Este post va de hacer risas tontas sobre un asunto serio. Otros hacen risas negras y listas, como uno de los manifestantes que tuiteaba el otro día desde la plaza Tahrir: Want to laugh? I'm thinking to myself, "if I get arrested, moms going to kill me... And Mubarak"
Tengo el pasaporte caducado. Eso para un periodista es una cosa muy lamentable, porque mi trabajo es contar cosas desde la Bolsa, o desde el Ministerio de Economía, o desde la redacción de mi tele, pero imagínate que me mandan a Egipto a contar la revolución de estos días. Que me hubiera encantado, pero no hubiera podido por no tener el pasaporte en regla
(*).
Así que mientras me decido a entrar de lleno en el proceso de renovación (mi dni está caducado también) me he puesto a hojear el pasaporte. Y me he encontrado algunos sellos.
Verano del 2007, viaje de superamor a un Túnez lleno de peces, picaduras de medusa y tomates, en Mahdía, el mayor puerto pesquero del país.
Diciembre de 2010, un joven tunecino llamado Mohamed Bouazizi protesta después de que su puesto callejero de frutas fuera confiscado, dejándole sin trabajo, sin fuente de ingresos, sin medio de mantener a su familia, quemándose a lo bonzo. Su acción, unida al descontento de la gente por la subida de los precios de los alimentos básicos, la crisis económica y la corrupción en el país, dieron lugar a una revolución sin precedentes que consiguió derrocar a Ben Alí.
Verano de 2009, viaje de aventuras, turismo y gastronomía con Maricalpi, me dejé medio corazón en El Cairo y el otro medio en el Nilo.
Enero de 2011, contagiados por la exitosa revuelta de Túnez y con un poco de ayuda en Internet, Egipto ruge. Una multitud de manifestantes, con gran presencia de mujeres, de jóvenes, de familias, protesta contra el régimen de Hosni Mubarak. Durante días se hacen fuertes en la plaza Tahrir, desafiando a las cargas policiales, a la falta de comida y agua, a los cortes de las telecomunicaciones móviles e Internet. El punto álgido es la "marcha del millón de hombres", la manifestación multitudinaria del 28 de enero. En este caso el presidente se resiste a dejar el poder, y manda a sus hombres, organizados, a enfrentarse con los manifestantes (¿qué pasa? ahora no soy periodista, soy bloguera). Armados con palos, piedras, cócteles molotov y en algunos casos armas de fuego, se enfrentan a la multitud. Tras unos días de acoso a la prensa internacional y detenciones de activistas y trabajadores de las organizaciones de derechos humanos, el gobierno promete el cambio, sí, pero con tiempo de tomar represalias y llevar a cabo un Tiananmen con cuentagotas. Cientos de miles de egipcios siguen protestando, pidiendo el cambio "ya", confiando en que pueden cambiar las cosas.
¿Casualidad? No lo creo.
Con este mismo pasaporte he viajado a Cuba, Roma, Londres, Estambul, y ya
hay quien se pregunta si imitarán los cubanos a Egipto. Aquí hay una pauta, y no soy la única que la ve.
¿Qué opináis? ¿Será Cuba la próxima en caer? ¿Le seguirá Turquía y luego Londres? ¿Y después Cádiz?
Y, sobre todo, ¿dónde voy este verano?
(*) No me han mandado a El Cairo, pero lo he contado desde aquí con ayuda de nuestra corresponsal, de la agencia Reuters, de Al Jazeera y de twitter, lo mejor posible en esas condiciones. Y lo he vivido con una ilusión que hace mucho que no sentía. Hasta el 2 de febrero, mi mensaje de gtalk era "en la tele pero soñando con Egipto", 3 de febrero lo cambié a "en la tele pero sufriendo con Egipto", y ayer volvía a ser "soñando".
También he pensado en mi copto, con el que hablé el día antes de que empezaran las revueltas y del que no había vuelto a saber hasta este miércoles: "No te preocupes por mí, estoy con mi familia lejos de El Cairo. (…) la situación ha dejado de ser apasionante para ser peligrosa solamente (…) ¡Hablar contigo resulta muy peligroso porque al día siguiente pasan los líos!".