Este fin de semana estuve viendo una gala de las estrellas del New York City Ballet aquí, en Palma. Me encantó el espectáculo: piezas de Chopin, Stravinsky, Minkus, Chaikovski, Gershwin y Ray Charles con coreografías de Marius Petipa (el gran coreógrafo ruso, responsable de los grandes ballets como el Lago de los cisnes, Cascanueces o Don Quijote), Balanchine (otro de los grandes, éste del siglo XX) o Robbins.
Uno de los atractivos de la gala era ver actuar a Joaquín de Luz, un bailarín español maravilloso que, como muchos otros, ha tenido que irse al extranjero para trabajar en una compañía de danza clásica sólida. Parece que algunos de esos bailarines que en su día se marcharon de España por falta de trabajo en la danza clásica, están retornando a España y están montando proyectos interesantes, como Ángel Corella, aunque no siempre les salen bien (María Giménez, otra gran bailarina, intentó poner en marcha una compañía - Arte 369- pero el proyecto no ha durado ni tres años: las últimas noticias que leí hablaban de la disolución de la compañía por falta de dinero).
En fin, volviendo a la función del sábado, me encantó. Las coreografías eran maravillosas y los bailarines tenían una gran calidad (alguno me gustó más que otro, pero en general muy bien). Me encantó la función, me gusta mucho el ballet, pero salí cabreada como una mona del teatro. Y no, no es por lo que pasó encima del escenario, sino por lo que sucedió a mi alrededor, en el público.
La mala educación suele irritarme, pero dentro de un teatro la irritación se me convierte en nazismo a la voz de YA por la falta de respeto de la gente. En esos momentos mandaría lo del derecho a la cultura a la porra y restringiría la entrada a los teatros de los irrespetuosos. Estaría bien implantar un carnet por puntos en el teatro.
- Tres puntos menos por llegar tarde: porque sí, amiguitos, en muchos teatros del mundo si llegas tarde a la función sencillamente no entras. En el auditorium de Palma eso no es así. Cuando el espectáculo empieza diez minutos tarde y aún así alguien no ha llegado, todavía tiene una oportunidad: le dejarán entrar en pleno primer acto. Porque ellos lo valen. Supongo.
- Dos puntos menos por hablar: ¿esa señora se está muriendo? ¿no? pues entonces eso que tiene que comunicarle a su amiga/su pareja/su cuñada puede esperar.
- Un punto menos por iniciar aplausos a destiempo: después de este párrafo me llamaréis snob, pero me da igual. Todo en esta vida tiene sus tiempos y el teatro o el ballet no son una excepción. En general en los conciertos de música clásica no se aplaude entre movimientos, sino que se espera a que acabe el último movimiento para aplaudir. Hay gente que se lo salta a la torera, bien por puro desconocimiento de esa "norma", bien conscientemente.
Yo personalmente prefiero que entre movimientos en conciertos de música clásica no haya aplausos, me parece que rompen la magia. Pero en el ballet directamente esos aplausos me sacan de quicio, porque generalmente llevan música enlatada y los bailarines están metidos en ritmo, así que un aplauso a destiempo suele implicar que la música suene de nuevo, los bailarines vuelvan a bailar y nadie esté escuchando nada por los aplausos de marras, que son innecesarios. Si los que inician esos aplausos saben, pero se saltan la norma porque ellos lo valen, mal porque molestan a la mayoría que sigue esa pauta. Si los que inician esos aplausos no saben de qué va el tema y aplauden por demostrar oh-dios-mío-cómo-me-gusta-esto-del-ballet-soy-guay, mal porque si uno no sabe, mejor observar y hacer lo que hacen los demás.
- Dos puntos menos para las toses empáticas. Entiendo que haya toses en un teatro. Molesta, pero lo entiendo. Lo que fastidia más y molesta el doble son lo que llamo las toses empáticas. Hay más o menos silencio y uno tose. Otro se anima y tose. El de allá no va a ser menos y tose más. Y otro, y otro... de repente, en un teatro en el que había alguna tos aislada de vez en cuando, tenemos una coral de toses en pleno patio de butacas. Ojalá la gente no fuera tan "sensible" y "empática" a veces.
- Un punto menos por llevar/abrir caramelos de menta envueltos en celofán. Puede parecer prototípico, pero sí, hay señoras que llevan esos caramelos y los abren enmedio del espectáculo. Además puedes apreciar como algunas, intentando hacer menos ruido, lo desenvuelven leeeentamente. Eso no sólo no evita el ruido sino que lo prolonga en una agonía sin fin. Este fin de semana me hubiera encantado soltarle un chillido a una señora que empezó a desenvolver su caramelo quince segundos después de que acabara el descanso de veinte minutos. A esa ni puntos ni nada, directamente expulsada.
- Del móvil ni hablamos.
Pues eso, que deberíamos tener un carnet de teatro para poder quitárselo a los que estorban a los demás. Diez puntos de menos y a la calle... ¡este fin de semana un cuarto del auditorium se habría vaciado antes del segundo acto y yo hubiera podido ver tan tranquila el espectáculo!