Había una vez, en un reino muy, muy lejano un palacio...
No, no, esto es un cuento moderno y no puede empezar así.
Había una vez, en una Chonilandia muy, muy lejana, una república independiente de mi casa. En esa republicaindependientedemicasa había una princesa llamada Misia que gobernaba con benevolencia y bondad sobre todos sus súbditos (es decir, todas las pelusas de la república)*.
La princesa Misia era muy apañá y generalmente hacía cosas de princesa: dormía la siesta en su sillón azul (estiradita y roncando como sólo se estiran y roncan las princesas) y hacía croquetas de jamón serrano. La princesa Misia también proporcionaba graciosamente bolas de pollo y arroz al gran visir del reino, un ser peludo y maullante que conducía con garra dura a todos los súbditos del reino, y croquetas de jamón a su príncipe.
Pero la princesa Misia tenía un secreto: a modo de princesa Fiona se transformaba en ogro, pero no en un ogro buenrollista como Fiona sino en un ogro gruñón y borde. Menos mal que la transformación no ocurría todas las noches (su príncipe habría huido por tener a un ogro insoportable tanto rato cerca). La princesa Misia se transformaba cuando encontraba individuas vagas en sus tareas fuera del reino republicano o cuando se alineaban los planetas de forma especial dos veces (o tres) al año y los dioses mandaban ese castigo divino llamado exámenes. Entonces el ogro Misia volvía, el gran visir y el príncipe temblaban y las pelusas cantaban vítores desde sus rincones (es de sobra conocido que quien estudia no controla el tamaño de sus pelusas).
Generalmente todo se reducía a no ver a gente humana en periodos de ogrización - menos al príncipe, al que por príncipe le tocaba apechugar - pero en esta ocasión algo extraño ocurrió: dos embajadores extranjeros llegaron a la repúblicaindependientedemicasa. Arribaron al reino una embajadora doncella que hizo un viaje trasmediterráneo y otro que cruzó la ciudad desde el barrio del Pilar.
Ah, los pobres. Ah, ingenuos ignorantes que no sabían dónde se metían.
Los embajadores se toparon con una ogro ciclotímica que pasaba rápidamente de estar en modo on (cabreado, diciendo gggrrrrrrruuuuuaaaa) a estar en modo off (catatónico perdido, diciendo bleeeeeee). Los embajadores flipaban. Y esquivaban a la ogro en el pasillo, porque la ogro estaba muy borde.
Lo peor es que hubo víctimas mortales.
Los embajadores habían traído consigo una manada de conejos. Unos conejos preciosos y mágicos, ya que tenían la piel de oro y se contaba que también tenían la sangre de chocolate, aunque nadie lo sabía a ciencia cierta porque como eran unos conejos sagrados nadie se atrevía a despedazarlos.
Una noche, mientras los embajadores dormían y la ogro princesa estudiaba Antropología de la Educación, parece ser que algo pasó. Porque al día siguiente al despertar, los embajadores comprobaron que faltaba un conejo sagrado en la manada.
Todos miraron a la ogro:
- ¡A mí no me miréis, que yo he estado estudiando! bueno, yo oí un ruido, un ruido fuerte. Supongo que fue el conejo, que salió huyendo de su manada aprovechando que ya no está en vuestros reinos, como antes los rusos de las películas, que desertaban todos los inteligentes y guapos como Sean Connery con el submarino. Ha huido el conejo, no le busquéis que será más feliz allá donde quiera que esté, porque ha huido...
Pero la ogro no había sido lista, porque cada vez que dejaba su personalidad de princesa y se volvía ogro se volvía medio lerda y no había ocultado los restos del crimen. Los embajadores y el príncipe encontraron restos de piel dorada de conejo sagrado y de sus patas desperdigados en la nevera.
- ¡Ajáaaa, has sido tú!
- Sí, he sido yo, ¡lo confieso! Me he saltado el desafío beta... ¡pero mi cerebro de ogro necesitaba carne de conejo sagrado!
- Ah, vale, bien.
Y fin de la historia. Porque los exámenes acabaron, el proceso de desogrización de la princesa Misia empezó y los embajadores y los conejos volvieron a estar seguros.
Eso sí, aún quedan restos del proceso mental ciclotímico, extraño y de ralladura que tuvo el ogro. Restos de la ralladura mental, como este post. Prometo no hacerlo más.
*Que sí, que ya sé que no hay princesas en las repúblicas pero a) es mi cuento, b) es mi cuento y c) ¡que me gusta a mí ser princesa, hombre!
No, no, esto es un cuento moderno y no puede empezar así.
Había una vez, en una Chonilandia muy, muy lejana, una república independiente de mi casa. En esa republicaindependientedemicasa había una princesa llamada Misia que gobernaba con benevolencia y bondad sobre todos sus súbditos (es decir, todas las pelusas de la república)*.
La princesa Misia era muy apañá y generalmente hacía cosas de princesa: dormía la siesta en su sillón azul (estiradita y roncando como sólo se estiran y roncan las princesas) y hacía croquetas de jamón serrano. La princesa Misia también proporcionaba graciosamente bolas de pollo y arroz al gran visir del reino, un ser peludo y maullante que conducía con garra dura a todos los súbditos del reino, y croquetas de jamón a su príncipe.
Pero la princesa Misia tenía un secreto: a modo de princesa Fiona se transformaba en ogro, pero no en un ogro buenrollista como Fiona sino en un ogro gruñón y borde. Menos mal que la transformación no ocurría todas las noches (su príncipe habría huido por tener a un ogro insoportable tanto rato cerca). La princesa Misia se transformaba cuando encontraba individuas vagas en sus tareas fuera del reino republicano o cuando se alineaban los planetas de forma especial dos veces (o tres) al año y los dioses mandaban ese castigo divino llamado exámenes. Entonces el ogro Misia volvía, el gran visir y el príncipe temblaban y las pelusas cantaban vítores desde sus rincones (es de sobra conocido que quien estudia no controla el tamaño de sus pelusas).
Generalmente todo se reducía a no ver a gente humana en periodos de ogrización - menos al príncipe, al que por príncipe le tocaba apechugar - pero en esta ocasión algo extraño ocurrió: dos embajadores extranjeros llegaron a la repúblicaindependientedemicasa. Arribaron al reino una embajadora doncella que hizo un viaje trasmediterráneo y otro que cruzó la ciudad desde el barrio del Pilar.
Ah, los pobres. Ah, ingenuos ignorantes que no sabían dónde se metían.
Los embajadores se toparon con una ogro ciclotímica que pasaba rápidamente de estar en modo on (cabreado, diciendo gggrrrrrrruuuuuaaaa) a estar en modo off (catatónico perdido, diciendo bleeeeeee). Los embajadores flipaban. Y esquivaban a la ogro en el pasillo, porque la ogro estaba muy borde.
Lo peor es que hubo víctimas mortales.
Los embajadores habían traído consigo una manada de conejos. Unos conejos preciosos y mágicos, ya que tenían la piel de oro y se contaba que también tenían la sangre de chocolate, aunque nadie lo sabía a ciencia cierta porque como eran unos conejos sagrados nadie se atrevía a despedazarlos.
Una noche, mientras los embajadores dormían y la ogro princesa estudiaba Antropología de la Educación, parece ser que algo pasó. Porque al día siguiente al despertar, los embajadores comprobaron que faltaba un conejo sagrado en la manada.
Todos miraron a la ogro:
- ¡A mí no me miréis, que yo he estado estudiando! bueno, yo oí un ruido, un ruido fuerte. Supongo que fue el conejo, que salió huyendo de su manada aprovechando que ya no está en vuestros reinos, como antes los rusos de las películas, que desertaban todos los inteligentes y guapos como Sean Connery con el submarino. Ha huido el conejo, no le busquéis que será más feliz allá donde quiera que esté, porque ha huido...
Pero la ogro no había sido lista, porque cada vez que dejaba su personalidad de princesa y se volvía ogro se volvía medio lerda y no había ocultado los restos del crimen. Los embajadores y el príncipe encontraron restos de piel dorada de conejo sagrado y de sus patas desperdigados en la nevera.
- ¡Ajáaaa, has sido tú!
- Sí, he sido yo, ¡lo confieso! Me he saltado el desafío beta... ¡pero mi cerebro de ogro necesitaba carne de conejo sagrado!
- Ah, vale, bien.
Y fin de la historia. Porque los exámenes acabaron, el proceso de desogrización de la princesa Misia empezó y los embajadores y los conejos volvieron a estar seguros.
Eso sí, aún quedan restos del proceso mental ciclotímico, extraño y de ralladura que tuvo el ogro. Restos de la ralladura mental, como este post. Prometo no hacerlo más.
*Que sí, que ya sé que no hay princesas en las repúblicas pero a) es mi cuento, b) es mi cuento y c) ¡que me gusta a mí ser princesa, hombre!
22 comentarios:
¡Prime!
Si han terminado los exámenes, ha sido todo por una buena causa. Yo no termino hasta el seis de julio, snif. Y qué gana de exponer y entregar el maldito trabajo de campo de una vez...
Ale, me voy, que me has recordado que tengo que estudiar...
Hmmmmmm creo recordar que a chonilandia llegaron cuatro conejos, y no solo tres ]:D
Al final te hago un desafío beta de verdad.
Jajajaj.... genial el relato, no hay nada como comenzar la jornada laboral con una sonrisa.
Qué hayan ido bien los exámenes!
Musus
No prometas no hacerlo más, que me ha encantado leerlo!!!! jajaja qué buena forma de empezar la mañana...
¿Y el ogro no hacía ataques a las provisiones del resto (léase nevera)? Yo recuerdo aquellas temporadas por los ataques a la despensa...
Suerte con los resultados.
No vengas presumiendo, Misia: una ogresa que se precie, en época de exámenes, se chimpa a los tres conejos y ¡ a otra cosa, mariposa!...
Anda que como los asesinos torpes que acaban pillando... menudo rastro que has dejado!! De todas formas acabar con los tres conejos como dicen por arriba... hubiera sido como la matanza de Texas, y eso ya es otro nivel... hubiera sido preocupante.
Las princesas republicanas roncan? Bah, como mucho haran uhhhbisbisbisbis.
Repite conmigo: chocolate bueeeeeeno.
Tiene tantas ventajas que no sabría ni por dónde empezar.
Jejejej, antes de salir en esta peligrosa misión cuantificamos los riesgos y los cuatro conejos mágicos estaban planificados como pérdida prácticamente asegurada. No pasis pena, cariñasso, ;D
¿Cuatro? Yo cuento tres y luego dos.
princesa Misia, te echaba de menos. Conozco a esos conejos mágicos y a veces, te obligan a hacer cosas que no quieres.
Misia! me encantas ^^
Eres una ogro-opositora así que se te consiente todo... Se pueden dar con un canto en los dientes de que no lo aproveches más ;).
Muy buena la entrada, me he reído un montón. Pero ¿eso de que no hay princesas en las repúblicas lo sabe George Lucas?
Vaya con cuidado señorita Misia; uno empieza con pequeños 'sacrisinatos' rituales, y termina embarcado en orgías de sangre y destrucción o cogíendole el gusto a participar en aquelarres, sobre todo ahora que llega San Juan.
Por cierto, mucho más interesante su personalidad ogresca, siempre y cuando uno no sea del cuerpo diplomático, ni gran visir ni principe. Ni, sobre todo, conejo sagrado.
Er-Murazor, ¡mucho ánimooooo!
Rebi, ya, pero el cuarto no podía salir en la foto porque ya había "huido".
Olly, ains, gracias :) ya veremos cuando salgan las notas :S
CMQ, me alegra que te haya gustado. Aunque espero no volver a alcanzar demasiadas veces el nivel de ralladura mental ese.
Mari, bueeeno, el ogro atacó los conejos porque se habían acabado los magnun de cuádruple chocolate... y las verduras congeladas que quedaban como que no llamaban.
MariaJesusParadela, ¡los conejos llegaron a dos días de acabar los exámenes! no dio tiempo a disolver toda la manada.
Biónica, estaba claro que el CSI me felpaba...
Javi, jajajaja. Le preguntaré al gran visir, al príncipe y a los embajadores. Y había cuatro conejos, pero uno huyó antes de hacer las fotos de la manada.
Illuminatus, si bueno sí, está muuuuy bueno :P
Ay, Gato, ¡que estoy deshaciendo la manada!
Canela, gracias, yo también echaba de menos escribir mis chorradillas y leeros. Y... ¡malditos conejos!
Tocohulat, ¡hala, lo que me has dicho! jaja, ¡muchas gracias!
Anonimilla, este eran exámenes de la uned. La opo la reintento el año que viene (ains). Así que me aplico el cuento y el año que viene pediré mimos y conejos sagrados.
Erik D´Lan, me alegra que te haya gustado. ah, Leia, qué gran mujer. Una visionaria.
Motero, en esta república los conejos sagrados ya están en peligro de extinción, jeje.
Italia es una republica y esta llena de principes y princesas...pero mandan poco.
Bien por la princesa republicana!! (Es su cuento y llora si quiere)
Y bien por descubrirnos que la tentación no vive arriba sino dentro de un conejo con albornoz de oro.
MMMMMmmmmmmm...isi aaah
Hombre Malo, es que esos príncipes están de capa caída. ¡Yo estoy en el apogeo de mi poder!
JuanRa Diablo, jajaajja. Es que además en el "arriba" de esta república sólo hay tejas y quizás algún gorrión, así que hay que refugiarse en los conejos.
¡Me parto! ¡Por favor, no dejes de desvariar! Maravilloso :-D
Exseminarista ye-ye, jeje, mis arranques de chorradas aparecen de tanto en tanto pero sin desaparecer del todo.
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