Ser profesora me encanta: puede ser muy gratificante, divertido a ratos, interesante. Estar en contacto con adolescentes es revitalizante, tienen tanta energía que algo se te acaba contagiando. Además están las vacaciones, claro, y el cómodo horario de trabajo.
Ser profesora también tiene su parte mala. A veces te tropiezas con alumnos o clases imposibles, que te hacen enfadar, perder la paciencia, gritar, cabrear, perder los nervios. También tienen miga algunos aspectos del sistema educativo, la falta de medios o la dejadez y ceguera de algunos padres.
Pero lo que llevo peor, con diferencia, es la frustración. Te tropiezas con un montón de adolescentes que no tienen ninguna conciencia de lo importante que estudiar, como mínimo para sacarse el graduado escolar. No saben qué quieren hacer con su vida o no tienen perspectivas realistas o sensatas: ser médico cuando ni siquiera vas a pasar de cuarto de eso no es realista o casarse con un millonario no es algo tan fácil como parece en la tele. Intentas hablar con ellos, les sueltas la charla para ver si reaccionan y piensan un poco. Generalmente es absolutamente inútil. Algunos casos son especialmente sangrantes: chicos brillantes que podrían hacer lo que quisieran con su vida si les diera la gana. Talento desperdiciado. A esos les doy la murga especialmente, pero no sirve de mucho. Qué impotencia.
Este final de evaluación ha sido especialmente frustrante. Y no sólo por la cantidad de suspensos que han cosechado los chicos de mi tutoría, sino sobre todo porque se han ido destapando algunos casos particulares en los que los suspensos son lo de menos. En algún caso, ves clarísimamente cómo algún chico se dirige derecho al desastre más allá de los estudios. En otros, ves cómo chicos fantásticos acaban ahogados por circunstancias personales durísimas. Yo intento hacer lo que está en mi mano para ayudar, aunque sé que es muy poquito lo que puedo hacer y eso se me hace muy duro.
Después de unos días complicados en el instituto, de conversaciones con chicos, padres y orientadores, el viernes llegué a casa cansada, frustrada y muy triste, un poco superada por el maremagnun de problemas de los que me he ido enterando esta semana y con un desagradabilísimo sentimiento de impotencia. Supongo que me tomo las cosas demasiado a pecho, supongo que con el tiempo aprenderé a tomarme las cosas más levemente y dejarán de afectarme. Supongo que con el tiempo me acostumbraré. No sé. Pero por ahora... es frustrante y triste.
Ser profesora también tiene su parte mala. A veces te tropiezas con alumnos o clases imposibles, que te hacen enfadar, perder la paciencia, gritar, cabrear, perder los nervios. También tienen miga algunos aspectos del sistema educativo, la falta de medios o la dejadez y ceguera de algunos padres.
Pero lo que llevo peor, con diferencia, es la frustración. Te tropiezas con un montón de adolescentes que no tienen ninguna conciencia de lo importante que estudiar, como mínimo para sacarse el graduado escolar. No saben qué quieren hacer con su vida o no tienen perspectivas realistas o sensatas: ser médico cuando ni siquiera vas a pasar de cuarto de eso no es realista o casarse con un millonario no es algo tan fácil como parece en la tele. Intentas hablar con ellos, les sueltas la charla para ver si reaccionan y piensan un poco. Generalmente es absolutamente inútil. Algunos casos son especialmente sangrantes: chicos brillantes que podrían hacer lo que quisieran con su vida si les diera la gana. Talento desperdiciado. A esos les doy la murga especialmente, pero no sirve de mucho. Qué impotencia.
Este final de evaluación ha sido especialmente frustrante. Y no sólo por la cantidad de suspensos que han cosechado los chicos de mi tutoría, sino sobre todo porque se han ido destapando algunos casos particulares en los que los suspensos son lo de menos. En algún caso, ves clarísimamente cómo algún chico se dirige derecho al desastre más allá de los estudios. En otros, ves cómo chicos fantásticos acaban ahogados por circunstancias personales durísimas. Yo intento hacer lo que está en mi mano para ayudar, aunque sé que es muy poquito lo que puedo hacer y eso se me hace muy duro.
Después de unos días complicados en el instituto, de conversaciones con chicos, padres y orientadores, el viernes llegué a casa cansada, frustrada y muy triste, un poco superada por el maremagnun de problemas de los que me he ido enterando esta semana y con un desagradabilísimo sentimiento de impotencia. Supongo que me tomo las cosas demasiado a pecho, supongo que con el tiempo aprenderé a tomarme las cosas más levemente y dejarán de afectarme. Supongo que con el tiempo me acostumbraré. No sé. Pero por ahora... es frustrante y triste.
17 comentarios:
Y sin embargo esperanzador que sigan quedando profes como tú.
Supongo que con el tiempo lo que tendrás muy claro es como accionar ese interruptor que, en modo "ON", te hace volcarte e implicarte como profesora...y "OFF" deja todos esos problemas aparcados hasta el próximo día.
Es más facil decirlo que hacerlo, ojito!...yo aun sigo buscando mi dichoso interruptor.
animo y no desesperes
Ánimo. La verdad es que a esa edad es muy difícil hacer entrar en razón a los chavales, pero no te acostumbres a estar rodeada de frustración. Lucha siempre por ellos. Si años de lucha supone que sólo uno aproveche su talento, habrá merecido la pena.
Jo... me han entrado unas ganas enormes de abrazarte. Ahí va un achuchón gordo, mucho ánimo.
Ana-ónima
¡Ánimo! Aunque no te lo creas, tus esfuerzos valen la pena. ¡No desfallezcas!
No sé si te servirá de algo. Mucho ánimo
Una chicharrera
http://www.elpais.com/articulo/portada/listos/triunfan/siempre/elpepusoceps/20091101elpepspor_5/Tes
Hola,
anímate, aunque no puedas solucionarles los problemas, ten por seguro que tu apoyo será muy importante. ¿A que tú aún recuerdas a algún profe que te marcó?
Un abrazo
patane
El mundo está lleno de pequeñas catástrofes a nuestro alrededor. Es increíble la fuerza que tiene la capacidad de pensar en un mañana mejor.
Te preocupas porque eres buena profe y buena persona. Lamentablemente no eres supergirl y no vas a poder arreglar cosas que escapan claramente al alcance de un centro educativo. Pero puedes poner tu granito de arena y ahí queda, y en alguna ocasión algo hará que sepas que tú has hecho la diferencia.
Besitos, guapa.
Mi hija Núria, que tuvo una adolescencia complicada, se encontró alguien como tú de tutora en cuarto de eso. Núria hoy ya es profesora de Filología Hispánica. Sin la dedicación de aquella profesora estoy convencido que mi hija nunca hubiera llegado ni tan solo a empezar la carrera.
Javi, qué lindo, mil gracias :)
Raúl, con los cabreos lo consigo... con las cosas tristes me cuesta mucho más. A ver si aprendo(emos).
Sugar Booger, lo intentaré. La verdad, tengo que aprender a que no me afecten tanto estas cosas, pero tampoco quiero llegar a pensar que no merece la pena ni intentarlo.
Ana-ónima, muchas gracias por el abrazo virtual. En momentos de estos son lo que mejor viene.
Zirie, ojalá, aunque sea de poquito :)
Anónima chicharrera, ojalá todos mis alumnos acaben bien... pero desgraciadamente no todos son genios.
Patane, sí, los recuerdo... y en ellos me pienso cuando me encuentro en determinadas situaciones.
Illuminatus, y tanto.
Gato, gracias, nena.
Manel Roqueta, seguro que esa profesora estará muy orgullosa de haber puesto su granito de arena.
Ánimo, eso sólo es un síntoma de tu gran vocación y de tu gran humanidad, dos dones de los que carecen muchísimos de los que dicen llamarse "DOCENTES".
Mucha agua resbala, gota a gota cala. Persevera, en alguno harán mella tus consejos aunque ahora no lo creas.
Muchos ánimos, Misia!! ;)
cuanta responsabilidad, yo creo que no podrían enseñar ni a jugar al parchis...
Bienvenida a la enseñanza del S XXI.
A veces pienso que sólo nos queda arroparles por la noche y leerles un cuento. Yo tengo fe en que algo siempre queda. Desde luego siempre quedará algo más si tienen a alguien que les diga algo que si no lo tienen.
Un besito y felices fiestas.
La otra yo misma, desde que era una criaja me recuerdo diciendo que quería ser profesora, jeje.
JuanRa, muchas gracias por los ánimos :)
Jordim, la mayor parte de las veces es más fácil.
Anonimilla, esperemos que sí. Un beso.
Yo también creo que igual no se hubiera llegado a estos extremos si más profesores fueran vocacionales como tú y se tomaran las cosas más a pecho (es odioso generalizar, pero lo digo por algunos ejemplos mayoritarios que yo me encontré en mis días estudiantiles).
Espero que nunca pierdas esa ilusión e interés por tus alumnos, aunque sí tendrás que aprender a desconectar una vez no puedas hacer más.
Feliz año profa!!
Publicar un comentario