Esto no va de que tengo a la Perri secuestrada ni nada. Va de que me encantan los perros, he tenido varios a lo largo de mi vida, durante muchos años tuvimos tres perros en casa... pero mi perra, MI perra, se llamaba Curra.
Nos la trajeron los Reyes cuando yo tenía 16 años. Era un chuchito de color naranja/canela que no levantaba un palmo del suelo. Era pequeñísima, así que primero la alimentamos con biberones de leche para perros bebé y luego con pienso mezclado con leche. Cuando se quedaba dormida, yo de vez en cuando la miraba para comprobar que seguía respirando.
En un mes creció al doble de su tamaño, y subía y baja escaleras como una campeona. Creció y se convirtió en una grandísima futbolista, la mejor perra portera del mundo. Liaba hasta a mi abuela, que odia a los bichos, para que jugara con ella. Era la perra más linda del mundo. Tenía los ojos bordeados de negro, como pintados de eyeliner a lo Cleopatra.
Era mi perri. Cuando era cachorrito se hacía pis de la emoción cuando me veía volver del cole (sí, muy mona y tal, pero a la quinta vez deja de hacer gracia y te empiezas a plantear la terapia conductista). Se sentaba a mis pies cuando me tocaba estudiar y se pasaba horas tumbada allí, haciéndome compañía, toda paciencia. Los fines de semana venía a despertarme (a una hora razonable, claro) y, si resultaba que yo había salido hasta las mil, se tumbaba a los pies de mi cama y las dos dormíamos un ratito más.
Si veía que mi madre me echaba la bronca en lo que ella consideraba un tono excesivamente agresivo, mi Currita ladraba indignadísima. ¡A su amita no la regañaba nadie en su presencia!
Con cuatro meses tuvo una enfermedad muy puta que mata a casi todos los perros a los que pilla. Mis padres estaban de viaje cuando vimos que Curra estaba pochita, así que, como estaba tan débil que no se podía ni mover, cogí a la perra en brazos y me la llevé al veterinario, que por aquel entonces estaba como a 5 kilómetros (en la otra punta de Pozuelo). La veterinaria dijo que había poco que hacer, que podíamos intentarlo inyectándole un tratamiento debajo de la piel dos veces al día, pero que no prometía nada. Y que la perra no debía andar.
Hasta que volvieron mis padres hice dos veces al día el trayecto de ida y vuelta al veterinario con la perra en brazos, para que le pusieran unas inyecciones gordísimas, porque el liquidito amarillo picaba y había que disolverlo en grandes cantidades de suero. Mi pobre bicho sobrevivió, y yo creo que el mérito era de las dos (y de las drogas, pero menos).
Unos cuantos años después tuvo un embarazo psicológico. El veterinario nos dijo primero que le diéramos tortillas de perejil a ver si se le pasaba, y luego que le facilitáramos un muñeco para que le hiciera de cachorro. Creíamos que estábamos bien preparados para enfrenarnos a embarazos psicológicos de perros, pero parece que no sabíamos tanto como pensábamos y, cuando una noche se puso de parto psicológico, nos pilló de sorpresa.
A mi padre al que más, que iba abriendo puertas por todas las habitaciones para ver quién de nosotras estaba dando a luz.
Cuando me fui a vivir a Londres la eché mogollón de menos. Y a la vuelta descubrí que mi perra tenía un bulto raro debajo de una de las patas delanteras. Era un tumor, algo que les pasa bastante a las perras cuando empiezan a ser viejitas. En realidad resultaron ser varios tumores, así que a Currita le hicieron "un completo". Vamos, que la rajaron en canal. Para el postoperatorio hubo que separarla unos días de los otros dos perros que teníamos, y las primeras noches quise que durmiera conmigo, para estar pendiente de cualquier ruidito que hiciera; qué miedo pasé.
Se recuperó, y aún vivió un par de años más (esta vez el mérito fue todo suyo).
La noche que se murió casi me muero yo de pena. No os lo voy a explicar porque no sé cómo, sólo digo que si alguna religión me hubiera prometido un Cielo para los perros, o un destino final en que amos y mascotas se vuelven a encontrar para jugar a la pelota en las praderas cósmicas, o algo, me hubiera afiliado sin dudarlo. Menuda loca.
Por suerte, ningún culto organizado que yo conozca se ocupa de ayudarte a pasar el trauma de que se te muera un perro (*). Lo más parecido que he encontrado es un librito monísimo que me regalaron hace ya unas semanas. Es la cosa más mona y más triste del mundo, se llama "Puedo verte siempre que quiera" y en él no muere ningún perro.
Pese a lo que pueda parecer por el post, no es un "libro para superar la muerte de tu perro", sino una idea que se le ocurrió a una japonesa para explicar la muerte a los niños. Leedlo y luego decidme si no es como para llorar de bonito que es.
*Al final lo que me ayudó fue una larga charla con una persona a quien sólo conocía superficialmente y que probablemente no tenía idea de lo mucho que me estaba ayudando: aunque sólo fuera por eso, por aquella noche, siempre te querré.
12 comentarios:
Joder, yo estuve a punto de comprarte ese tebeo, pero es que, aun siendo monísimo, lo hojeé y...
Agh.
Menudos sádicos estos nipones.
Uf.
Si un día el cuerpo te pide marcha, busca en google "rainbow bridge", que es un texto corto que enlazan los angosajones por los foros cuando alguien comenta que se le ha muerto un bichito...yo no puedo ni mirarlo a estas alturas ya, es más lacrimógeno que las bombas de gas :_3
Jo, casi lloro yo al recordar cuando se murió mi perro...
Son cosas en las que se pasa muy mal. >_<
Nada, tendré que buscar el librito, seguro que es muy tierno.
Uf, si mi madre se echa a llorar sólo de pensar que el gato puede morirse... Cuando ocurra no quiero ni pensarlo. Con lo mono que es y lo que llena la casa.
Me has hecho llorar, mi perro tiene ya 14 años y estoy muerta de miedo.
Me acabo de acordar de un libro para niños que también trata de la muerte y es tipo comic, "El libro triste", me encanta; así que me voy a apuntar éste también.
Mi perrito tiene sólo 4 meses, pero no quiero ni imaginarme que ese momento llegue...
Ese momento siempre llega. Los años pasan para ellos mucho más rápido que para nosotros. Al final creo que lo importante es que sufran lo menos posible.
Mi gatita se me murió en tres días de dolor. Consuela un poco mirar atras y saber que la quisimos mucho y que mientras vivió fe feliz.
Mi perro se murió con 17 años.. toda una vida a mi lado, desde que iba al cole.
El día que me dejó sigue siendo aún, el más triste de mi vida.
Leeré el libro..
Un saludo =)
En cien años, todos muertos.
Efe, sí, pero lo saben todo sobre monez.
Gatasombra, pues le voy a echar un vistazo.
Jill, yo básicamente bloqueo los recuerdos chungos (o lo intento) y me centro en los buenos. Espero que te guste el libro ^_^
Cattz, jo, que no adelante acontecimientos, que es peor. Es un dolor inevitable, pero cuanto más tarde, mejor.
Freeda, que suerte tuviste, ¡17 años!
Gemma, ¿está sanito? Lo importante es que disfrutes de él lo más posible. ¡Mira el de Freeda, que vivió hasta los 17!
Sil, lo buscaré. Y sobre tu perro, ¡qué suerte! ¡Ti tienes todo el tiempo del mundo por delante!
E.Martin, ¡pobre! La mía se murió sola, que es peor. Cada vez que lo pienso me pongo fatal.
Anónimo, algunos antes que otros.
Si. esta muy sano y activo, eso es lo que nos da mas optimismo, pero es que es tan especial, gracias, a veces me siento una tonta por querer tanto a un animal.
Gemma, de tonta nada. A mí los que no quieren así a sus bichos me dan mal rollo.
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