Un amigo me decía el otro día que hay mucho de los demás en mí (y de mí en los demás, supongo yo), porque yo cuento muchas cosas a mis amigos, porque saben mucho de lo que me pasa, porque pido su opinión sobre algunos temas (aunque luego haga lo que me parece a mí y mi criterio prevalezca). Es verdad, necesito a mis amigos. A mis amigas.
Yo siempre fui de tener una "mejor amiga".
Eso si, fui cambiando.
Tuve esas relaciones exclusivísimas que se tienen en el cole, que son casi como tener una novia, con celos, posesividad, enfados explosivos, juramentos de amistad eterna… a los siete años.
O esas amistades de la adolescencia, basadas en la complicidad, en la rebeldía, en enfrentarse al mundo juntas, en el "nosotras frente a todos", en el "el que se escandalice que se j*da".
Hasta esas algo más maduras (juas) de la veintena, donde aparecen temas algo más serios y problemas más complicados que antes, y el apoyo pasa a otro plano, distinto pero no más profundo.
También supongo que habrá gente que nunca las haya superado las amistades de los siete años, y que con treinta siga teniendo una mejor amiga a la que le cuenta todo y con la que habla miles de horas al día y con la que cuenta para decidir todas sus cosas.
A mí no me pasa. Soy autónoma, mis decisiones las tomo yo, no soy parte de ningún pack y tengo una "bolsa de amigos" bien surtida, en las épocas malas intento no saturar a ninguno en concreto y mi relación con mis amigas se parece menos a un noviazgo y más a… a otra cosa.
De esas mejores amigas algunas se reciclaron en esta "otra cosa" y otras se quedaron en el camino. Las de la más tierna infancia, época pretecnológica donde las haya, están perdidas para los restos. De algunas, me da pena (pienso en Noria, sobre todo, y en Nat). De otras, me da igual (AnaIs). Coco, con la que comí la semana pasada casi se me pierde (pero sólo "casi", este sábado salimos con otras niñas de la clase). A Verdú me la encontré hace unos años en el baño de un VIPS y en lugar de Maribel la llamé Vanesa (le sentó fatal y me dio igual). De La Mala ni me acuerdo. Ni de Pin (aunque el año pasado me encontré con su madre y seguía tan encantadora como siempre). Ni de Witt. Hay algunas que nunca se han ido, como Zuza, Flinthera, Niña, Espineidi, Flappy, aunque estén lejos.
Y gracias a Facebook (herramienta de Satán, pero con mucho potencial) hace unos meses me encontré con Ella.
Ella fue una de las personas que más quise durante muchos años. Era mi mejor amiga. La admiraba, la quería, sabía que podía contar con ella para lo que fuera, y me consta que era mutuo. Las dos nos sentíamos perdidas y pensábamos que la otra estaba centradísima: Ella pensaba que yo era la tranquila, la armoniosa, la dulce; yo pensaba que Ella tenía las ideas claras, que sabía lo que quería y por dónde se llegaba.
Con el tiempo (empezamos en los teens, después llegaron los distintos horarios, distintos amigos, distintos novios) dejamos de hablar tanto, de vernos tanto, de… querernos tanto, supongo. En mi caso fue inercia, y no estoy orgullosa de haber dejado que eso pasara.
Ahora he podido decirle un montón de cosas que se me quedaron por decir. Y nunca volverá a ser como antes (menos mal), pero me he quedado a gusto. No sé si a Ella le habrá cambiado un poco el sabor extraño que nos quedó de aquel final. A mí sí.
AÑADIDO POST-ERIOR (viernes por la noche): El post puede dar la impresión errónea de que no me importa lo que Ella pueda pensar/sentir ahora. No es cierto: me encantaría que Ella olvidara lo malo y recuperara lo bueno (como me ha pasado a mí), y que al pensar en nosotras el sentimiento predominante fuera el cariño (como me ha pasado a mí). Pero incluso si no es así... he ganado mucho desde hace unos meses.