Hace tiempo que este post me está rondando la cabeza. Me cuesta
desprenderme de las cosas, de las personas, cerrar cuando ha llegado
la hora. Suelo remolonear, hacerme la tonta, mirar a otro lado,
esperar por si hay oportunidad de continuar. Al final lo único que
consigo es que las cosas agonicen tontamente, cuando quizás hubiera
sido mejor darles el golpe de gracia mucho antes.
Creo que me ha pasado con este blog. Hace tiempo que siento como
si todo a mi alrededor hubiera cambiado. Como si hubiera estado
viviendo en un piso compartido y todos mis compañeros se hubieran
marchado, uno a uno, a vivir solos y continuar con su vida y yo
siguiera aquí, estancada, en este gran salón, hablando sola. Y no
me gusta la sensación. Tampoco puedo escribir de lo que ahora mismo
me apetece porque seguramente no pegaría con lo que era antes este
blog.
Así que, por mi parte, he decidido levantarme, coger mis cosas,
apagar la luz del salón, salir y cerrar la puerta del salón.
Un par de personas muy sabias me han dicho que este blog se
merecía un cierre, una despedida. Así que aquí está, al menos
para mí. Después de casi nueve años, tras casi mil posts entre
todas, miles de comentarios, horas de risas... es hora de decir
adiós. Me quedo con todas las grandes cosas que me ha aportado este
blog, con todas las posibilidades que me ha abierto. Lo mejor, sin
duda, ha sido la gente que he encontrado por el camino. Muchos
amigos. Y un amor. ¿Qué más puedo pedir? Nunca me imaginé que el blog cambiaría tanto mi vida cuando escribí mi primer post.
Si queréis, podéis encontrarme en mi nuevo blog.
Ha sido un placer. Gracias a todos. Mil gracias.