enteras. Esa chica fue directa a convocar una reunión con sus amigas en el baño, y les dijo “¡¡¡No os podéis imaginar lo que me ha dicho la vacaburra del montador!!!”.
-¿Sí?
-Sí.
-Qué va... ¿Sí?
-SÍ. Bueno sigue. ¿Y luego…?
-¿Luego qué? Nada.
-¿Cómo que nada?
-Me saluda cuando me la cruzo en las escaleras.
-Será la única que se atreve, Vacaburra. ¿Pero no has vuelto a hablar con ella?
-Pues no…
-Pequeño Vacaburra, no conoces NADA a las mujeres. Mañana llévale bolitas de coco y dile "Mira, huelen como tú” o algo así, y será tuya para siempre.
Antes de ser Vacaburra, el chico, a quien llamaremos Juan Valdés (veintimuchos, fan del cine, moderno pero cero gafapasta, buen conversador, guapete, con una barriguita irresistible de macho proveedor, y sin bigote, ni poncho, ni burro) les contaba a Misia y Be sus aventuras en el trabajo.
Juan Valdés es montador en un programa de la tele. El 99% de los miembros del gremio de los montadores, como el de los técnicos de sonido, lleva incorporado de fábrica un chip de la mala leche que facilita su trabajo (que consiste en su mayor parte en tratar con redactores/periodistas, por lo general redactoras). Dicen que el chip de la mala leche les ayuda.
-Si es que no se enteran. Vienen con la pieza para que la monte, y les tengo que cambiar todo, porque es que no saben articular una historia con imágenes.
Las chicas ponen cara de comprensión. La de Misia es de empatía, porque es buena. La de Be es de comprensión, pero por las redactoras, a quienes se siente más cercana (aún resuena en sus oídos la voz de F gritando “BAJA EL FEIDEEEEEER QUE SE VA A FUNDIR EL JAREEEEEEE!!!!!!” mientras ella, que no sabe lo que es un feider, ni un jare, baja palancas y aprieta botones con los tímpanos taladrados, agobiada), pero no lo dice. Lo que sí dice es:
-Las redactoras de tu programa te tienen que tener mogollón de miedo, Juan Valdés.
Él se siente cómodo y comprendido, y continúa:
-El otro día bajó una… puff! Si es que no tenía ni idea. Me trajo la pieza en el último minuto… porque esa es otra, siempre lo dejan para el último día… bueno, pues le tuve que cambiar unas cuantas cosas, era un desastre… ¡y va la tía y vuelve a bajar y me pregunta que qué había hecho y que por qué le había cambiado la pieza!
-Qué arriesgada -dijeron Misia y Be-.
-Así que le estuve explicando como se usa el efecto 24 horas, que me había puesto al mismo personaje en todas las ventanas… Y ella me discutía, la tía. Y los dos gritando en la sala de montaje… Bueno, y el caso es que me dio hambre. Bueno, y se lo dije, claro.
-¿Qué te dio qué? ¿Qué le dijiste qué?
-Sí, es que olía así como…
-Espera, Juan Valdés. ¿Que te dio hambre? ¿Qué te dio hambre?
-Ella, que olía como a panadería.
-Ya… Y le dijiste…
-Pues en un momento que dejamos de gritar, le dije: “¿Te puedo hacer una pregunta personal?”.
-Ya… Y ella se murió de miedo, claro.
-No. O sí, pero me dijo que sí. Y yo le pregunté “¿A qué hueles porque me está entrando un hambre…”
-…
-Y ella me dijo: “A coco”.
-…
(Esos puntos suspensivos son Misia y Be sin palabras, lo que, en confianza, no pasa muy a menudo)
-En fin, que otra que me tiene manía.
(Aquí recuperaron el habla)
-No te enteras. Esa chica fue directa a convocar una reunión con sus amigas en el baño, y les dijo “¡¡¡No os podéis imaginar lo que me ha dicho la vacaburra del montador!!!”.
-¿Sí?
-Sí.
-Qué va... ¿Sí?
-SÍ. Bueno sigue. ¿Y luego…?
-¿Luego qué? Nada.
-¿Cómo que nada?
-Me saluda cuando me la cruzo en las escaleras.
-Será la única que se atreve, Vacaburra. ¿Pero no has vuelto a hablar con ella?
-Pues no…
-Pequeño Vacaburra, no conoces NADA a las mujeres. Mañana llévale bolitas de coco y dile "Mira, huelen como tú” o algo así, y será tuya para siempre.
No hemos visto a Vacaburra desde entonces, pero nos hemos informado de la progresión de la historia. Por si os lo preguntáis, Coco le dejó escapar (y viceversa). Pero esta historia que pudo ser y no fue vivirá para siempre en nuestros corazones.
Hay que ver la de tensión sexual que se respira en la tele. Jo.
9 comentarios:
Me uno al "Vacaburra forever!". Te has olvidado del otro consejo que le dimos: "la próxima vez que ella vaya a verte, fíjate de nuevo en su olor: si huele más intensamente a coco (que lo hará, seguro) es que hay un algo de interés por su parte". Que pena que la historia no cuajara, hubiera sido tan bonito...
Y ahora llega la realidad: si Vacabur..., este, Juan Valdés, lee esto, existe la posibilidad de que ponga en marcha su chip de mala leche, pero esta vez dirigido a nosotras. Así que quizás nos grite y posiblemente nos parta las piernas. Y Be, vendría primero a mi casa que es la que puede averiguar dónde está, pero que sepas que no aguanto muy bien las torturas, así que no te sorprendas si revelo tu dirección.
A Vacaburra le va a hacer ilusión, Misia, por qué iba a molestarle que contemos su vida en Internet sin preguntarle?
Pero todo ese potencial desperdiciado...!
Vacaburra me parece demasiado espontáneo. Menuda preguntita...
No sé, Jörg. Misia y yo coincidimos que de vernos en el lugar de Coco nos habriamos lanzado al cuello de Vacaburra, aunque, eso sí, con las rodillas temblorosas.
Por cierto, esos perfumes de sabores son arriesgados... Recuerdo a mi amiga RocioPin que llevaba la variedad Vainilla y su madre le decía: "Ay, hija, que mal hueles a chocolate!".
Bueno, y si llevas la de coco te dicen que para que te pones bronceador a 20 de Enero, pero lo mismo te pueden pasar cosas interesantes en un ascensor
Maya, cuenta cosas interesantes en ascensores (y luego cuento yo).
Jajaja, me referia especialmente a tu cosa interesante...
Ah! Jajajajaja, vale, el próximo post de "cosas chungas de Be" que escriba será ése. Tengo dos anécdotas ascensoriles "contables".
Publicar un comentario