Hay épocas en las que los cambios vitales se amontonan. Ésta es, para mí, una de esas épocas.
Hace unos meses todo parecía ordenado: vivía con mi chico, teníamos alquilado un mini piso ikea, laboralmente había cambiado de puesto dentro de mi empresa para mejor. Hasta habíamos adoptado a la gatina para acabar de darle estabilidad al asunto.
Ni siquiera sé bien qué empezó el cambio. Supongo que todo fue una conjunción de factores.
A mi chico se le presentó una buena oportunidad, a partir de octubre... en Barcelona.
Yo estaba harta de mi trabajo. Bueno, no exactamente del trabajo en sí (el trabajo me gustaba y estaba genial con mi jefe y con mi compañera) pero estaba harta del gran-mega-jefazo. La gota que colmó el vaso fue su amenaza de, otra vez, despedirme a finales de julio para volver a contratarme a principios de septiembre. Fue una nueva demostración de que daba igual si trabajaba bien o mejor o que me quedara currando hasta tarde si era necesario. Jamás conseguiría que me hiciera un contrato digno, que me subiera el sueldo o, menos aún, que me respetara.
Y, a principios de julio, un domingo, después de una llamada en la que me ofrecían un trabajo mejor, pero no relacionado con lo mío, se hizo la luz y me di cuenta de que tenía que salir de ahí, que ya era suficiente, y de que no me quería quedar sola en Madrid el siguiente curso y en ese curro cabreante. Y decidí dejar el trabajo, rechazar la oferta laboral, e irme... a Escocia. Porque siempre he querido vivir en el extranjero, pero por una cosa u otra, siempre lo he tenido que ir aplazando. Porque me convenía mejorar mi inglés. Porque me habían dicho que Edimburgo es una ciudad preciosa. Porque sí.
Al día siguiente le dije a mi jefe que dejaba el trabajo.
Dejamos el piso Ikea y nos volvimos a Chonilandia, a mi piso, que se había quedado vacío porque Hermano se ha ido a vivir a Munich.
A todo esto, yo me había presentado a unas oposiciones a finales de junio, sin estudiar nada. Me presenté sencillamente porque mi madre insistía, e insistía... y para que no me diera más la lata fui al examen. Al final contesté a todo, pero estaba tan convencida de que no había sacado buena nota que ni siquiera fui a mirar las calificaciones.
Dos semanas después de anunciar mi marcha a Edimburgo a todo el mundo y de decir definitivamente al gran-mega-jefazo que me iba, me llamaron para decirme que había aprobado las oposiciones. Con muy buena nota, aunque sin plaza. Y que había la posibilidad de que me llamaran a lo largo del curso para trabajar.
Pensé en irme de todas maneras a Edimburgo unos cuantos meses y volver cuando se acercara el momento de empezar a trabajar en la administración... pero no ha dado tiempo.
Me han llamado y estoy trabajando en un instituto. Tengo contrato hasta dentro de un año y por primera vez en mi vida voy a conocer cuatro palabras mágicas: vacaciones pagadas y pagas extra.
En fin, que todo ha cambiado: mi trabajo, mi casa, mi chico se marcha temporalmente... Toda una reordenación vital. Para mejor, sin duda (bueno, lo de mi chico... este... sí, conoceré mejor Barcelona. Algo bueno tiene que tener).
Moraleja: haced caso a vuestras madres, amiguitos.
Hace unos meses todo parecía ordenado: vivía con mi chico, teníamos alquilado un mini piso ikea, laboralmente había cambiado de puesto dentro de mi empresa para mejor. Hasta habíamos adoptado a la gatina para acabar de darle estabilidad al asunto.
Ni siquiera sé bien qué empezó el cambio. Supongo que todo fue una conjunción de factores.
A mi chico se le presentó una buena oportunidad, a partir de octubre... en Barcelona.
Yo estaba harta de mi trabajo. Bueno, no exactamente del trabajo en sí (el trabajo me gustaba y estaba genial con mi jefe y con mi compañera) pero estaba harta del gran-mega-jefazo. La gota que colmó el vaso fue su amenaza de, otra vez, despedirme a finales de julio para volver a contratarme a principios de septiembre. Fue una nueva demostración de que daba igual si trabajaba bien o mejor o que me quedara currando hasta tarde si era necesario. Jamás conseguiría que me hiciera un contrato digno, que me subiera el sueldo o, menos aún, que me respetara.
Y, a principios de julio, un domingo, después de una llamada en la que me ofrecían un trabajo mejor, pero no relacionado con lo mío, se hizo la luz y me di cuenta de que tenía que salir de ahí, que ya era suficiente, y de que no me quería quedar sola en Madrid el siguiente curso y en ese curro cabreante. Y decidí dejar el trabajo, rechazar la oferta laboral, e irme... a Escocia. Porque siempre he querido vivir en el extranjero, pero por una cosa u otra, siempre lo he tenido que ir aplazando. Porque me convenía mejorar mi inglés. Porque me habían dicho que Edimburgo es una ciudad preciosa. Porque sí.
Al día siguiente le dije a mi jefe que dejaba el trabajo.
Dejamos el piso Ikea y nos volvimos a Chonilandia, a mi piso, que se había quedado vacío porque Hermano se ha ido a vivir a Munich.
A todo esto, yo me había presentado a unas oposiciones a finales de junio, sin estudiar nada. Me presenté sencillamente porque mi madre insistía, e insistía... y para que no me diera más la lata fui al examen. Al final contesté a todo, pero estaba tan convencida de que no había sacado buena nota que ni siquiera fui a mirar las calificaciones.
Dos semanas después de anunciar mi marcha a Edimburgo a todo el mundo y de decir definitivamente al gran-mega-jefazo que me iba, me llamaron para decirme que había aprobado las oposiciones. Con muy buena nota, aunque sin plaza. Y que había la posibilidad de que me llamaran a lo largo del curso para trabajar.
Pensé en irme de todas maneras a Edimburgo unos cuantos meses y volver cuando se acercara el momento de empezar a trabajar en la administración... pero no ha dado tiempo.
Me han llamado y estoy trabajando en un instituto. Tengo contrato hasta dentro de un año y por primera vez en mi vida voy a conocer cuatro palabras mágicas: vacaciones pagadas y pagas extra.
En fin, que todo ha cambiado: mi trabajo, mi casa, mi chico se marcha temporalmente... Toda una reordenación vital. Para mejor, sin duda (bueno, lo de mi chico... este... sí, conoceré mejor Barcelona. Algo bueno tiene que tener).
Moraleja: haced caso a vuestras madres, amiguitos.
17 comentarios:
¡Felicidades, niña! (Por el trabajo, no por lo de Barcelona)
¡¡¡Esto demuestra que es posible!!!
Felicidades!
sorpresas nos da la vidaaaaa (la la la)
besukis!!!
¡¡Muchas felicidades!! Como dice Lorz, a mí también me da esto esperanzas.
Aunque tanto Edimburgo como Barcelona son destinos para tener MUY en cuenta.
Lo de tu madre es escalofriante.
Oye, aver si ahora resulta que lo que tendría que haber hecho era hacer caso a la mia...
"a ver" ¬_¬U
Uysss q mi estos cambios me dan un poco de vértigo pero en el fondo molan y dan sal a la vida. Lo de tu chico no, la verdad, pero bueno, id viendo como va la cosa y elegiréis lo mejor para los dos.
mucha suerte niña!
Creo que te merecías aprobar, porque seguro que tus respuestas estaban llenas de vitalidad. La enseñanza necesita personas como tu, capaces de arriesgar y de cambiar Escocia por un trabajo fijo (malo, cutre, sin futuro, pero fijo. Ánimo, después de trabajar el primer año, ya seguirás haciéndolo. No hagas caso de los pesimistas. Entrégate al trabajo. La enseñanza es maravillosa y se aprende más de los alumnos de lo que ellos aprenden de nosotros...Y eso de que "la juventud de ahora"...lleva diciéndose desde que el mundo es mundo.
Yo ya te he dicho que vas a ser una profe divina. Pásalo bien.
Estoy pensando en qué cosas me dice mi madre. Una es "hablamos la semana que viene si no pasa algo antes, y mejor que no pase nada antes". Y la otra es "no te preocupes hija mía que no falta un roto pa un descosío".
Para mí que no son consejos. Creo que la pobre desistió conmigo...
¡Felicidades! ¿La jornada es completa o parcial? ¿El instituto pilla cerca de Chonilandia o en la otra punta de la provincia?
Y Edimburgo ya la disfrutarás con una excedencia.
Las vacaciones no existen. Son un aficción creada por los marcianos.
Os lo tengo dicho, leñe, pero ni caso que hacéis.
Felicidades, por otra parte.
Felicidades y bienvenida al mundillo del trabajo semi-funcionarial. En estos tiempos de crisis, nada mejor que trabajar bajo cobertura del estado.
Enhorabuena!! ¿qué vas a enseñar?
"Vacaciones pagadas y pagas extra".
Qué bonitas palabras! Y qué pena que una tenga que entrar en la Administración para entender lo que significan! Lo digo por propia experiencia también.
Espero que tengas mucha suerte.
Un saludo.
Eme, graaacias, guapo.
Lorzagirl, ¡sí, es posibleeee! (aún no me lo acabo de creer).
Van Hessa, y tanto. A Edimburgo no sé cuando podré ir, pero desde luego a Barcelona dentro de poquito. He estado varias veces pero aún me quedan por ver un montón de sitios interesantes.
E. Martin, es que mi madre es taaan cansina (con todo el cariño) que es imposible no hacerle caso.
Eva Luna, yo es que necesitaba desesperadamente un cambio... ¡por fin!
Mariajesús, sí, la enseñanza es maravillosa para quien tiene vocación, a mí me encanta. Ya he probado con adultos y con preadolescentes, ahora me toca con los adolescentes. Veremos qué tal.
Gato, tu madre es pura filosofía.
Ca_in, no me puedo quejar, estoy en un instituto muy chulo, en Madrid ciudad y que me pilla relativamente bien de casa (cuarenta minutos en transporte público en Madrid no es excesivo). He tenido mucha, mucha suerte.
Capitán, jaja, muchas gracias.
Illuminatus, tienes toda la razón del mundo.
Xisca, ¡gracias! voy a enseñar algo de Historia y algo de Historia del Arte... estoy muy contenta.
Siannah, muchas gracias y bienvenida. Quédate a dormir cuando quieras (creo que es la primera vez que comentas, ¿verdad?)
Cuanto me alegro ... Cuando menos te lo esperas, la diosa de la fortuna decide bendecirte con un toquecito,jeje.
Ya avisarás si vienes a Barcelona eh??
¡Claro, Lucía!
Publicar un comentario