Hoy es un día muy especial en la historia de la sección "Los Chungos de Nuestra Vida": por cortesía de "R", la primera entrega del spin-off "Yo, chungo". No añado nada más para no espoilearles el post, que de verdad merece la pena. Espero ansiosa los comments, a ver si coinciden conmigo.
Buenas a todos, a modo de breve introducción decir primero que conocí a algunas de nuestras anfitrionas de forma física (que no bíblica) gracias a El Hombre Malo y Somo. Una agradable velada por aquel céntrico barrio que compartíamos me generó curiosidad acerca de ese cuaderno de bitácora (juas, perdonen el término… la tentación de la pedantería era muy grande) del que hablaban y, por otro lado, me convenció de que debía mudarme.
Así me enganché a Quédate a dormir (algunos post son antológicos) y me fui a vivir a una castiza y popular zona ahora más conocida como El Pequeño Caribe (al que no le gusten los maratones non-stop de bachata y raggaton que no venga).
Meses después en el blog descubrí con estupor que Be y EHM se habían mudado a unos 300 metros de mi nueva base secreta. Lo acepté como una señal del destino, la retribución kármika movía sus engranajes de forma inexorable y amenazaba con aplastarme. Alguien ahí arriba trataba de decirme algo. Buceé entre los post tratando de saber qué fantasma del pasado debía exorcizar y creo que lo encontré. Cuando leí toda la serie de post dedicada a Los Chungos de nuestra vida la pantalla de mi ordenador me devolvió un perturbador reflejo: ¿Habré sido yo el Chungo de la vida de alguien?
Sin duda en los lances del amor, especialmente cuanto tocan a su fin, siempre podemos ser percibidos como chungos pero no me refiero a eso. Me refiero a ¿habré sido yo ese cabrón que marco la vida de alguien? Hablo a un nivel emocional, pero sin la necesidad de llegar a los extremos de El Mongo (que más que chungo debería entrar en la categoría hijodelagranputa).
En fin, abran sus libros de Historia de los Chungos por la “R”. Allí estoy yo.
Transcurría la década de los 90 y yo pasaba el tiempo entre la cafetería de la facultad y las canchas de baloncesto. Las tardes las dedicaba a mis amigos del bloque. Mi vecina de enfrente había hecho unos amigos muy curiosos, inteligentes, graciosos, con alguna que otra tara social y, por encima de todo, muy freakers (1).
Allí conocí a L., una chica morena, alta y delgada muy sonriente, tenía mucha energía y se emocionaba con todo y, por su forma de hablar, se apreciaba que era muy, muy inteligente (lo que junto con el resto del paquete me ponía bastante).
Nos fuimos acercando y, un día que paseábamos ella y yo solos, le di mi primera muestra de chunguez. La paré, la miré a los ojos y la dije: “L. te voy a hacer una pregunta un poco rara, ¿hay agua en la piscina?” Ella se hizo la despistada un momento y luego me dijo que sí, que si me iba a lanzar había agua en la piscina. Sonaron saxofones de plástico y nos besamos. El frenesí físico se vio brevemente interrumpido por una ligera mención al hecho de que ella tenía novio (puedo jurar ante el polígrafo de cualquier cadena de TV nacional que yo desconocía el dato hasta ese momento). Yo di una nueva muestra de chunguez al decirle que no era mi intención interponerme entre ellos (no recuerdo exactamente donde tenía las manos en ese momento).El caso es que hubo una segunda revelación. Me dijo que A., otro miembro del friquigrupo, le había pedido relaciones y de forma aún más patética que la mía. Mis luces de emergencia se encendieron ya que a A. se le podía encuadrar en el subgrupo de freakers oscuros y no me refiero a los góticos afeminados que pululan por Malasaña, sino más del palo del atracador conocido como El Solitario.
Esa noche no terminamos en su casa (a buen entendedor…). El caso es que a la mañana siguiente mientras yo me preparaba para marcharme ella me dijo que tenía que llamar a su novio para decirle que lo suyo se había terminado. Yo (chunguez) le dije que se lo pensase, que quizá nos habíamos equivocado. Pero ella me dijo que no, que independientemente de mí su relación hacía aguas y que la trataba bastante mal. Si no recuerdo mal hasta me preparó el desayuno para que me nutriese mientras ella hacía la tradicional llamada (Esa que empieza con “Ven, por favor, tenemos que hablar” y termina con algo tipo “Zooooorrra, Zooooorrrraaaaa).
El caso es que contra viento y marea comenzamos este viaje. Ella tenía veintipocos años pero vivía sola en el piso de sus abuelos así que fue un comienzo realmente intenso. Ella estaba metida en la relación hasta las trancas, de hecho su percepción estaba gravemente alterada, llegó a comentarle a su mejor amiga que yo era encantador, alto, moreno y con los ojos azules (¡cuando atraviesas los gruesos cristales de mis gafas descubres unos seductores ojos marrones ligeramente estrábicos!).
Yo, por mi parte, estaba realmente ilusionado por esa brisa de amor que ella insuflaba en mi corazoncito que se transformaba por las noches en un hipo-huracanado torbellino sexual.
Pero el día a día me ponía en situaciones chungas. Algunos patéticos templos:
· Su casa era viejecilla y a ella le gustaba ponerla a disposición de sus amistades con lo cual estaba un poco… un poco… guarr… suc… desatendida (Recuerdan aquel episodio de Friends en el que Ross liga con una tremenda rubia y cuando llega a su casa encuentra hasta una rodaja de mortadela en el sofá?). Vamos que yo, haciendo de mi capa un sayo, me sobreponía a años de programación machista-leninista y le decía “L. ¿dónde tienes un trapito que paso las estanterías? “ O “¡Mira, he conseguido despegar uno de los vasos de la mesa! Voy a pasar la bayeta a ver si consigo quitar el cerco”. Ella eso lo entendía casi como un ataque a su autoestima, a su capacidad para ser una mujer-mujer (?), se le inflaba la vena y se ponía hecha una COPE.
· La encantaba cocinar y de hecho cocina muy bien (en serio). Pero yo soy un tocapelotas y sus recetas estrella incluían ingredientes como Kepchup, con lo cual yo le decía que me parecía una guarrería. Otra vez se ponía como un puma. No sé… debe ser como si a Sergi Arola le pides la sal…
· Ella trató de integrarme en su grupo de amigos entre los que puedo destacar a su ex in person, a otro que me odiaba por haber supuesto la ruptura de la pareja ideal del grupo y al Pequeño Gran Gurú. El PGG era un petiso estudiante de filosofía hipercinéfilo cuya opinión era Ley dentro del grupo y al que ella guardaba un especial afecto. Recuerdo que nos conocimos en la que fue mi prueba de fuego: una reunión de 15 personas en el diminuto salón de su piso. Tras unos minutos de animadas charlas se hizo el silencio cuando el PGG dijo: “Ahora vamos a ver Los Cuatrocientos Golpes de Truffaut”. La atención se concentró sobre mi cuando me miró preguntándome: “¿Te apetece”. Yo hice un esfuerzo titánico por contener la respiración y caer inconsciente pero mi hemisferio izquierdo me sorprendió contestándole: “Claro, me encantan las películas de Bruce Lee”. Hala, another brick in the wall…
· Recuerdo que L. se apuntó a aeróbic y yo le regalé unos pantalones-mallas que quería. Se los probó y dijo algo así como “Vaya, si no tuviese el culo tan gordo me los podría poner por la calle” y yo reformulé algo tipo: “Bueno, pues si tienes el culo gordo no te los pongas por la calle”. ¡Sus mismas palabras! Guerra nuclear.
· Nuestros momentos de intimidad eran apasionados y ella tenía cierto orgullo en sacar un gran rendimiento de sus amantes. Estamos de vacaciones en un horrible pueblo valenciano con unos amigos y aprovechando las largas siestas del verano retozábamos en la cama, había comenzado el tercer asalto (verídico, juventud divino tesoro…) cuando ella me susurró: “Vaya, vaya… hoy vamos a por el record”. Y yo que soy presa fácil de la psicología inversa le dije: “¿Ahhhhhh si? ¡Pues NO!”. Qué quieren que les diga, me hice el estrecho. No estaba yo para esas tontunas que ya éramos mayorcitos.
· Continuando con el tema, después de nuestros encuentros a ella le daba por acurrucarse y abrazarme hasta caer como una piedra, pero a mí me entraba una energía anti natural que me impulsaba a buscar algo que hacer: ver Doraemon en la tele, largarme a jugar un partido de fútbol, buscar soluciones para el efecto invernadero. Y ella no entendía como yo podía salir escopetado.
Esta situación se prolongó unos meses y yo cada vez me iba poniendo más agrio de forma injustificada. A pesar de sus arranques de genio ella era cariñosa conmigo y los míos, inteligente y guapa. Hice un ejercicio de introspección y di con el origen de la situación: no estaba enamorado de ella. Y en ese momento se lo dije crudamente, demasiado crudamente.
Los mecanismos del amor y el afecto son realmente complicados. Sentí que tenía decirlo a la vez que era consciente de que hacía daño a una persona por la cual sentía cariño (pero tampoco podía mostrar sólo un cariño que podía volver a dar falsas esperanzas). Estuvimos mareando la perdiz meses en una escalada de cuchilladas emocionales y arrepentimientos.
Llegue a decirle cosas de las que me arrepiento profundamente. Sintetizando, le dije que en esta relación yo tenía la sartén por el mango. Que ella me quería con locura y que yo a ella no. Que podríamos estar así indefinidamente, que yo estaba en una situación muy cómoda, pero que ella iba a sufrir. Permítanme que me ahorre los detalles realmente chungos y escabrosos.
Por supuesto nunca me he olvidado de ella y, a pesar de mi incapacidad absoluta para mantener el contacto con ninguna de mis ex, sigo sus pasos desde la distancia. Se que al poco tiempo de la ruptura tuvo un noviete que la invitó a Japón y al cual dejó al poco tiempo (¿La chunga de su vida?). Y que las cosas le van relativamente bien y que tiene un aceptable nivel de felicidad (lo sé, leo su blog).
Tuve ganas de llamarla y decirle que la consideraba una gran persona y que había sido realmente positiva en mi vida pero… ¿qué le hubiese supuesto a ella?
Hace ya casi un año entré en un vagón de metro y me la encontré. Me sonrió y me dijo hola. Entre todos esos extraños, en apenas unos segundos dije en voz baja: “¿Cómo puedo decirte esto sin que creas que tengo una enfermedad terminal? Fui un idiota. Me trataste muy bien y yo te traté fatal. Quiero que sepas que creo que eres una estupenda persona y que si yo tuviese el poder de hacer que a los demás les fuesen las cosas bien tu serías la primera.”
Nos abrazamos y llegó su parada.
L. te deseo que encuentres la felicidad todos los días.
Buenas a todos, a modo de breve introducción decir primero que conocí a algunas de nuestras anfitrionas de forma física (que no bíblica) gracias a El Hombre Malo y Somo. Una agradable velada por aquel céntrico barrio que compartíamos me generó curiosidad acerca de ese cuaderno de bitácora (juas, perdonen el término… la tentación de la pedantería era muy grande) del que hablaban y, por otro lado, me convenció de que debía mudarme.
Así me enganché a Quédate a dormir (algunos post son antológicos) y me fui a vivir a una castiza y popular zona ahora más conocida como El Pequeño Caribe (al que no le gusten los maratones non-stop de bachata y raggaton que no venga).
Meses después en el blog descubrí con estupor que Be y EHM se habían mudado a unos 300 metros de mi nueva base secreta. Lo acepté como una señal del destino, la retribución kármika movía sus engranajes de forma inexorable y amenazaba con aplastarme. Alguien ahí arriba trataba de decirme algo. Buceé entre los post tratando de saber qué fantasma del pasado debía exorcizar y creo que lo encontré. Cuando leí toda la serie de post dedicada a Los Chungos de nuestra vida la pantalla de mi ordenador me devolvió un perturbador reflejo: ¿Habré sido yo el Chungo de la vida de alguien?
Sin duda en los lances del amor, especialmente cuanto tocan a su fin, siempre podemos ser percibidos como chungos pero no me refiero a eso. Me refiero a ¿habré sido yo ese cabrón que marco la vida de alguien? Hablo a un nivel emocional, pero sin la necesidad de llegar a los extremos de El Mongo (que más que chungo debería entrar en la categoría hijodelagranputa).
En fin, abran sus libros de Historia de los Chungos por la “R”. Allí estoy yo.
Transcurría la década de los 90 y yo pasaba el tiempo entre la cafetería de la facultad y las canchas de baloncesto. Las tardes las dedicaba a mis amigos del bloque. Mi vecina de enfrente había hecho unos amigos muy curiosos, inteligentes, graciosos, con alguna que otra tara social y, por encima de todo, muy freakers (1).
Allí conocí a L., una chica morena, alta y delgada muy sonriente, tenía mucha energía y se emocionaba con todo y, por su forma de hablar, se apreciaba que era muy, muy inteligente (lo que junto con el resto del paquete me ponía bastante).
Nos fuimos acercando y, un día que paseábamos ella y yo solos, le di mi primera muestra de chunguez. La paré, la miré a los ojos y la dije: “L. te voy a hacer una pregunta un poco rara, ¿hay agua en la piscina?” Ella se hizo la despistada un momento y luego me dijo que sí, que si me iba a lanzar había agua en la piscina. Sonaron saxofones de plástico y nos besamos. El frenesí físico se vio brevemente interrumpido por una ligera mención al hecho de que ella tenía novio (puedo jurar ante el polígrafo de cualquier cadena de TV nacional que yo desconocía el dato hasta ese momento). Yo di una nueva muestra de chunguez al decirle que no era mi intención interponerme entre ellos (no recuerdo exactamente donde tenía las manos en ese momento).El caso es que hubo una segunda revelación. Me dijo que A., otro miembro del friquigrupo, le había pedido relaciones y de forma aún más patética que la mía. Mis luces de emergencia se encendieron ya que a A. se le podía encuadrar en el subgrupo de freakers oscuros y no me refiero a los góticos afeminados que pululan por Malasaña, sino más del palo del atracador conocido como El Solitario.
Esa noche no terminamos en su casa (a buen entendedor…). El caso es que a la mañana siguiente mientras yo me preparaba para marcharme ella me dijo que tenía que llamar a su novio para decirle que lo suyo se había terminado. Yo (chunguez) le dije que se lo pensase, que quizá nos habíamos equivocado. Pero ella me dijo que no, que independientemente de mí su relación hacía aguas y que la trataba bastante mal. Si no recuerdo mal hasta me preparó el desayuno para que me nutriese mientras ella hacía la tradicional llamada (Esa que empieza con “Ven, por favor, tenemos que hablar” y termina con algo tipo “Zooooorrra, Zooooorrrraaaaa).
El caso es que contra viento y marea comenzamos este viaje. Ella tenía veintipocos años pero vivía sola en el piso de sus abuelos así que fue un comienzo realmente intenso. Ella estaba metida en la relación hasta las trancas, de hecho su percepción estaba gravemente alterada, llegó a comentarle a su mejor amiga que yo era encantador, alto, moreno y con los ojos azules (¡cuando atraviesas los gruesos cristales de mis gafas descubres unos seductores ojos marrones ligeramente estrábicos!).
Yo, por mi parte, estaba realmente ilusionado por esa brisa de amor que ella insuflaba en mi corazoncito que se transformaba por las noches en un hipo-huracanado torbellino sexual.
Pero el día a día me ponía en situaciones chungas. Algunos patéticos templos:
· Su casa era viejecilla y a ella le gustaba ponerla a disposición de sus amistades con lo cual estaba un poco… un poco… guarr… suc… desatendida (Recuerdan aquel episodio de Friends en el que Ross liga con una tremenda rubia y cuando llega a su casa encuentra hasta una rodaja de mortadela en el sofá?). Vamos que yo, haciendo de mi capa un sayo, me sobreponía a años de programación machista-leninista y le decía “L. ¿dónde tienes un trapito que paso las estanterías? “ O “¡Mira, he conseguido despegar uno de los vasos de la mesa! Voy a pasar la bayeta a ver si consigo quitar el cerco”. Ella eso lo entendía casi como un ataque a su autoestima, a su capacidad para ser una mujer-mujer (?), se le inflaba la vena y se ponía hecha una COPE.
· La encantaba cocinar y de hecho cocina muy bien (en serio). Pero yo soy un tocapelotas y sus recetas estrella incluían ingredientes como Kepchup, con lo cual yo le decía que me parecía una guarrería. Otra vez se ponía como un puma. No sé… debe ser como si a Sergi Arola le pides la sal…
· Ella trató de integrarme en su grupo de amigos entre los que puedo destacar a su ex in person, a otro que me odiaba por haber supuesto la ruptura de la pareja ideal del grupo y al Pequeño Gran Gurú. El PGG era un petiso estudiante de filosofía hipercinéfilo cuya opinión era Ley dentro del grupo y al que ella guardaba un especial afecto. Recuerdo que nos conocimos en la que fue mi prueba de fuego: una reunión de 15 personas en el diminuto salón de su piso. Tras unos minutos de animadas charlas se hizo el silencio cuando el PGG dijo: “Ahora vamos a ver Los Cuatrocientos Golpes de Truffaut”. La atención se concentró sobre mi cuando me miró preguntándome: “¿Te apetece”. Yo hice un esfuerzo titánico por contener la respiración y caer inconsciente pero mi hemisferio izquierdo me sorprendió contestándole: “Claro, me encantan las películas de Bruce Lee”. Hala, another brick in the wall…
· Recuerdo que L. se apuntó a aeróbic y yo le regalé unos pantalones-mallas que quería. Se los probó y dijo algo así como “Vaya, si no tuviese el culo tan gordo me los podría poner por la calle” y yo reformulé algo tipo: “Bueno, pues si tienes el culo gordo no te los pongas por la calle”. ¡Sus mismas palabras! Guerra nuclear.
· Nuestros momentos de intimidad eran apasionados y ella tenía cierto orgullo en sacar un gran rendimiento de sus amantes. Estamos de vacaciones en un horrible pueblo valenciano con unos amigos y aprovechando las largas siestas del verano retozábamos en la cama, había comenzado el tercer asalto (verídico, juventud divino tesoro…) cuando ella me susurró: “Vaya, vaya… hoy vamos a por el record”. Y yo que soy presa fácil de la psicología inversa le dije: “¿Ahhhhhh si? ¡Pues NO!”. Qué quieren que les diga, me hice el estrecho. No estaba yo para esas tontunas que ya éramos mayorcitos.
· Continuando con el tema, después de nuestros encuentros a ella le daba por acurrucarse y abrazarme hasta caer como una piedra, pero a mí me entraba una energía anti natural que me impulsaba a buscar algo que hacer: ver Doraemon en la tele, largarme a jugar un partido de fútbol, buscar soluciones para el efecto invernadero. Y ella no entendía como yo podía salir escopetado.
Esta situación se prolongó unos meses y yo cada vez me iba poniendo más agrio de forma injustificada. A pesar de sus arranques de genio ella era cariñosa conmigo y los míos, inteligente y guapa. Hice un ejercicio de introspección y di con el origen de la situación: no estaba enamorado de ella. Y en ese momento se lo dije crudamente, demasiado crudamente.
Los mecanismos del amor y el afecto son realmente complicados. Sentí que tenía decirlo a la vez que era consciente de que hacía daño a una persona por la cual sentía cariño (pero tampoco podía mostrar sólo un cariño que podía volver a dar falsas esperanzas). Estuvimos mareando la perdiz meses en una escalada de cuchilladas emocionales y arrepentimientos.
Llegue a decirle cosas de las que me arrepiento profundamente. Sintetizando, le dije que en esta relación yo tenía la sartén por el mango. Que ella me quería con locura y que yo a ella no. Que podríamos estar así indefinidamente, que yo estaba en una situación muy cómoda, pero que ella iba a sufrir. Permítanme que me ahorre los detalles realmente chungos y escabrosos.
Por supuesto nunca me he olvidado de ella y, a pesar de mi incapacidad absoluta para mantener el contacto con ninguna de mis ex, sigo sus pasos desde la distancia. Se que al poco tiempo de la ruptura tuvo un noviete que la invitó a Japón y al cual dejó al poco tiempo (¿La chunga de su vida?). Y que las cosas le van relativamente bien y que tiene un aceptable nivel de felicidad (lo sé, leo su blog).
Tuve ganas de llamarla y decirle que la consideraba una gran persona y que había sido realmente positiva en mi vida pero… ¿qué le hubiese supuesto a ella?
Hace ya casi un año entré en un vagón de metro y me la encontré. Me sonrió y me dijo hola. Entre todos esos extraños, en apenas unos segundos dije en voz baja: “¿Cómo puedo decirte esto sin que creas que tengo una enfermedad terminal? Fui un idiota. Me trataste muy bien y yo te traté fatal. Quiero que sepas que creo que eres una estupenda persona y que si yo tuviese el poder de hacer que a los demás les fuesen las cosas bien tu serías la primera.”
Nos abrazamos y llegó su parada.
L. te deseo que encuentres la felicidad todos los días.
(1) Si, eran Trekkies. Un día, para su escarnio público, ahondaremos en como está relación me llevó, a trompicones, a conocer a Somofrates y a El Hombre Malo. Además El Hombre Malo ya conocía a una de las trekkies (Sí, cuasi-bíblicamente). Ahora si que les he picado, ¿Eh? Pero esa es otra historia para ser contada en otro momento…
25 comentarios:
He leído un par de veces antes de comentar y ahora veo que necesitaría todo un debate para poder explicar mi comentario. Vamos a intentarlo en unas pocas frases.
Quizás esta sea la historia del primer chungo que se reconoce como tal (¡mec! un chungo real nunca se delatará, ni bajo el abrigo del anonimato). Vale que no sea ninguna historia romántica, De acuerdo que tiene tintes de chungismo.
Pese a todo lo vuelvo a leer y no puedo evitar la idea: en el fondo también es una historia de amor.
Desgraciadamente no siempre queremos como nos quieren, y por supuesto al revés. Estoy seguro de que que esta historia, podríamos haberla escrito (seguramente no tan bien :P) muchos de los que pululamos por aquí, de protagonistas y de víctimas. Ser un chungo no tiene nada que ver con dejar de querer o con querer distinto...
Tal vez te libres por evitar los "detalles escabrosos", pero para mí, y sobretodo por el final, no me pareces un chungo. Y te digo más, tengo tres hermanas.
¿Trekies? ¿Nuestro idilio viene de la mano de trekies? ¿Y encima a trompicones?
Hum... qué extraño impulso de hacerte dormir esta noche en un incómodo y frío sofá...
Si llego a estar presente en ese vagón de metro, te meo en la boca por babas.
Joder que chungo.
Al menos lo reconoces. Ya es algo.
Me ha parecido un relato fantastico.
Siempre nos fijamos en el dolor de "la victima" sin darnos cuenta de que, si el chungo en cuestion no es en esencia una mala persona, seguramente lo este pasando igual de mal...
A veces la chunguez no es algo a elegir.
Los chungos de nuestra vida, no solo sirve para exorcizar demonios a quien ha sufrido a manos de un chungo, sino tambien a quien ha sufrido siendo un chungo...
Enhorabuena al primer chungo anonimo...
Y digo yo, es un chungo, pero al menos lo reconoce, y cuando se dio cuenta de que no estaba enamorado de ella se lo dijo... con más o menos chunguez, eso sí, pero es todo un detalle. De todas formas, lo chungo es llegar a extremos, tenéis aquí una selección que deja a la mayoría de los chungos a la altura de un grupo de boy-scouts...
Y ahora os cuento: esta mañana he cogido al azar un libro para irme despertando en el metro, y cuál no sería mi sorpresa al descubrir que es un libro sobre chungas! El chico nos cuenta el Top 5 de las chungas de su vida! :D El libro en cuestión se llama "Alta Fidelidad", y es de Nick Hornby ^_^
Ehm... vale, acabo de mirar que tiene hasta película ¬¬ soy la mujer desactualizada, hay que ver. De todas formas, espero que os guste... :)
Saludos!
Como diría la vírgen María en presencia del espíritu santo: ¿qué me estáis contando?
A la próxima que diga que este santo varón es un chungo le meto un pollazo en la frente.
Para mi no es muy chungo. Al menos fué sincero y al darse cuenta de que no estaba enamorada se lo dijo. Aunque igual hubiera sido más honesto dejarla. Pero seamos sinceros, ¿quién no ha sido chungo / chunga alguna vez en este sentido?
Vaya, creo que mi explorador de internet se ha comido varios parrafos ya que no veo la chunguez...
Ajá! Este post me produce sensaciones encontradas: no sé si recomendar este chico a todas mis amigas, si darle mi teléfono o si hacer carteles con su cara avisando de que es un chungo peligrosísimo (¡chicas! ¡un chungo que, al confesar, os darán ganas de acunarlo! ¡¡¡corred!!!). Hum.
Pues no lo veo yo chungo por ninguna parte. Quejas y más quejas, señoritas.
A ver, se le declara horterísismamente.
se la tira mientras ella aún tiene novio.
la acosa psicológicamente llamándola guarra, mala cocinera y ridiculizándola delante de sus amigos.
la abandona sistemáticamente después del sexo
le dice a la cara que no le quiere pero sigue intentando tirársela.
y encima, al cabo de los años se pone adorable para eliminar la maldición budú que seguro ella le hacía cuando recuperara el sentido comun.
chungo, chungo, chunguísimo.
este santo varón es un chungo
- jojojojojo - ^_~ [blink]
Decididamente, uno de los mejores chungos en el sentido literario de la palabra. Y está dando buen jugo comentarista. Lo que no termino de creer es el momento en que Don R se dio cuenta de su no amor. Este dato creo que definiría el grado de chunguez final.
Espera. ¿Alguien llamado primaveritis ha acusado a R. de hortera?
Lo que hacen algunas por un pollazo...
> Ehm... vale, acabo de mirar que tiene hasta película ¬¬
¡No solo tiene película, sino que sale Jack Black! ¡A verla todos!
Pues no sé yo... pero a mí esto me suena mogollón.
Como que tengo a un chungo de esos a la vuelta de la esquina. Ahí, esperando a que me descuide. ( de nuevo)
Vamos, que si eres la persona no chunga de la relación, lo llevas, pues oye, como chungo.
A ver cuando me toca a mí.
:)
En mi humilde y modesta opinión, un verdadero chungo no se considera chungo.
Así que no, este relato no es el de un chungo aunque está bien para empezar una nueva serie de "yo chungo pero en realidad no"
besos!
Con semejante historia no me queda más remedio que dejar el grupo de vuestro anónimos lectores :)
Este chungo es un cabrón, pero un encanto de chungo.
Por eso nos dicen que a las tías nos van los cabrones, porque ellos solos se compensan.
Con alguno parecido me he cruzado yo...
Un saludo
Te felicito por reconocer que no hiciste las cosas bien. Yo creo que sí debiste decírselo a la chica. Tal vez no le aportase mucho (yo creo que sí), pero seguro que guardaría mejor recuerdo tuyo.
Un besote, y ya sabes... también se va aprendiendo a no ser chungo, supongo :)
Anay, Marduk, ¿H?, bienvenidas y quedaos a dormir cuando queráis.
1. Iba a decir que es un poco chungo pero sincero, que se agradece. Pero también tiene razón Primaveritis... mhhhhhh, estoy en conflicto, no sé qué pensar!
2. R. no tiene ningun blog para poder analizar mejor su cabecita? porque promete...
3. Alta fidelidad es muy grande, tanto en libro como en peli, y John Cusack más!!
A todo esto, Saricchiella... ¿pero el chungo no era él? En Alta Fidelidad el tío no repasa sus cinco chungas, sino cinco chicas de las que fue "chungo de su vida".
Ey!!La historia es muy tierna aunque intentes ser chungo...a mi me hace mi mongo lo del metro y se me escaparía también una sonrisa!No eres chungo,los chungos nunca reconocen hasta que punto son g*l*p*ll*s.Un besito desde Granada
Se me había pasado la pregunta, Be... La verdad es que comenté cuando acababa de empezar el libro, y él hace una lista de sus cinco chungas (le han abandonado tantas veces que va a cada una de las componentes de este top 5 a preguntarles por qué le abandonaron, para saber qué pasa con él), aunque se va dando cuenta del grado de chunguez propio en cada visita.
Saludos! :)
Pd.- Vi la película ayer mismo ^^ estaba claro que Jack Black era Barry (le pega muchísimo el personaje xDD) y John Cusack está genial también, pero me quedo con el libro.
Vaya... me he emocionado con tu relato...
Me hubiera encantado que alguno de mis chungos me hubiera dicho algo así con el paso de los años. Seguro que hay alguno de ellos lo piensan como tú, pero serían incapaces de reconocerlo.
Por eso, te aseguro que le has hecho mucho bien a esa chica. Mucho más de lo que te puedes imaginar
Un saludo
P.D: El de Alta Fidelidad fue chungo con cuatro de ellas. Hay una que le chungea, la que interpreta la Zeta Jones. Gran peliculón
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