- Misia, es que si no vas tú, nadie quiere ir a la excursión y los chicos no van a ir.
Me dio pena por mis alumnos, así que le dije adiós a mi día libre y me dispuse a ir con mis chicos de periplo por Madrid. Con ellos... y con sesenta más, a los que no conocía de nada porque no los he tenido nunca en clase.
El día de la excursión en el hall me encontré con otras dos pringadas a las que habían liado para ir y con los casi noventa alumnos que llevábamos.
- Yo estoy aquí porque me ha obligado el jefe de estudios. Como sólo tengo dos horas hoy me ha liado... ¡y no conozco a ninguno de estos alumnos! - dijo la profesora A.
- ¡Holaaaa, chicooooos! - la profesora B no era profesora. Era la asistente social del centro. Oh, cielos. La chica es uno de esos especímenes que es una buenrollista con los chicos y una malrollista con los profesores porque somos unos seres malvados que oprimen a sus adolescentes y que no entiendemos que si un adolescente te putea es porque se está expresando legítimamente.
Nos encaminamos a nuestro destino. Tres líneas de metro, dos trasbordos, una hora y diez de camino hasta llegar a la dichosa actividad. Una invasión de noventa adolescentes de quince años montados en el metro. Ellos y una terible arma en potencia: sus noventa móviles. Con sus altavoces. Con mp3. Con distintos gustos musicales. Agrupados en parejitas, algunos empezaron a deleitar al pasaje con delicados regetones o exquisitos raps. Yo ya había avisado a mis alumnos de que si veía un movil con musiquita en alto en el metro lo confiscaba. Pero había sesenta alumnos y treinta móviles sin avisar... así que me fui recorriendo el vagón amenazando con confiscar móviles y poner partes a los propietarios ruidosos.
Me costó un par de gritos con los chavales, pero conseguí el silencio (musical) en el vagón y las miradas de agradecimiento de algunos pasajeros. Supongo que eso es lo más cerca que estaré alguna vez de sentirme como una súper heroína... aunque en el fondo fue una cuestión de egoísmo: me fastidia tantísimo ir en el metro o en el bus rodeada de gente maleducada que me impone su ruido que el poder hacer algo por una vez me resultó muy gratificante. Eso sí, cuando llegamos al destino yo ya estaba agotada.
En la actividad me aprendí el nombre de un par de alumnos a los que no conocía. Cuando te aprendes el nombre de un alumno en estas circunstancias, no suele ser una buena señal. Como se comprobó en el viaje de vuelta. Los hechos fueron los siguientes:
- Alumno 1, del que me había aprendido el nombre en el minuto cero de la actividad, decide que está cansado y se sienta. Enmedio del andén de unas de las estaciones de metro más concurridas de Madrid.
- Le voceo.
- El alumno 1 se levanta, evidentemente después de mucho protestar. ¡Cómo puedo ser tan mala, que no le dejo estar tirado en el suelo enmedio del paso! qué zorr*, la profesora.
- Subimos al metro. Vigilo al alumno 1 porque le veo con ganas de liarla.
- El alumno 1 decide atar a su compañero (al que saca dos cabezas de alto) con el cinturón que sujeta las sillas de ruedas en el vagón.
-Le reprendo y consigo que el alumno 1 suelte a su compañero, aunque al grito de "¡pero si no estoy haciendo nada!".
- Sigo vigilando al alumno 1, al que tengo a un metro y medio de distancia.
- Alumno 1 decide tirar del freno de emergencia del vagón de metro.
- Veo per-fec-ta-men-te como alumno 1 alarga su brazo, cierra los deditos y tira del freno. Le suelto un grito.
- Se sucede un intercambio dialéctico prototípico: ¡Yo no he sido, profesora! - grita el alumno.- ¡Pero si te he visto perfectamente!- ¡No puede ser, yo no he tirado del freno! ¡que te he visto!
- Al menos hemos tenido la suerte de que el chaval ha tirado del freno mientras estamos en una estación, por lo que el metro está parado mientras entra y sale gente. Pero aquello empieza a pitar y a pitar y se enciende una luz encima de la cabeza del alumno 1. El metro acaba de cargar y descargar gente, pero no vuelve a ponerse en marcha porque está bloqueado porque algún botarate ha tirado del freno de emergencia. Ejem.
- Sigo gritando al alumno 1:
- "GRRRRRGRRRRRGRRRR.. GGRRRRRRRR GRRRGGGGRRRRRR... PONER UN PARTE... GRRRUUUUUGGR... GRRRRRREEEEEEE... EN CUANTO LLEGUEMOS AL INSTITUTO... GRRRRRRRRUUUUUUUAAAAAAAAAAAA" - noto que me pongo roja de la ira y de la vergüenza.
- Se abre la puerta de la cabina del conductor. Sale un señor conductor graaaande, con barba negra larga, brazos como jamones y cara de mucho cabreo.
- Me acojono. Aparte de liármela el alumno 1, me la va a liar el señor conductor. Me pongo aún más roja. Y decido que de perdidos al río y me pongo a gritar al alumno el triple, para ver si le doy pena al conductor.
- GRRRRRGRRRRRGRRRR.. GGRRRRRRRRRRRGGGGRRRRRR... EXPULSADO HASTA QUE LAS RANAS CRÍEN PELO... GRRRUUUUUGGRRRRRRREEEEEEE... PADRES TE VAN A CRUJIR... GRRRRRRRRUUUUUUUAAAAAAAAAAAA".
- Llega el conductor hasta nosotros y se encuentra la siguiente escena: chico inmenso con cara de "yo no he hecho nada" siendo chillado por una enana de 1,64 metros roja como la grana que saca una voz aguda e insoportable y que le amenaza practicamente con el destierro del país. Mientras, un coro de adolescentes se ríen a carcajada limpia de toda la escena.
- Alterno la faceta ogro con el alumno 1 con una carita de gato con botas y una voz dulce para el conductor: "lo siento tantíiiiiiisimo, es que estos chicos..." (parpadeo, parpadeo).
- La cara del conductor cambia de cabreo a guasa, se ríe, saca una llave rara, desbloquea el freno de emergencia y se vuelve a su cabinita descojonado. Nos ahorramos la multa.
- Sigo gritando (grrrruaaaaggreee y blablabla) hasta que el conductor desaparece, yo me canso y finalmente llegamos al instituto.
Desenlace y declaraciones de los implicados al llegar al instituto:
La asistente social acompañante: acabó harta, gritando a sus adorados adolescentes e incluso puso amonestaciones a diestro y siniestro.
Alumno 1 (versión 1): "¡yo no fui, yo no tiré del freno de emergencia! ¡lo juro!"
Alumnos testigos: "¡la excursión fue una risa, nos lo pasamos de p*ta madre! ¡el idiota este tiró del freno de emergencia y la profe gritaba y decía que nos iba a poner partes a todos! ¡fue la caña!". - aclaración de la implicada por alusiones: lo del parte a todos no sé de dónde se lo sacaron, porque yo tenía bien focalizado mi objetivo.
Alumno 1 (versión 2) "sí, tiré del freno de emergencia, pero es que pensé que si tú no tenías cerca una barra para agarrarte te podías agarrar de ahí".
Tutor del alumno 1: "cuando me dijeron lo de la excursión me negué a ir. Yo con estos no voy ni a la vuelta de la esquina".
Padres del alumno 1: "la culpa es de los profesores, que no sabéis imponer disciplina".
Misia: "¡pero que hago yo aquí, si es mi día libre!".