Señores, esta historia que llega a nosotros de la mano de Xisca, hiela la sangre en las venas... Chicas, a todas las que nos habéis enviado vuestros chungos os agradecemos infinito que compartais estas historias con nosotras. Chicos, enviadnos vuestras chungas (si puede ser, sin "ni mijita" de misoginia) para juntarlos con los nuestros y que se hagan compañía. De momento, con ustedes el ExPresidiario.
A los veinte años, en mi último C.O.U. en un instituto público, y aunque ya llevaba cuatro años en él tras mi paso por un internado femenino, no tenía experiencia sentimental y/o sexual alguna, pero sí mucha, muchísima curiosidad, además de una gran inconsciencia, entre la mía de siempre y la propia de la edad; una combinación fatal que me llevó a relacionarme con unas pijas de mi pueblo que conocía del colegio y a salir con ellas algunos fines de semana, para ver como era eso de salir y tener pandilla; esta primera decisión no tendría un mejor final que la que motiva este post, pero eso ya entraría en una hipotética categoría sobre “Chungas de tu vida”, dedicada a esas amigas que muchas habremos tenido alguna vez.
Una noche que salimos todas por el puerto, o mejor dicho, por el centro comercial y sus cuatro pubs, nos encontramos con el chungo en cuestión, una especie de James Spader –el malo en “La chica de rosa”, para entendernos- de pelo oscuro que no me gustaba especialmente y que ya se había enrollado con una de mis amigas hacía poco tiempo; esa misma noche empezó a hacerme caso, con el pretexto de la gracia que le hacía mi bufanda blanca poco a poco me fue apartando y me sentó en un billar no sé ni cómo, y a acariciarme la mano, susurrando chorradas para camelarme. Dimos un paseo hasta el pueblo siguiendo la playa y le conté un montón de cosas, a todas contestaba que estaba de acuerdo, que sí y qué bien y qué bonito; ya en la puerta de mi casa, me dió un piquito para despedirse, porque “me respetaba”, lo cual me decepcionó un poco, esperaba algo más emocionante. No es tanto que fuera consciente de que me estaba llevando al huerto como de que pensara “Bueno, debe ser así, supongo”, y me dejara llevar.
El lunes en el instituto, mi mejor amiga del grupo me dijo entusiasmada que le había pedido mi teléfono y que me llamaría esa noche para pedirme “una cosa muy importante”, y así fue: lo hizo interrumpiéndome el capítulo semanal de “Expediente X” y asegurando que a él también le gustaba la serie, me preguntó si quería empezar a salir con él, que el sábado iríamos a la playa y que traería champán; conteste que sí y ni siquiera me tuve que perder el episodio.
La pandilla estaba encantada, se pasaron horas poniéndome una plasta horrible en la cara y laca en el pelo, casi me momifican en vida: al final tenía la cara y el cuello de un curioso color teja que no se correspondía con la extraña palidez de mis manos y el pelo tan crujiente como unas patatillas, es una suerte que en nuestro bar habitual no se pudiera ver mucho que digamos. Nada más llegar, se me llevó en volandas y me metió en un taxi, puso el champán entre los dos y cuando llegamos a la playa empezaron los problemas, ya que el tío fue y rompió un cristal del primer chiringuito que divisó para que nos pudiésemos meter dentro, ya que era pleno invierno y hacía un poco de frío. Allí ocurrieron cosas más emocionantes, pero no todas.
Otra vez en el instituto, todo el mundo supo que había encontrado rollo, novio o similar, ya que anduve alegremente por los pasillos con una especie de chupón gigantesco que me ocupaba medio cuello lila, rojo, a puntitos y que dolía un poco incluso: no, no me lo había explicado nadie. La gente empezaba a pensar en llamar a Van Helsing cuando aparecieron mis amigas horrorizadas agitando un pañuelo, el cual llevaría puesto un par de días.
Como estábamos ya en febrero llegó día catorce, y le compré un mechero zippo de oro en una pequeña tienda de regalos, la dependienta me aconsejó ya que no sabía que comprarle, apenas le conocía, pero lo había visto fumar: ya llevábamos algunas citas, me había llevado alguna noche a un lugar apartado con su vespino, -sí, y además llevaba calcetines blancos con zapato oscuro- y hasta entonces todo era normal, o eso parecía, ya que había estado amenazando a mis amigas cuando le decían que me dejara un rato con ellas, al parecer hasta le había gritado a alguna. Pero eso ellas no me lo contaron, en principio.
Él me había contado que había estado en la cárcel por posesión y consumo de drogas, cocaína, concretamente; que a los dieciséis años –entonces tenía veintiuno o veintidós, uno más que yo- se había desmadrado y que había llegado a robar en casa de su novia de quince años para pagarse su adicción, pero que ahora era un hombre nuevo, porque su padre le había sacado de la cárcel , que trabajaba de albañil a gran altura y no tenía miedo, que en la mili no se había querido cortar el pelo y que por eso le llamaban “Morris”, en clara referencia (¿?) a Jim Morrison, que se había metido en peleas con botellas rotas por una chica y otras hazañas macarriles de indudable interés.
Además tuvo algunas actitudes dudosas conmigo y con otras personas: durante toda nuestra “relación” –mes o mes y medio- buscó de forma desesperada un lugar calentito y techado en el que pudiésemos acostarnos, llegando a amenazar a un pobre amigo suyo que estaba con fiebre y esa noche no podía prestarnos su piso, ese día se alteró mucho y me extrañó que fuera tan intransigente con una persona enferma. En otra ocasión, un día que estábamos en un descampado de los nuestros, empezó a apretarme muy fuerte y a decir que si quería podía romperme las costillas y además decía que si quisiera forzarme a hacerlo con él por aquellos parajes nadie podría oír mis gritos de socorro, luego sonreía para sí.
La verdad es que cada vez me interesaba menos seguir con todo aquello, me parecía que eso de tener novio era un poco pesado y no sentía nada especial, aparte que mis amigas me presionaban y decían que no podía salir con un tío que sólo me quería para “eso”, y “eso” no se había producido ni se iba a producir jamás, porque se descubrió el pastel; una amiga del internado de otro pueblo me llamó para hablar conmigo y cuando le dije cómo se llamaba mi novio se asustó mucho y me dijo que tenía que mirar el periódico, que ella conocía el caso y que era un ex convicto, pero no sólo por drogas, sino también por haber violado a una chica y que había estado algunos años en la cárcel. Encontré el periódico que me decía ella entre los que se guardaban en mi casa y efectivamente, ahí estaban su edad y sus iniciales exactas, hablaban de un juicio por esa causa.
Entonces y como suele suceder, todos empezaron a cantar de plano, que si no les gustaba, que si les había contestado mal, que si se le veía raro etc., así que até cabos y decidí cortar por lo sano; lo llamé y le cité en un café al final de mi calle, le dije que tenía que hablar con él “muy seriamente” y se echó a reír, pero quedamos. Tenía miedo, pero sabía que en un lugar público no se atrevería a hacerme nada y que si quería librarme de él y que no sospechara nada, debía tratar el asunto como si se tratara de una ruptura normal y corriente, por lo que resolví decirle que “ya no me hacía ilusión estar con él” y eso hice, una vez sentados en la mesa. Entonces él sacó el mechero que le había regalado por San Valentín y empezó a soltar una serie de gilipolleces en plan “soy yo quién te deja, nena”, que si había estado a punto de casarse dos veces porque había dejado embarazadas a dos chicas, que si su mejor amigo le había dicho qué hacía con una autista como yo, que lo habíamos pasado bien y que entre él y yo, para el mundo, sólo había habido “dos besos” y que ya nos veríamos.
Durante algunos años me pregunté si verdaderamente era un violador, si mis amigas no me habrían engañado y lo habrían exagerado todo para librarse de alguien que simplemente no les caía bien o no era guay, pero eso se confirmó al conocer a la chica que había violado en esos años de desmadre de los que me había hablado, ella tenía catorce años y había ido a su piso a “hacerle el café” –en serio, yo tampoco lo entiendo-, aunque él tenía otra novia de quince años a la que pegaba y que era a la que había robado para pagarse las drogas antes de que le metieran en la cárcel. Por si su testimonio no fuera suficiente, las compañeras de piso que teníamos mi hermana y yo en nuestro infructuoso período universitario también sabían la historia: la Isla de la Calma es demasiado pequeña para cualquiera, te pasas la vida en vilo pensando en todas las personas non gratas que te puedes encontrar.
Supongo que tuve mucha suerte, y que la razón por la que a mí no me ocurrió nada fue porque no ofrecí resistencia alguna, debido a que era algo que estaba muy lejos de mis intenciones en aquel momento. Por otro lado, no dejo de ser algo chunga yo misma al salir con un chico para ver qué pasa, pero eso fue lo que me salvó de un destino de choriwilly por las carreteras de la isla, ya veo a la policía persiguiéndonos en nuestra frenética huida a Córcega en velomar...por suerte, sólo me quedó una ligera inquietud al ver a James Spader en cualquier película o escuchar la versión de “Girl, you’ll be a woman soon” de Urge Overkill para la BSO de “Pulp Fiction”, la canción que recordaba de las que sonaban cuando nos enrollábamos en la oscuridad del pub, como la sombra de una oscura existencia de maltrato y mentiras que se había cernido sobre mí durante una época muy breve: como siempre, pienso que es posible que otra yo esté llevando esa vida de perros en alguna dimensión paralela.
Una noche que salimos todas por el puerto, o mejor dicho, por el centro comercial y sus cuatro pubs, nos encontramos con el chungo en cuestión, una especie de James Spader –el malo en “La chica de rosa”, para entendernos- de pelo oscuro que no me gustaba especialmente y que ya se había enrollado con una de mis amigas hacía poco tiempo; esa misma noche empezó a hacerme caso, con el pretexto de la gracia que le hacía mi bufanda blanca poco a poco me fue apartando y me sentó en un billar no sé ni cómo, y a acariciarme la mano, susurrando chorradas para camelarme. Dimos un paseo hasta el pueblo siguiendo la playa y le conté un montón de cosas, a todas contestaba que estaba de acuerdo, que sí y qué bien y qué bonito; ya en la puerta de mi casa, me dió un piquito para despedirse, porque “me respetaba”, lo cual me decepcionó un poco, esperaba algo más emocionante. No es tanto que fuera consciente de que me estaba llevando al huerto como de que pensara “Bueno, debe ser así, supongo”, y me dejara llevar.
El lunes en el instituto, mi mejor amiga del grupo me dijo entusiasmada que le había pedido mi teléfono y que me llamaría esa noche para pedirme “una cosa muy importante”, y así fue: lo hizo interrumpiéndome el capítulo semanal de “Expediente X” y asegurando que a él también le gustaba la serie, me preguntó si quería empezar a salir con él, que el sábado iríamos a la playa y que traería champán; conteste que sí y ni siquiera me tuve que perder el episodio.
La pandilla estaba encantada, se pasaron horas poniéndome una plasta horrible en la cara y laca en el pelo, casi me momifican en vida: al final tenía la cara y el cuello de un curioso color teja que no se correspondía con la extraña palidez de mis manos y el pelo tan crujiente como unas patatillas, es una suerte que en nuestro bar habitual no se pudiera ver mucho que digamos. Nada más llegar, se me llevó en volandas y me metió en un taxi, puso el champán entre los dos y cuando llegamos a la playa empezaron los problemas, ya que el tío fue y rompió un cristal del primer chiringuito que divisó para que nos pudiésemos meter dentro, ya que era pleno invierno y hacía un poco de frío. Allí ocurrieron cosas más emocionantes, pero no todas.
Otra vez en el instituto, todo el mundo supo que había encontrado rollo, novio o similar, ya que anduve alegremente por los pasillos con una especie de chupón gigantesco que me ocupaba medio cuello lila, rojo, a puntitos y que dolía un poco incluso: no, no me lo había explicado nadie. La gente empezaba a pensar en llamar a Van Helsing cuando aparecieron mis amigas horrorizadas agitando un pañuelo, el cual llevaría puesto un par de días.
Como estábamos ya en febrero llegó día catorce, y le compré un mechero zippo de oro en una pequeña tienda de regalos, la dependienta me aconsejó ya que no sabía que comprarle, apenas le conocía, pero lo había visto fumar: ya llevábamos algunas citas, me había llevado alguna noche a un lugar apartado con su vespino, -sí, y además llevaba calcetines blancos con zapato oscuro- y hasta entonces todo era normal, o eso parecía, ya que había estado amenazando a mis amigas cuando le decían que me dejara un rato con ellas, al parecer hasta le había gritado a alguna. Pero eso ellas no me lo contaron, en principio.
Él me había contado que había estado en la cárcel por posesión y consumo de drogas, cocaína, concretamente; que a los dieciséis años –entonces tenía veintiuno o veintidós, uno más que yo- se había desmadrado y que había llegado a robar en casa de su novia de quince años para pagarse su adicción, pero que ahora era un hombre nuevo, porque su padre le había sacado de la cárcel , que trabajaba de albañil a gran altura y no tenía miedo, que en la mili no se había querido cortar el pelo y que por eso le llamaban “Morris”, en clara referencia (¿?) a Jim Morrison, que se había metido en peleas con botellas rotas por una chica y otras hazañas macarriles de indudable interés.
Además tuvo algunas actitudes dudosas conmigo y con otras personas: durante toda nuestra “relación” –mes o mes y medio- buscó de forma desesperada un lugar calentito y techado en el que pudiésemos acostarnos, llegando a amenazar a un pobre amigo suyo que estaba con fiebre y esa noche no podía prestarnos su piso, ese día se alteró mucho y me extrañó que fuera tan intransigente con una persona enferma. En otra ocasión, un día que estábamos en un descampado de los nuestros, empezó a apretarme muy fuerte y a decir que si quería podía romperme las costillas y además decía que si quisiera forzarme a hacerlo con él por aquellos parajes nadie podría oír mis gritos de socorro, luego sonreía para sí.
La verdad es que cada vez me interesaba menos seguir con todo aquello, me parecía que eso de tener novio era un poco pesado y no sentía nada especial, aparte que mis amigas me presionaban y decían que no podía salir con un tío que sólo me quería para “eso”, y “eso” no se había producido ni se iba a producir jamás, porque se descubrió el pastel; una amiga del internado de otro pueblo me llamó para hablar conmigo y cuando le dije cómo se llamaba mi novio se asustó mucho y me dijo que tenía que mirar el periódico, que ella conocía el caso y que era un ex convicto, pero no sólo por drogas, sino también por haber violado a una chica y que había estado algunos años en la cárcel. Encontré el periódico que me decía ella entre los que se guardaban en mi casa y efectivamente, ahí estaban su edad y sus iniciales exactas, hablaban de un juicio por esa causa.
Entonces y como suele suceder, todos empezaron a cantar de plano, que si no les gustaba, que si les había contestado mal, que si se le veía raro etc., así que até cabos y decidí cortar por lo sano; lo llamé y le cité en un café al final de mi calle, le dije que tenía que hablar con él “muy seriamente” y se echó a reír, pero quedamos. Tenía miedo, pero sabía que en un lugar público no se atrevería a hacerme nada y que si quería librarme de él y que no sospechara nada, debía tratar el asunto como si se tratara de una ruptura normal y corriente, por lo que resolví decirle que “ya no me hacía ilusión estar con él” y eso hice, una vez sentados en la mesa. Entonces él sacó el mechero que le había regalado por San Valentín y empezó a soltar una serie de gilipolleces en plan “soy yo quién te deja, nena”, que si había estado a punto de casarse dos veces porque había dejado embarazadas a dos chicas, que si su mejor amigo le había dicho qué hacía con una autista como yo, que lo habíamos pasado bien y que entre él y yo, para el mundo, sólo había habido “dos besos” y que ya nos veríamos.
Durante algunos años me pregunté si verdaderamente era un violador, si mis amigas no me habrían engañado y lo habrían exagerado todo para librarse de alguien que simplemente no les caía bien o no era guay, pero eso se confirmó al conocer a la chica que había violado en esos años de desmadre de los que me había hablado, ella tenía catorce años y había ido a su piso a “hacerle el café” –en serio, yo tampoco lo entiendo-, aunque él tenía otra novia de quince años a la que pegaba y que era a la que había robado para pagarse las drogas antes de que le metieran en la cárcel. Por si su testimonio no fuera suficiente, las compañeras de piso que teníamos mi hermana y yo en nuestro infructuoso período universitario también sabían la historia: la Isla de la Calma es demasiado pequeña para cualquiera, te pasas la vida en vilo pensando en todas las personas non gratas que te puedes encontrar.
Supongo que tuve mucha suerte, y que la razón por la que a mí no me ocurrió nada fue porque no ofrecí resistencia alguna, debido a que era algo que estaba muy lejos de mis intenciones en aquel momento. Por otro lado, no dejo de ser algo chunga yo misma al salir con un chico para ver qué pasa, pero eso fue lo que me salvó de un destino de choriwilly por las carreteras de la isla, ya veo a la policía persiguiéndonos en nuestra frenética huida a Córcega en velomar...por suerte, sólo me quedó una ligera inquietud al ver a James Spader en cualquier película o escuchar la versión de “Girl, you’ll be a woman soon” de Urge Overkill para la BSO de “Pulp Fiction”, la canción que recordaba de las que sonaban cuando nos enrollábamos en la oscuridad del pub, como la sombra de una oscura existencia de maltrato y mentiras que se había cernido sobre mí durante una época muy breve: como siempre, pienso que es posible que otra yo esté llevando esa vida de perros en alguna dimensión paralela.
12 comentarios:
Dioxxxx Eso si que es un chugazo... Demonios, ¡con lo que me gusta James Spader!! ya no podre mirarlo igual...
> interrumpiéndome el capítulo semanal de “Expediente X” (...) conteste que sí y ni siquiera me tuve que perder el episodio.
Ésa es mi Xisca :D
ostras, ostras, esta sección de los chungos de nuestra vida se está poniendo de lo más interesante, "felicidades por el pograma" como dicen siempre en la radio.
un besote y vaya tela de lo que te libraste!!
Pedazoooo de chungo.
Jo, los pelos como escarpias...
Y por cier ahora que se inicia la saga "Las Chungas de Nuestra Vida", creo que es hora de que se sepa toda la verdad de la casi-boda de MA y LorzaGirl...
Pero toda mi historia con Lorza está documentadísima y colgada en la red, no hace falta volver a contar nada...
Y tampoco me apunto a lo de "Las Chungas", así en general. Ninguna de las chicas de mi pasado ha conseguido nunca siquiera que la deje de hablar. Vamos, que estoy pasando mi adolescencia sin traumas... al menos de momento (toco madera)
Joder, es que las chungas de mi vida son todas. Guardo un tic nervioso y entre una y cinco canas por cada una.
¡Jo con la Isla de la Calma!
Del chungo
JESUS!!
Emea q feliz eres.
Lazy Girl, no mujer, el pobre James Spader no tiene nada que ver. No es culpa suya que un desgraciado se le pareciera tanto.
Quelitas, te doy una pista para que estés prevenida, es del pueblo que empieza con "LL". Y le vi una vez por la Calle Sindicato, de lejos, he de suponer que ha vuelto a lo suyo.
Eme, al final Chris Carter tendrá la culpa de que dijera que sí, que vale, que me pierdo el episodio XDDDD
A los demás, veo que os parece chungo de verdad, supongo que lo es, y además tuve mucha suerte. Lo importante es que no pasó nada, y me alegro de que os haya gustado, aunque no sé si eso es adecuado...
Por otro lado, para elegir alguna chunga para contar, quizá os sirva seleccionar entre vuestras chungas -dos o tres como máximo, imagino que eso es la media nacional- a una que se pueda contar, que no sea demasiado horrible, y además que esté a miles de kilómetros y sea tan cazurra como para no saber ni lo que es el inet. Es un pequeño consejo que os doy.
¡Hola amigas!
Soy un Chungo de cuidado, pero tan, tan chungo, que no ligo nada porque creo que se lo huelen a la legua.
Busco nuevas víctimas, pero desde Enero hace que no me actualizo.
¿Me podeis dar un consejo para hacerlo mejor?
PD: En cuando vi lo del Mimo-chungo, corri a leerlo, ¡Qué risión! Repito, ¿Donde se conocen chicas así de majas?
ME PIENSO PASAR A VISITAR ESTE BLOG DÍA TRAS DÍA PARA ESTUDIARLO HASTA EL FINAL.
NO ES UNA AMENAZA, ES UNA PROMESA.
PD 2: Si quereis comenzar una relación de amistad y quizás algo más, sólo teneís que poner vuestro msn en mi blog.
BESOS.
Acabo de descubrir el blog y la sección y me encantan!!! Enhorabuena a todos por hacer de este espacio un familiar punto de reunión...
Mi ex también era un shungo con antecedentes... Veo que le pasa a más chicas y que no soy la única tolai...
Besitos para todos
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