Sí, hay personajes de ficción a la que apalearía gustosa sin preocuparme de despeinarme el flequillo o desconcharme el esmalte de uñas rojo sangre. Por ejemplo, y me siento arropada por La Perri en esto, MELINDA, la chunguísima protagonista de “Entre Fantasmas”.
La Perri dice: “Es la más maquillada y peinada de todas las series en antena... ¿Cuando va a dejar de ponerse camisolas que realzan sus tetas y tapan su culo (hace como seis cambios de vestuario en un sólo capítulo)? Hay tantos primeros planos de su cara con pestañas postizas, superraya del ojo y labios ultraglossy (como diría Pe en su anuncio) que tengo pesadilllas con ella.”
Y yo añado: ¡Muerteeeeeeeeeeeee! (y destrucción).
Yo, básicamente, odio a las mosquitas muertas. No puedo con ellas. Seguramente a ellas les irá mejor que a mí en la vida, pero es que el rollo pasivo-agresivo me mata. Y el personaje de Jennifer Love-Hewitt es un ejemplo de manual.
Estamos hablando de una tía que le monta el pollo (pero a su estilo encubierto "laculpaestuyayosoyunasanta") a su marido por tener un Amigote, cosa que es sanísima y que por cierto ya tenía cuando le conoció. Una tía que cuando ve salir al Amigote de la ducha envuelto en una toalla con la palabra “HERS” bordada (una horterada que no veas que significa que era la toalla de ella) le mira con cara de infinito desprecio y asco a la par que virtud, por aguantarse las ganas de decirle que la próxima vez se seque las vergüenzas con la toalla de invitados.
Una tía que, cuando su marido llega a casa por la noche con unos compañeros de trabajo (entre los cuales se encuentra el Amigote -que por cierto, lo más que hace el pobre es trasnochar y tomarse dos cervezas-) mientras ella está en el salón pintándose las uñas, pone cara-de-oler-caca-pero-querer-disimular y se va diciendo “No, quedaos aquí, no pasa nada” pero que a continuación llama al marido y le dice “Ya sé qué ocurre… No es que no me guste tu amigote, es que no me gustas tú cuando estás con él” y se pira a dormir a una casa encantada (por algo la serie se llama "Entre Fantasmas").
Una tía que un día le pregunta al marido (que tiene un cuerpazo de bombero que no veas pero una mente blandiblú o si no no lo entiendo) si sigue en contacto con alguna de sus ex novias. Él le dice que sí, que con una que vive en otro estado y que le manda fotos de sus hijos por email. Ella sigue cortando verduras con cara de psicópata decepcionada. Él le dice: “También sigo en contacto con su ex marido”. Ella agarra con más ansia todavía el cuchillo cebollero.
Avanza el capítulo y La Mosquita Fantasma vuelve al ataque. “¿Tu ex no es abogada?”. Marido-Bombero contesta: “Sí…”. Y ella: “Entonces debe de ser muy lista, ¿no?”. Él SABE que se está metiendo en un jardín. Y también que ya no podrá salir. “¿Cada cuanto os escribís?”. “Cada dos meses o tres”.
Jennifer Love-Hewitt saca la artillería pesada: “Dejarías de escribirle si yo te lo pidiera?”. Marido-Bombero: “Pero, ¿por qué?”. Ella: “¿Es que no puedo pedirte que hagas algo algo sin explicarte las razones?”. Él va a decirle que “NO” pero se encuentra con la cara de ella de “piénsatelo que te la estás jugando” y cambia de idea. Ella continúa: “Perdona si no me hace feliz que intercambies emails con tu inteligentísima ex novia que se acaba de divorciar y busca un padre para sus hijos”. Y él, en lugar de decirle que es una loca reprimida, paranoica e insatisfecha, opta por: “Sí, cariño. Me parece muy lógico lo que me pides”.
Es que no puedo, de verdad. Porque si a mí mi novio me pide que deje de hablarme con mis exes me tienen que llevar a urgencias con una contractura del ataque de risa que me da.
Muerte a las mosquitas muertas. Que no siempre son las novias, no se crean, a veces son las ex. A veces son la mejor amiga. A veces son la madre. A veces son la hermana. Pero están ahí. Existen, señores. ¡Son las que integran el club de fans de Entre Fantasmas…! Para reconocer el fenotipo no se me ocurre nada mejor que remitirles un viejo post de La Petite Claudine: "Sus armas son la pena, la modestia y el sentimiento de culpa. La más letal de todas, sin embargo, es la adulación. [...] Una persona entregada y dulce que se desvive por el prójimo sin esperar nada a cambio. Pero, ¿os habeis fijado que siempre consigue que todo el mundo haga lo que ella quiere?". Piensen, seguro que conocen alguna.