El mes de junio de 2003 fue completamente distinto a este. Calor, hizo mucho calor. Ese mes de junio ya presagiaba que la Península iba a ser barrida ese verano por una impresionante ola de calor. Recuerdo lo mal que lo pasamos en las clases de aquel máster que estábamos haciendo ese año, en aquel aula especial sin aire acondicionado. Era complicado atender a aquellos profesores, con cosas interesantes que contar, pero que lo hacían a primera hora de la tarde... y con aquel calor. Media clase dormitaba, la otra media se pasaba notitas.
Yo tuve suerte, me libré de gran parte de la ola de calor de ese verano. Gracias a la confluencia de cuatro factores: una amiga en el extranjero, los ahorros que tenía en una cuenta que me había abierto mi abuelo cuando hice la primera comunión (y que mi padre se había encargado de nutrir años tras año, poquito a poquito), mi estupidez eligiendo novios y un venazo de dramaqueenismo épico.
En aquel máster había conocido a A. A era un chileno guapísimo (bueno, a mí me parecía guapísimo), simpático y listo que me deslumbró en cuanto le conocí. Menudo flechazo. A pesar de tener veintitantos años, mi cerebro se evaporó y me puse tonta como una niña de catorce. No podía hacer otra cosa más que mirarle arrobada y como si hubiera visto una aparición mariana. Lo curioso es que, a pesar de que mi cerebro brillaba por su ausencia, llamé la atención de A y acabamos medio liados. Durante cinco meses estuve envuelta en una de las relaciones más extrañas que he tenido en mi vida y que me dejó de nuevo para el arrastre (digo de nuevo, porque fue después del chungazo de mi vida y yo aún estaba recomponiéndome de aquella catástrofe vital).
Resumiendo, que allá por junio del 2003 estaba yo hecha un guiñapo después de aquel desastre chileno - desastre que seguía cada día presente en mi vida, ya que íbamos a clase juntos y salíamos de fiesta juntos - y decidi que necesitaba un cambio de aires. Inmediato. Hablé con el director del máster para que me diera permiso para perderme las últimas clases. Contacté con mi amiga Maya, que estaba viviendo en el DF y con mi amiga Nanuk, que se iba a pasar allí el verano, y me saqué un billete para el DF. En menos de dos semanas pasé de estar llorando en Madrid sin saber qué hacer a estar en el Zócalo en pleno DF.
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Dramaqueenismo del bueno. Si vas a hacer una espantá, mejor irte a un país exótico en otro continente que a Albacete. La sensación no es exactamente la misma. |
Tras estar unos días por el DF y alrededores, cogimos nuestras mochilas y nos fuimos a dar una vuelta por el país. Fuimos en plan tirado porque el dinero no daba para más, viajando en los buses económicos, comiendo en mercados y puestos callejeros y alojándonos en albergues y moteles infectos, como aquel del baño diminuto, que era todo en uno: la alcachofa de la ducha estaba literalmente encima del water. Al menos podías estar segura de que el water estaba más o menos limpio, porque le caía encima toda la espuma del champú o del gel. Ese fue mejor que aquel en el que en la cisterna había una capa de moho verde maloliente y que estaba tan limpio que ni siquiera nos desvestimos para dormir. Para rematar, estaba encima de un mercado y a las cuatro nos despertó un señor con un concierto de marimba y a las cinco un señor vendiendo pornografía a voces.
La cuestión es que nos recorrimos gran parte del sur de México y más:
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Teotihuacán, |
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Guanajuato, Oaxaca, |
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Palenque, | |
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o Chiapas. |
Desde Chiapas, pasamos a Guatemala,
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Chichicastenango, |
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el lago Atitlán, |
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la costa guatemalteca del Pacífico (mi primer baño en el Pacífico. Bofetón que me dio la ola, oigan), |
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un breve garbeo por Honduras, |
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Livingstone, en la costa caribeña de Guatemala, |
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Tikal (esos puntitos de arriba somos Nanuk y yo). |
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Yde nuevo México, esta vez entrando por Yucatán.
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Tulum (no me he podido resistir. Arriba, nuestra cabaña. Debajo, lo que veía desde la cama), |
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Chichén-Itzá, |
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la ruta puuc o Campeche. |
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Durante más de mes y medio, Nanuk, Maya y yo estuvimos viajando por México y Guatemala, pasando por Honduras y Belice. Vimos todas las ruinas mayas y no mayas por las que pasamos (qué se puede esperar de tres historiadoras, dos de ellas especializadas en Mesoamérica). Y creedme, fueron muchas ruinas mayas. Muchísimas ruinas mayas (y por este comentario podéis deducir que la que no estaba especializada en Mesoamérica era yo). Fuimos a algunas de las zonas que salen en todos los clásicos de Antropología. Vimos ciudades coloniales, volcanes, cenotes y playas de ensueño. Nos lo pasamos muy bien las tres juntas, nos reímos lo que no está escrito. Fue un viaje estupendo, en el que acabé saturada de color, picante, vida... y ruinas mayas.
Volví a Madrid un mes y medio después, curada, feliz y sin acordarme siquiera de la existencia del chunguito chileno. Ahora, si me acuerdo de él, sonrío por tres cosas: lo surrealista que fue nuestra historia, lo boba que fui yo y el maravilloso viaje que me trajo mi vena de dramaqueenismo, una de las mejores experiencias que he vivido.
Y es que... quién dice que el dramaqueenismo no trae cosas buenas a la vida.
7 comentarios:
Que geniaaaal!! Me encanta. Así deberían curarse todos los corazones rotos.
Si es que hasta los chungos traen algo bueno... ¿quién lo iba a decir? jajaja Menudo pedazo de viaje!
De hecho, tus palabra literales eran "una ruina más y os sacrifico"
Benditos mil veces los chungos, los idiotas, los cabronazos y los astronautas emocionales (esos que siempre necesitan "espacio"), porque son ellos los que nos empujan sin saberlo a las mejores aventuras.
Qué viaje, colega, qué viaje! Madredelamor. Y, oye, que son los mejores. Los de mochila y toallitas de bebé XD Los de "aquí estoy, echando una siesta en una estación de tren de Ostende porque el mío sale a las cuatro de la mañana. El que ronca a mi lado es un argentino que va medio pedo, y aquellas de allí dos italianas que intentan llegar a Colonia, a no sé qué de un festival gótico". Los de compartir habitación con otros siete (y que, con suerte, uno de ellos sea un pedaaaacho de vikingo de dos por dos...ayomá!) Los de bocatas de atún en el banco del parque.
Todos los viajes que hice así los recuerdo como lo más de lo más. Los hice así porque no daba pa más la economía, pero está claro que la mentalidad acompaña. No me imagino viajando de otro modo. Mentalidad de pobre, ya me lo dice mi padre.
Oye, eso de Tulum... jodó, jodó. El paraíso terrenal, o cómo va?? Mira que yo no soy na de playa (soy rara hasta pa eso, a mí me va el rollo catedral, barrio judío, cosa medieval, clima frío...) pero eso es... demasiao!
Enhorabuena. Eso es encajar con arte, reina. Ahí me den todas las penas! Viajazo total, incluso con empacho de ruinas!
;)
Pétalo, ¿verdad que sí? muy terapéutico el asunto, sí.
Speedy, aún me acuerdo de los sitios, los olores, la sensación.... aaay, qué nostalgia.
Rochi, sí, creo recordar que era así. De hecho hay cierta foto en la que te estoy sacrificando en un cenote...
Lenka, no fuimos mucho de playas, lo nuestro fue rollo histórico-antropológico-cultural, pero las pocas que pisamos eran espectaculares. Y bucear en Cozumel, una isla de esa zona, fue una de las cosas más bonitas de mi vida. Y sí, estos viajes son los mejores. A veces se echa de menos una ducha decente, pero no todo puede ser perfecto.
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En Colombia estamos presentando un cambio climático algo extraño e verano y el invierno llegan cuando se les da la gana.
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