MANAZAS

Yo, Be, me he cargado la plantilla milenaria de QaD por torpe y con un solo clic. Me autoflagelo ante mis copropietarias y me comprometo a dejarla lo más parecida posible, si no mejor. ¡Palabra!

lunes, diciembre 20, 2010

Reiki: ¿arma letal?

Soy una persona que no cree en la efectividad de ciertas cosas. Por ejemplo, el reiki. Tengo unas cuantas amigas que lo practican y que me han explicado de qué va el tema, pero la verdad es que, aunque me digan que eso funciona, nunca me he creído ni una sola palabra. Las respeto mucho y sé que a ellas les va bien, así que me parece genial que lo practiquen, pero la verdad es que yo no... en fin.

Hace más de un año estaba cenando con Be, I-Boy, Street Girl y Miss X, que estaba sentada a mi lado. Ella practica reiki y en ese momento estaba haciendo un curso de nivel nosecuantos de reiki (me han contado que tienen niveles, dependiendo de cómo manejes la energía: por contacto, a distancia, con símbolos... o eso es lo que yo he entendido. Perdón por las inexactitudes que pueda soltar una profana en el tema). Total, que Miss X estaba haciendo el nivel de los símbolos. De repente, noté que Miss X se había quedado callada, que había cerrado los ojos y que me estaba haciendo unos dibujitos en la pierna con el dedo:

- ¿Qué haces, nena? - yo estaba flipada, observando a mi amiga en medio trance.

- Nada, te estoy haciendo reiki – me dijo Miss X con su dulce voz.

- Juas, ¡jajajaja! ¿QUÉ?

- Sí, reiki, te estoy alineando los chakras.

- Ah. - y ahí se quedó la cosa.


Cenamos tranquilamente, me fui a casa a dormir tan perfecta... y al día siguiente me levanté malísima. No pude evitar acordarme de Miss X y su reiki y la llamé por teléfono:

- ¿Digame?

- TÍIIIAAA, ¿QUÉ ME HAS HECHO? ¡estoy fatal, metida en cama, con diarrea, vómitos, un pelín de fiebre! ¿qué me has hechooooo? ¿reiki o brujería?


- Ah, bueno – me dijo con una voz tranquilísima – es normal. Las primeras vez que te hacen reiki, si tienes los chakras desalineados y algún bloqueo, pues es normal que al irse... ya sabes, haya una "limpia". Son normales los vómitos y la diarrea. Pero tranquila, ya no tienes bloqueo, enseguida se te pasará. Pero bueno, a lo mejor no ha sido el reiki, sino algo que te ha sentado mal, o un virus.

Ahí me pasé un día entero enferma y “desbloqueándome”. Seguramente fue un virus, pero, comprenderéis mi reacción cuando, a falta de una semana para los exámenes de la oposición estaba cenando con Be y con Miss X y Be se ofreció:

- Estás muy nerviosa y muy tensa. ¿Quieres que te haga reiki? Va muy bien y relaja que...

- ¡NOOOOOOOO! ¡NI SE TE OCURRA!

Porque sí, estoy convencida de que fue un virus.


Pero por si acaso.

viernes, diciembre 10, 2010

Los que gritan

...siguió gritándome. Al principio no entendía nada, me parecía todo tan absurdo... Aguanté el chaparrón como pude, mientras seguía gritándome.

¿Por qué me gritas? ¿por qué empleas conmigo ese tono agresivo? no hemos cruzado apenas ninguna palabra antes y ahora me gritas. No te entiendo. ¿Qué pretendes? ¿acobardarme, pillarme a contrapié, endosarme algo que no me corresponde? Sé que me atacas porque soy el eslabón más débil, porque me ves más joven, más inexperta y con cara de pringada. ¿Crees que soy débil? Y una mierda, débil. Ya lo verás. Estoy muy tranquila: sé que he hecho las cosas bien. Pero tú sigue gritando. Yo no me pienso poner a tu altura. Seguramente después todo esto me inquiete, me deje un poco confundida. Ya sabes, el consabido "¿y por qué a mí?". Pero calma, que eso se me pasa enseguida. Ya me enteraré después de que no he sido la primera, ni la última, a la que gritas así. Quizás, eso sí, me reproche el no haber sabido reaccionar mejor. En vez de quedarme aquí, escuchándote mientras pienso todo esto, quizás debería dejarte ahí, con tu grito en la boca. Pero me sobra educación, justo la que a ti te falta. Me pondré de mala leche, se me pasará. Porque entiendo que esta es una táctica como otra cualquiera: ¿qué quieres conseguir? ¿qué metedura de pata quieres ocultar? Me da igual. Pero déjame en paz.

Una cosa más: sé cómo es el mundo. Sé que habrá gente que se amilane con tus gritos. Seguramente a veces consigues así tu objetivo: dejas momentáneamente callada a la gente como yo. Y, lo peor, habrá gente que ceda a tu chantaje: preferirán darte lo que quieres, aunque sepan que es injusto, con tal de no tener que enfrentarse a ti y aguantar tus escenitas. Esa es la parte que realmente me fastidia. No que tú me grites.

En fin, adiós. Y, por favor, cállate de una vez.

martes, diciembre 07, 2010

Pequeña Be del Infierno

(Para Walita, lectora, colega y musa)
Este puente trabajo los tres días pero tengo la nevera llena de tuppers de mi madre (lentejas, estofado, consomé, guiso de pollo con berenjenas, ensaladilla rusa y una deliciosa salsa boloñesa), así que el saldo de felicidad sale positivo. Y es el momento perfecto para explicaros por qué Mi Madre Mola Mil: se está vengando.

Ahora soy esta bloguera que os escribe (últimamente, poco), esta periodista que se gana la vida con palabras (y números), esta mujer que habla por los codos (que se lo digan a mis facturas de Movistar)... pero hace muchos años (¡más de 30!) fui una niña de lo más tocapelotas.

Con año y medio subordinaba -según Mi Madre- y con dos en lugar de "para" decía "detente". Y toda esa capacidad de lenguaje la utilizaba para el mal.

Tenía yo dos años, y Mi Madre 25, y nos dirigíamos a casa en taxi tras pasar unas cuantas horas con mis abuelos y mi tía AG. Creo que nunca ha salido en QaD: AG trabaja en moda y los niños sólo le gustan sordomudos, parapléjicos o residentes en algún país del tercer mundo... y ese día había dicho algo que me dejó intrigada.

PequeñaBe: Mami...
MMMM: ...y todo el mundo la llamaba Caperucita Roja. Un día...
PequeñaBe: Mamá...
MMMM: ...su madre le pidió que llevase un pastel y una jarrita de miel a su abuela que vivía al otro lado del bosque y estaba enferma...
PequeñaBe: Oye, Mamá...
MMMM: ...y le dijo que no se entretuviese por el camino y que no hablara con desconocidos porque el lobo...
PequeñaBe: ¡¡MAMÁ!!
MMMM: ...el lobo... Dime, hija.
PequeñaBe: Mamá, ¿verdad que todos los taxistas son unos chorizos?
MMMM: …el lobo...
Sr. Taxista: No se preocupe, señora, estamos acostumbrados.
MMMM: ...así que Caperucita Roja recogió la cestita y se puso en camino...

Todo esto con una dicción perfecta, porque la pequeña niña repelente que era yo no ceceó nunca, ni tuvo problemas con las erres, ni se trababa con las palabras difíciles como “coyuntura” que por cierto aprendió antes que los nombres de los planetas.

Ahora hago gala de una prodigiosa memoria de pez, pero por aquel entonces no me olvidaba de nada. Como por ejemplo un día que acompañé a mi madre a la tienda. Había estado callada todo el rato y cuando llegamos a la caja para pagar, me puse a hablar.

PequeñaBe: Mami...
MMMM: Ahora en cuanto compremos estas cosas nos vamos a casa...
PequeñaBe: Mamá...
MMMM: ...y preparamos una merienda-cena con colacao, pan y mantequilla, tortilla francesa...
PequeñaBe: Oye, Mamá...

MMMM: ...jamón con tomate, yogur con miel, zumo de naranja...
PequeñaBe: ¡Mamá!
MMMM: ...queso de agujeros... dime, hija.
PequeñaBe: Mamá, ¿por qué venimos a esta tienda, si la abuela dijo el otro día que eran unos ladrones, que le habían cobrado por una mantequilla centitantas pesetas?
MMMM: ...
PequeñaBe: ¿Por qué, eh, Mami? ¿Por qué?

Y luego nació MeriLein, y tiempo después, Ro. Acabábamos de volvernos a Madrid tras un año y medio en Málaga, y Mi Madre no tenía muy claro cómo iba el calendario escolar en la Capital, así que me encargó que me enterara de cuándo empezaba la jornada intensiva. PequeñaBeDelInfierno tenía 5 años.

PequeñaBe: Mami, el lunes ya no tengo que ir al cole por la tarde.
MMMM: ¡Qué barbaridad! ¡Eso es un mes antes que en Málaga!

Y me pasé un mes sin ir al cole por la tarde, pasándolas en el parque con mis hermanas. Y metiendo unas bolas sobrenaturales a sor María Teresa, que debía de pensar que Mi Madre era una madre desnaturalizada y que no tardaría mucho en perder la custodia de las tres. Así que, en la fiesta fin de curso...

SOR MARÍA TERESA: ¿Qué tal las niñas?
MMMM: Muy bien, y la peque es muy buena, tenemos mucha suerte.
SOR MARÍA TERESA: Sí, ya me ha dicho Be que este mes no ha estado viniendo a clase por la tarde porque te tenía que ayudar a cuidar a su hermana. (*)
MMMM: ¿Cómo?

Y estos son sólo tres ejemplos de mi encantadora manera de ser... ¡que Mi Madre me lleva haciendo pagar desde entonces!

(*) Bueno, en aquel momento me pareció superbuena idea.

lunes, noviembre 29, 2010

Castigo ejemplar

El viernes por la mañana hice un examen de Historia Medieval a una de mis clases de 2º de la ESO. Ese grupo en concreto es una gozada: atienden en clase, todos quieren participar, leer y corregir los ejercicios y me hacen preguntas (bueno, todos los grupos me hacen preguntas, pero lo raro es que estos hacen algunas que no son "¿cuánto falta?" o "¿puedo ir al baño?"). Yo estoy encantada, aunque voy un pelín retrasada en el temario porque se han flipado con los caballeros, las Cruzadas, los campesinos explotados y la poca higiene medieval y he tenido que responder bastantes preguntas.

Como decía, el viernes les hice un examen. Les dije que si hacían muchas faltas de ortografía les quitaría puntos, así que empezaron a freírme con preguntas. A mitad del examen, un alumno me pregunta:

- Profe, ¿excomunión es con x o con s? - excomunión era una de las respuestas del examen.

- ¡MARIO! ¡Cállate! ¡como vuelvas a decir algo en alto, te quito un punto del examen o algo así!

A los cinco minutos:

- Profe, barbecho va con b, con v, primero con b y la segunda con...

- ¡MARIO! TE DIJE QUE CALLARAS, ¿QUÉ HAGO CONTIGO AHORA?

Ahí saltaron el resto de sus compañeros:

- ¡Profe, córtale la lengua!

- ¡No, mejor rómpele los dedos con unas tenazas!

- ¡Al sarcófago con pinchos!

Vaya. Creo que me pasé hablándoles del apartado "torturas medievales".

viernes, noviembre 26, 2010

El ramo de la novia

Sé que vuelvo con un post muy triste y sentimentaloide (si estáis bajos de ánimos, no sigais leyendo). Pero lo tenía atascado en la garganta y no me salía escribir nada más. Supongo que necesitaba soltarlo para poder seguir con otras cosas. Perdón por la tristeza.

- Misia, ¿qué vas a hacer con el ramo? - me preguntó una invitada a mi boda, mirándolo con ojos golosos - ¿lo vas a lanzar?

- El ramo ya tiene dueña – y sonreí. Pero creo que me salió una sonrisa muy triste.

Porque mi ramo tenía dueña y una historia un poco triste detrás. Hace mucho tiempo, unos quince años atrás, hice una promesa a alguien, que se materializó en ese ramo.


El día que cumplí diecisiete años llegué a Madrid para estudiar COU y la carrera. Los dos primeros años viví en casa de mis abuelos maternos. El primer año fue duro: tuve que acostumbrarme a una nueva ciudad, a un nuevo instituto y a la universidad, habituarme a estar separada de mis padres, de Hermano y de mis amigos y, además, hacer nuevas amistades (cosa que era un triunfo, porque yo era muy tímida). Ese año fue duro, además, porque comprobé como las “grandes” amistades que dejé en Palma se diluían y que sus promesas de escribirme y mantenernos en contacto se olvidaban con el pasar de las semanas (todas... nooo, ¿verdad, Quelitas?). Ese año me sentí muy sola.

Lo mejor de ese año fue vivir con mis abuelos. Puede que fuera una cría de diecisiete años rara, pero me gustaba estar con ellos y no fue difícil convivir. Desde pequeña pasabamos juntos largas temporadas en Palma o en Madrid y les adoraba. Como no conocía prácticamente a nadie en Madrid, pasaba mucho tiempo en casa con ellos. Ese año hablé horas y horas con mi abuela E. Ella era una mujer increíble, una de las mejores personas que he conocido: fuerte, noble, risueña, cariñosa. Cuanto más la conocía más la admiraba y más quería parecerme a ella.

Nos reíamos mucho juntas y fuimos estableciendo algunas costumbres: veíamos la telenovela después de comer, iba enseñándome a cocinar y por las tardes escuchábamos juntas la radio, mientras yo leía y ella cosía o hacía ganchillo. Porque durante ese año y el siguiente, mi abuela fue haciéndome el ajuar: unas toallas con puntillas de ganchillo, una colcha, unos pañitos... Era estupenda con la costura (fue su profesión de jovencita) y tenía unas manos maravillosas. Un día, mientras ella cosía y yo vagueaba en el sofá, estuvimos viendo por la tele la boda de la infanta Elena. No recuerdo bien si la dichosa infanta fue a ofrecerle el ramo a la virgen o a su abuela, pero la mía se quedó callada y me dijo:

- Hija, qué bonito, que se acuerda de su abuela el día de su boda y le lleva las flores.

Yo me quedé callada y al par de minutos le dije:

- Abuela, si alguna vez me caso, mi ramo será para ti.

Y ahí se quedó la cosa. No sé si ella se acordaría de aquello, porque no lo volvimos a mencionar, pero a mí se me quedó grabado.


El siguiente año iba camino de ser igual al primero, pero con un cambio: ¡mi primer año en la Universidad! Ese era la novedad esperada, pero hubo una realmente imprevista: el cáncer entró en los pulmones de mi abuela y lo cambió todo. Trastocó nuestras rutinas y, donde el año anterior había charlas en la cocina, siestas en el sofá o partidas de cinquillo por las tardes, ese año sólo hubo ingresos hospitalarios, radioterapia, ambulancias y síntomas horribles. Y mucho dolor. Lo peor eran las noches. Mi abuela se levantaba, desvelada por aquella tos horrible, y se sentaba en un sillón del salón. Yo la escuchaba toser desde la habitación, acostada en la cama. Y así pasábamos las noches despiertas, ella con los pulmones destrozados y yo con el corazón encogido.

En el comienzo de mi segundo curso de la universidad, después de un año y pico de dolor y mala vida, mi abuela murió. Yo empecé a vivir sola y continuó mi vida. Pero mucho más sola.

Por eso, mi ramo de novia tenía dueña. Siempre tuve presentee esa conversación. Elegí rosas blancas, que nos gustaban mucho a las dos. Y me acordé de ella cada vez que miré el ramo, así que estuvo presente de alguna forma en mi boda.

Al día siguiente de la boda, el domingo, volvimos mi marido y yo (suena rarísimo) de la Ciudad Lluviosa y sin pasar por casa pasamos por el cementerio en el que está enterrada mi abuela. Llegamos justos, una hora antes de que cerraran. Cuando llegamos preguntamos al guardia de seguridad dónde podríamos encontrar un panel de información o alguien que atendiera:

- Lo siento, hoy es domingo. Nadie informará hasta mañana.

- Pero ¿no hay un panel por fecha de enterramiento ni nada?

- Qué va, está todo desordenado. Como la gente se entierra, se desentierra, se ponen por calles salteadas... si no tiene el número de calle y de zona, olvídese. Es un laberinto. Entren a probar, pero cerramos en cincuenta minutos.

Se me cayó el alma a los pies. Al día siguiente salíamos de viaje muy temprano y no podíamos ir. Me encontré en ese cementerio, inmenso, sin tener ni idea de dónde estaba enterrada mi abuela, con el ramo de novia en la mano y rodeada de miles de tumbas, distribuidas en inmensas calles y feísimos bloques. Hacía años que no había estado ahí y, aunque me acordaba de detalles aislados, no sabía concretamente dónde estaba la tumba. Llamé a mi madre, a mi tío, a mi tía y a todo el que pudiera acordarse de un dato concreto. Nada: todas las referencias estaban apuntadas en sus casas, a kilómetros de distancia de donde estaban.

Era imposible encontrarla, pero hicimos un intento. Acompañada por mi Anómalo, fui recorriendo una interminable sucesión de lápidas, buscando una fecha y un nombre entre miles de ellos. Me fui desesperando y acabé corriendo con mi ramo en la mano en ese escenario triste, mientras los lagrimones se me caían y apenas podía leer los nombres en las tumbas. Sí, lo sé: una escena patética. Y a la vez flagelándome mentalmente: ¡cómo pude no ir antes a localizar la tumba de nuevo! ¡cómo podía estar fallándole a mi abuela de esa manera!

Nuestros cincuenta minutos acabaron y tuvimos que salir del cementerio, aún con el ramo, sin haber cumplido mi promesa y llena de tristeza y remordimientos. Mi padre me llamó para decirme que me quedara tranquila, que ellos llevaban el ramo... pero no era lo mismo. Para mí no era lo mismo.

He intentado consolarme: me digo que en esa tumba no hay más que unos cuantos huesos y unas maderas podridas, que mi abuela no es eso. Que mis padres llevaron el ramo y acabaron cumpliendo mi promesa. Que total, el ramo no se lo di a nadie y lo reservé para ella. Pero... cuando lo pienso se me pone un nudo en la garganta que no se me va ni con todos los razonamientos del mundo.

viernes, noviembre 05, 2010

La boa

He empezado un montón de veces un post sobre la boda. Pero siempre me queda aburrido, o soso, o empalagoso, o... vamos, que no le encuentro el tono al asunto. De todas maneras, unas cuantos bloggueros se han encargado de narrarlo por mí (muchas gracias, nenes, por todo), así que os podéis hacer una idea completa:

- Rebi cuenta el desafío beta colateral a la boda. No tenía mucha fe, niño, con tan poco tiempo... pero ahí estás, con tu flamante carnet nuevo y dispuesto a transportar gatos borrachos. ¡Enhorabuena!

- El previo de la boda, con momento peluquería, lo cuenta Perlita. Lo importante es que por la noche estabas guapísima. Y cómo me alegró que me le dieras el aprobado al rape.

- La crónica extensa la dejamos en manos de Gato. Mil gracias por ser la cronista oficial y por todo. ¿Te dije que me encantó cómo ibas vestida? Estilazo, por dios.

- Speedygirl nos hizo una recopilación de los momentazos. Nena, mil gracias. Cuando aparezcas por la capital nos tomamos un café y comentamos las jugadas.

- Adalias narró Su Incidente. Yo sólo puedo decir que pareciste la Hormiga Atómica en cuanto a velocidad. Nada inadecuado fue avistado, y eso que yo estaba en un sitio privilegiado. Estabais guapísimas y bailasteis muy bien.

- Miss X ha escrito algo precioso. Nunca olvidaré nuestro viaje de ida. Lofyu.

Yo me veo incapaz de contar algo coherente y que no sea un ladrillo. Lo intentaré con un par de impresiones sueltas y un poco deslavazadas:

- El mundo de las novias es extraño. Y digo de las novias porque parece que en cuanto sabes que te vas a casar y empiezas los preparativos entras a formar parte de un colectivo especial: Las Novias. Parece ser que todas estáis unidas solidariamente en una nube de tul e histerismo. Después de entrar en varios foros de novias y leer ciertas revistas, comprobé que sigue campando por ahí esa idea de que el día de tu boda tiene que ser el día más feliz de tu vida y que conseguirlo justifica cualquier cosa. Todo tiene que estar milimétricamente medido, cualquier gasto está justificado para alcanzar la perfección y nada puede salir mal... y eso es una presión insoportable. No me extraña que ciertas novias se pongan tensas: si la boda va a ser el día más especial de tu vida y a partir de entonces todo es una cuesta abajo hacia el abismo, ya te puedes obligar a ser súperfeliz en esas horas cumbre de tu vida. Yo dejé de entrar en foros y de hojear ciertas revistas, me negué a ponerme nerviosa y me lo tomé todo con la mayor placidez posible y la siguiente filosofía: nosotros preparábamos todo intentando que todo saliera bien, pero con la convicción de que muchas cosas podían pasar y que eso no estaba en nuestra mano. Y que íbamos a pasárnoslo genial pero sin la obligación de ser súper felices de la muerte envueltos en la nube de la perfección.

- Los preparativos pueden ser agradables si no te los tomas con mucha ansiedad ni un nivel de exigencia muy elevado. Disfruté eligiendo el vestido, el sitio, las flores, preparando el baile con Anómalo, haciendo el vídeo que fue nuestra invitación, en el menú degustación, hablando con la gente. Pero si todo lo que buscas es especialísimo porque tienes una idea hecha en tu cabeza sobre todos los detalles de tu boda y sólo puedes estar conforme si consigues eso en concreto... puf. Estupendo, pero te va a salir más caro, vas a perder mucho tiempo y te vas a llevar muchos disgustos.

- Intentamos que la boda fuera nuestra boda y personalizarla con las cosas que nos gustan: cine, humor, baile, música, poesía. Añadimos a la gente a la que queremos y tuvimos la mezcla perfecta. Creo que quedó una boda divertida y emocionante y que la gente se lo pasó muy bien. Yo, personalmente, me lo pasé genial. Comí, bebí, bailé y me reí como la que más y disfruté como una enana. Enfangándome totalmente en el tópico puedo decir que fue un día muy especial, maravilloso y quizás uno de los más felices de mi vida (aunque eso ya os lo confirmaré cuando haga el repaso de mi vida, el día que me muera). Dentro de unos días tendré las fotos, procuraré añadir algún testimonio gráfico y contaros algo más concreto.

jueves, noviembre 04, 2010

Una cosa nueva que hacer en el ascensor

(en referencia a este jurásico post)

"Ya sé que tengo que volver a escribir, pero es que creo que lo de los ascensores es una tontería." "No hay temas tontos, sólo posts mal escrito. Es como con la peli de Facebook: esa gente hubiera podido hacer un peliculón aunque fuera sobre la salsa boloñesa." "¿Estás diciendo que soy el Aaron Sorkin de los blogs?" "Mmmsip. ¿Cuánto lleva Aaron Sorkin sin hacer una serie?" (Gracias a Efe por el empujoncito)

Me dispongo a hacer un experimento. Consiste en hacer una cosa repetidas veces durante una semana, anotar los resultados y, pasado ese tiempo, extraer conclusiones. Pero empecemos por el principio.

Trabajar en la tele tiene cosas buenas y cosas malas. Una que se puede meter en ambos grupos es el apartado chapa y pintura. Yo llego con la cara lavada y el pelo aún mojado de la ducha, me siento 20 minutos (algunas tardan más, pero yo no suelo disponer de mucho tiempo) y salgo maqueadísima, con los ojos mejor pintados que en toda mi vida junta y pelazo. Son los 20 minutos relajantes del día. ¿La parte mala? Que ese maquillaje es espeso y pesado, que desmaquillarse de eso practicamente requiere decapante y que no se puede prescindir de él si no se quiere parecer la prima pálida de Miércoles Adams.

Así que por las tardes voy maquillada. Y he adquirido la costumbre chunga de, cada vez que me cruzo con un espejo, mirarme y comprobar que todo sigue en su sitio (1).

Vamos, que si te cruzas conmigo en una de las 300 veces que me toca ir de la redacción al plató, del plató a documentación o de documentación a la máquina del café, unas 200 me pillarás haciendo esto...
(si hay un espejo, claro)
...como una chica del telecupón cualquiera.

¿Y esto qué tiene que ver con los ascensores? Pues que la redacción está en la planta 10, el plató en la 1, la cocina en la 9, los montadores en la 0... y para ir de un piso a otro los ascensores son mi medio de transporte preferido.

Tenemos cuatro: tres chupis, llenos de espejos... y uno de batalla, con suelo metálico a lo Mad Max. Antiguamente ése se usaba de montacargas y funcionaba con llave, que sólo tenían las señoras de la limpieza y los de mantenimiento. Vistos los atascos que se organizaban (son 10 plantas de oficinas y a ratos aquello parecía el nudo de Manoteras) decidieron pasar de llaves. Ahora, si cuando vienen mi Josep Antoni, Mariano Rajoy o Rodrigo Rato les toca el montacargas, suben y bajan en montacargas.

Y a veces les toca. Por probabilidades, una de cada cuatro.

A mí me toca más. Si cada día subo y bajo en ascensor 10 veces, 6 o 7 son en el que no tiene espejo. O esa impresión me da. Y no mola.

Mi hipótesis es que hay unos malvados gnomos que me boicotean enviando tres de cada cuatro veces el ascensor sin espejo. Voy a estar siete días con la minimoleskine rosa en el bolsillo, contando y apuntando para comprobar hasta qué punto machaco las estadísticas. La semana que viene os cuento si el experimento confirma mis teorías.

(1) El momento barbie periodista ha sido necesario para que vuelva a postear. A ver si la próxima me sale algo menos superficial y escribo, no sé, de sexo o algo.

lunes, octubre 18, 2010

Telegrama

El sábado estuve en una boda. Stop. En la mía con el Anómalo. Stop. Me lo pasé genial. Stop. Íbamos todos guapísimos, a pesar de los peluqueros. Stop. Más del 10% de los presentes eran blogueros. Stop. Habrá múltiples crónicas. Stop. Gracias a todos. Stop. Nos vamos a la Cochinchina. Stop. A la vuelta cuento más cosas. Stop. Besos para todos. Stop.

Post-post: no me puedo ir sin presentaros a mi querida Adalias. Nena, después de la boda tienes material para un post genial.

Post-post: mis felicitaciones a Inner Girl, nos casábamos el mismo día en dos puntas de España.

viernes, octubre 15, 2010

Días felices para todos


Pues nada, que me apetecía pasarme por aquí para dejaros un par de youtubes.

Anoche vi el episodio "Duets" de Glee y me reconcilié un poco con la serie, que llevaba un par de episodios dejándome profundamente insatisfecha, en lo televisivo y en lo musical. La que os traigo es la última canción del episodio. Va, primero, la versión de Rachel & Kurt.



Y ahora la versión de Barbra Streisand y Judy Garland que Glee homenajea (hasta en cómo van vestidos Kurt y Rachel).



Me parece un temazo tan de otoño, tan anti-ola-de-pena, que tenía que ponéroslo.

miércoles, octubre 13, 2010

Ataturk, un hombre en mi nevera (Vacacionzacas en Estambul 5/5)


Atatürk está en todas partes. Juanma Iturriaga contaba en su blog durante el mundial de baloncesto que en Turquía el aeropuerto se llama Atatürk, los polideportivos se llaman Atatürk, los estadios de fúltbol se llaman Atatürk...

Lo que no contó Iturriaga es que el padre de la patria turca tiene los ojos claros, elegancia natural y porte de galán de cine. A mí, obviamente, me encantó (1).

Durante mi estancia en Turquía descubrí que aquel señor tan sexi que lo empapelaba todo era un héroe nacional, un soldado, un estratega, un estadista, un defensor del laicismo y un europeista. Y que dio el voto a las mujeres en 1934.

Luego el Hombre Malo me contó ejemplos de lo listo que era. Como que para que las mujeres dejaran de usar el velo, en lugar de prohibirlo lo hizo obligatorio para las prostitutas... así que las no prostitutas dejaron de llevarlo.

El caso es que lo amo y por eso tengo que ir a casa de los niños (mi ex casa) a recuperar la postal de Mustafa Kemal Atatürk que compré en Estambul para ponerla en mi nevera.

Es eso o parar los relojes de mi casa en las nueve y cinco (2).

(1) Este post lleva la etiqueta de "política chunga" y va de que Atatürk está bueno. Si quieren un análisis histórico-geopolítico sesudo, busquen en otro blog.

(2) Atatürk fumaba como un carretero y bebía raki (básicamente, anis) en cantidades industriales. Murió de cirrosis a los 58 años. Todos los relojes de los palacios y museos del país marcan las 9:05, la hora de su muerte.

martes, octubre 12, 2010

Vista de pájaro (Vacacionzacas en Estambul 4/5)


Las cosas son así. Me paso mil semanas sin actualizar y el día que decido volver a contaros mi vida resulta que es fiesta nacional y no hay nadie para leerme. Pero es que yo SÍ trabajo el 12 de octubre, porque el dinero nunca duerme y blablabla.

Y cómo no tengo ni puente ni fiesta, y como Winter Is Coming, aquí tenéis el cuarto post (de cinco) sobre Estambul. Va.


Estambul hay que verla desde arriba. De día...





...o de noche.





Y si no, desde el agua.





Qué lejos queda el verano, madremía...

jueves, octubre 07, 2010

Cheque-bebé

Misma clase del momento "servicio". Una semana después. Hoy toca hablar sobre el estado y su papel económico. Les hablo de impuestos, de ayudas y subvenciones, de prestaciones y toda la pesca. En determinado momento, les suelto:

- Un ejemplo de lo que os estoy contando es el cheque-bebé: cada vez que tienes un hijo, el Estado te da 2.500 niños.

Y por eso se suprimió el cheque-bebé: los padres beneficiados las pasaban canutas para meter a 2.501 niños en 80 metros cuadrados.

(Sobra decir que, de nuevo, la carcajada se oyó hasta en Tombuctú. Los de Mali me van a presentar una queja, por exceso de ruido).

martes, octubre 05, 2010

Tarde de compras

En diez minutos, hubo tocamientos indeseados, exhibicionismo, accidente casi mortal y sangre: ¿estoy contando un telefilme cutre de antena 3 del mediodía? No. Sólo a mí comprando unas bragas. Me explico.

El otro día fui al Tajo Anglosajón a comprar un conjunto de ropa interior. Perdida entre decenas de estantes llenos de bragas y sujetadores, busqué la ayuda de una de esas dependientas de la vieja escuela. Le expliqué lo que quería y, antes de empezar a buscarlo, me hizo LA pregunta:

- ¿Qué talla de sujetador tienes? - Oh. Me parecía una pregunta sencilla, pero no resultó serlo tanto.

- Una 95B.

- ¿95B? no, tú no tienes una 95B. Espera -sacó una cinta métrica, me midió el contorno de la caja torácica justo por debajo del pecho - tienes una 90... vamos a ver la copa - y me plantó las manos en las lolas. Así, sin decirme ni siquiera su nombre. En realidad al principio en los lados, pero después fue desplazando las manos por todo el contorno, hasta juntar las manos en el centro - C. Tienes una copa C. Vamos a buscar lo que me has pedido.

Yo la seguí a duras penas, aún estaba recogiendo mi mandíbula inferior del suelo, que se me había desencajado después del sobeteo que la tía me había dado (mujeres necesitadas de amor, id al Tajo Anglosajón, sección lencería). La tía se había colado directamente en los primeros puestos del ranking de "profesiones con un nivel de pudor distinto al mío" (ranking encabezado por las esteticienes depilatrix indudablemente).

Con unos diez sujetadores la dependienta sobalolas me dejó en el probador (y sí, comprobé en mis propias carnes que he estado usando una talla equivocada durante años. Al menos el sobeteo sirvió para algo). Estaba tranquilamente allí intentando decidir qué conjunto escogía cuando sin previo aviso... RAAASSS. La cortina se corrió y detrás apareció sonriente la dependienta sobalolas. Al menos tuve suerte y la tía me pilló probándome un sujetador, no en tránsito de uno a otro.

- Uuuy, qué bien te queda este. Llévatelo - mientras la dependienta sobalolas y abrecortinas admiraba mi pecho enfundado en un precioso sostén, la cortina continuaba bien abierta y un par de señoras pasaron detrás de ella, se pararon y se me quedaron mirando. Por un momento pensé que iban a sacar cartelitos con puntuación.

Cuando conseguí cerrar la cortina y elegir (de hecho elegí el que me había visto puesto media sección), fui a pagar a una caja. Caminaba por un pasillo, detrás de la dependienta y resbalé. Mucho. Los pies se me fueron hacia delante, me despegué del suelo, me mantuve levitando durante unos interminables segundos... y la gravedad, la muy hijaputa, actuó: aterricé en el suelo, sobre mi cadera izquierda y mi cabeza terminó entre un montón de bragas que estaban colgadas de sus perchitas. Al menos tuve suerte y acabé entre las bragas y no con las perchas de metal insertadas en mi cerebro (llamadme exagerada, pero cosas más gore se han visto en CSI). Ahí, entre encajes y blondas, vi como las mismas señoras que me habían estado observando en el probador y sus maridos-perchero (especímenes reconocibles por su bolso y abrigo femeninos colgados del brazo y la cara de hastío vital) ahora me miraban yacer entre bragas.

- ¡Te has caído! - la dependienta sobalolas y abrecortinas resultó ser, además, muy perspicaz. - ¿Te has hecho daño?

- Jijiji, no, sorprendentemente no... - milagrosamente (o gracias a la grasita de la cadera, que es un amortiguador estupendo) no me hice nada de daño.

Salí trabajosamente de la selva de bragas que me envolvía, me levanté y nos fuimos a la caja.

- Te voy a precintar las bragas para que puedas cambiarlas si llegas a casa, las comparas con el resto de tu ropa interior y ves que son pequeñas - y con una pistola a presion atravesó la parte de delante y de detrás de las braguitas con una de esas cintas de plástico que suelen sujetar las etiquetas de la ropa. Todo habría ido mejor si no hubiera atravesado, además, su dedo - AAAAUUUUUGGGHHHHH - aquello empezó a sangrar. Abundantemente. Pero la dependienta sobalolas, abrecortinas y perspicaz demostró ser la clase de profesional que antepone sus clientes a la posibilidad de morir desangrada sobre una caja registradora - PAACAAAAA, oye, ven aquí, cógeme las bragas de esta chica y el sujetador y mételos en una bolsa, que los voy a poner perdidos de sangre.

Sonreí débilmente, cogí mi bolsa y salí de allí corriendo: ¿Por qué la simple compra de algo de ropa interior se tiene que transformar en mi vida en algo accidentado y raro?

jueves, septiembre 30, 2010

Comienzo de curso

Ya ha empezado el nuevo curso. En los primeros días toca hacer exámenes, pedir ejercicios y preguntar mucho en clase para hacerse una idea del nivel de los alumnos. Hay que tantear cómo son los grupos y conocer a todos los chavales. Eso pasa por aprenderse los nombres de todos con la mayor celeridad posible, aunque simplemente sea por razones prácticas: es mucho más sencillo decir "¡Gwendi, cállate!" que "¡niña de la camiseta rosa de la tercera fila, cállate!".

Yo soy bastante buena aprendiéndome los nombres de los alumnos, tengo buena memoria para eso. El primer día paso lista y voy preguntando, alumno por alumno, cómo quieren que les llame o cómo se pronuncia su nombre y lo apunto. Puede parecer absurdo, pero el 75% de mis alumnos tienen dos nombres, muchos de ellos no usuales por aquí, con pronunciación rara (nunca acierto con los pobres alumnos chinos) o con ortografías extrañas (puede parecer sencillo escribir "Estefanía", pero no os podéis ni imaginar cuántas variaciones que incluyen nn, y, St, ff, ph he podido llegar a ver en ese simple nombre, que lees Steffannya y te quedas de piedra). Así me evito algunas jugaditas cutres de intento de escaqueo:

- Kevin, haz el ejercicio.

- ...

- Kevin, he dicho que hagas el ejercicio.

- ¿Quién, yo?

- Sí, tú. ¿No te llamas Kevin?

- No, yo soy Jonathan.

- A ver... en la lista pone que eres Kevin Jonathan.

- Ya, pero me llaman Jonathan.

- De acuerdo, Jonathan, haz el ejercicio... ahora que lo pienso... ¿tú no me firmaste el examen como Kevin?

- Sí, bueno, todo el mundo me llama Kevin.

Yo voy conociendo a los alumnos... y ellos me van conociendo a mí. El segundo día de clase, expliqué el tema de la actividad económica y la diferencia entre bienes y servicios. Me lié a poner ejemplos y no sé muy bien cómo, me encontré diciendo:

- A ver, chicos, si yo os digo que yo os hago un servicio ¿a qué me refiero?

Evidentemente, el campo semántico de "educación" no fue el primero que se les pasó por la cabeza a esa clase llena de adolescentes hormonados y la carcajada se oyó hasta en Tombuctú.

Me temo que este año va a ser de traca.

sábado, septiembre 18, 2010

El León, rezando (Vacacionacas en Estambul 2,5/5)


El otro día se me pasó poner una foto de León, así que la traigo hoy.

Está sacada cinco minutos antes de conocerle. Entramos en una mezquita que en principio no estaba en nuestro top 20 de visita obligada, pero que fue una de las que más nos gustó. No era la más grande, ni la más antigua, ni la más bonita. Todo estaba lleno de luz y de silencio. Y sólo había una persona dentro, un hombre, rezando.


Cuando terminamos de ver la mezquita y sus alrededores, León había terminado de rezar. Hablamos, primero en inglés y luego en español. Aún no sabíamos que se llamaba así, porque nos dijo su nombre en turco. Pero luego fuimos a su tienda, a ver cómo vendía abrigos de piel a los rusos. Nos dijo que su nombre en español significaba León. Nos invitó a unos tés y hablamos de la familia, del amor, de la religión, de la vida.

Pero eso ya os lo he contado.

miércoles, septiembre 15, 2010

Folios en blanco

Hay hallazgos que se asemejan a que te caiga una maceta de geranios en la cabeza cuando vas andando por la calle: son inesperados y te dejan ko. Yo hice uno de esos hallazgos hace unos días en Palma, justo antes de volver de mis vacaciones. El ko no me duró más que un minuto, pero me recordó cómo un objeto del pasado puede tener la capacidad de volverte el estómago del revés como si te hubieran dado una patada karateka al más puro estilo de jugador de fútbol holandés.

Estaba en Palma, en mi cuarto de siempre, con todas mis cosas más una pila inmensa de mi hermano, que ha "okupado" toda mi mesa, sus alrededores y mis estanterías. Sus trastos han hecho que mis cajones queden cegados y la mesa invisible a los ojos humanos. Una mañana me levanté pronto y energética y decidí planificar mi estudio para los exámenes de septiembre. Sorteando las cosas de mi hermano pude abrir un poco un cajón en el que creía recordar que había unas libretas viejas, para poner por escrito un planning para los exámenes (que nunca cumplí, como de costumbre). La ranura no era muy amplia, pero sí lo suficiente como para colar la mano y encontrar un taquito de folios.

Al sacarlos y abrir en abanico el taco, me di cuenta de que, enmedio de todos aquellos folios en blanco, había dos escritos. Dos borradores de cartas.

Aclaro que eso me suele ocurrir con relativa frecuencia, ya que siempre me ha gustado escribir y además era un desahogo muy terapéutico. Escribía en diarios, en folios sueltos, en trocitos de papel perdidos, en márgenes de apuntes o libros... Cuanto más abrumada estaba, más necesitaba soltar por escrito mis angustias, así que mis notitas no suelen ser del tipo “qué feliz soy” o “cuánto le quiero”, sino más bien el reflejo de mi faceta drama queen, pero desbocada y sin frenos: son búsquedas absurdas de respuestas (ya que las preguntas nunca llegarían a ser hechas a nadie) o frases demoledoras escritas desde una desesperación que, gracias a Dios, ya no conozco. Muchos de esos papeles quedaron perdidos entre cosas varias y cuando, aún hoy los voy encontrando, los recojo y los voy uniendo al montón de papelitos semejantes que tengo y los aparto, para que no vuelvan a asaltarme por sorpresa más. Porque además, todo sea dicho, la calidad literaria de mis desahogos es patética y a menudo me da vergüenza haber podido llegar a ser tan cursi, dramática, pedante y relamida (ramalazos que aún hoy intento contener, pero no hay manera, la naturaleza se me sale por todas partes. Y me horroriza ser todo eso).

Volviendo a las cartas que encontré, no tenían fecha, pero por lo que cuento en ellas fueron escritas en Palma en el verano de hace diez años. La primera iba dirigida al chungazo de mi vida, con el que tuve una larga relación que fue degenerando hasta convertirse en el infierno en la tierra. La segunda iba dirigida a mi bella S., contándole cómo había ido la visita del chungazo a mi casa.

Al leerlas me quedé helada. Ya no suelo encontrar cosas de esa época sueltas por ahí, un tiempo después de romper con él hice una limpieza concienzuda, las retiré y las tengo guardadas en lo más profundo y lo más alto de un armario, sepultadas debajo de un montón de ropa. Pero estas cartas se me debieron pasar y ahí estaban, de nuevo en mis manos. Las cartas eran de un momento en el que la relación con mi chungo ya era muy complicada, pero aún no había llegado al punto de ser la hecatombe que fue. Nos quedaban por delante dos años y pico infernales.

Y ahí estaba yo, leyendo la carta insustancial que una Misia diez años más joven escribía, cuando aún no tenía mucha idea de todo lo que se le venía encima. A esas alturas yo debería haber estado sobre aviso y haber salido corriendo en dirección contraria: había mil indicios que contaban a gritos que aquella relación era tóxica - por ejemplo, en la carta a la bella S. una frase dice "la visita ha estado bien, no hemos discutido demasiado". ¿Demasiado? la madre del cordero, yo era idiota - pero creo que en aquel momento se juntaron una serie de factores que hicieron que aquello se alargara y empeorara sin que yo le pusiera remedio en el momento justo: era mi primera relación seria, tenía menos experiencia y criterio detectando chungueces, era muy tozuda, era un desastre comunicándome y tenía extrañas ideas sobre las oportunidades que te da la vida.

En fin, que leí ese papel recién llegado del pasado y lo único que me salía era gritarle a la chica que escribió la carta: "¡corre, pobre incauta, corre!¡huye ahora que puedes!". No hubiera servido de nada gritarle, me temo: la Misia del pasado era terca como una mula y no escuchaba demasiado. Me dio un poco de lástima esa chica: con tanta pena por pasar, tan pardilla, tan boba (bueno, y a saber qué le depara el futuro a esta Misia actual, que nunca se sabe).

Por otra parte, por muy punzante y helador que resulte recordar momentos que quiero olvidar, también es un motivo de orgullo: conseguí librarme de toda esa mierda y aprender mucho sobre mí misma y sobre cómo quería vivir mi vida. Y es reconfortante: ahora estoy muy bien, estoy muy lejos de aquello y no pienso volver.

martes, agosto 31, 2010

Una ruta bonita y la teoría del taxi (Vacacionacas en Estambul 3/5)


Mañana vuelvo al trabajo. Va a ser un curso de muchos cambios, pero aún no estoy preparada para hablar de ellos... así que sigo con los posts dedicados a contaros mis vacaciones. Así me regodeo en el recuerdo, como Diane Lane en el viaje de vuelta en tren en Infiel. Voy con el tercero (de cinco) sobre Estambul.

Tengo una teoría. Es una teoría que he compro-bado en diversas latitudes y zonas horarias.

Va: no importa dónde estés, no importa qué hora sea, si levantas la mano viene un taxista a llevarte en coche a donde tú quieres a cambio de dinero.

Hace unos años fui a Roma a visitar a mi amigo iBoy, que por entonces vivía allí. iBoy conoce la ciudad como la palma de su mano, así que preparó un programa estupendo (museos, iglesias, restos, monumentos, tumbas, edificios, calles, plazas, barrios, fuentes). No hicimos apenas colas, vimos la Capilla Sixtina vacía, comimos en sitios estupendos, tomamos el aperitivo en sitios superchupis, bebimos copas en sitios megacool. La ruta intensiva de iglesias (uns 100 en una semana) pudo conmigo y una noche atravesábamos un bosque para volver a casa después de miles de horas de turistear, miles de kilómetros recorridos y miles de copas... cuando me dio una pájara. Como a los ciclistas.

De pronto no pude más. No me podía mover. No podía casi mantener el equilibrio. No podía pensar... más que en un maravilloso taxi que viniera en mi rescate. Utilicé las últimas energías que me quedaban para explicar mi teoría a iBoy.

-Be, esto es un bosque, no hay taxis.
-Que sí, ya verás, funciona siempre.
-Que no, en serio que por aquí no pasa nadie.
-¿Nadie?
-Bueno, sí, un violador que mató a un par de chicas el mes pasado.

La pájara voló. Aquella fue la única vez que, necesitándolo, no he podido probar mi teoría.

Pero volvamos a este verano. Una mañana Noa y yo cruzamos el Cuerno de Oro, llegamos hasta la plaza Taxim...


...bajamos por Istiklal Caddesi (la llenísima de vida calle principal)...


...curioseamos en librerías, compramos libros...


...callejeamos...


...comimos (en el sitio más alto que encontramos) unos meses buenísimos y un pescado para morirse...


...nos perdimos...


...bebimos té en un café de narguile en el que éramos las únicas mujeres...


...nos encontramos...


...llegamos a la torre Gálata...


...bebimos (de nuevo, lo más alto que pudimos) unas cervezas...


...cuando decidimos volver a casa, se había hecho de noche.


Para llegar a la parada del tranvía había que atravesar una maraña de callejuelas sin iluminar. Sabíamos más o menos qué dirección tomar para bajar de la colina, así que nos pusimos en ruta. A la segunda esquina que doblamos ya no se veía nada.

El barrio de Beyoglu, donde estábamos, fue lo más chic en el siglo XIX, pero tras declararse la república y mover todas las embajadas a Ankara entró en decadencia. Cito la mini guía de Lonely Planet: "Las tiendas y restaurantes glamourosos cerraron, los edificios empezaron a caerse y el barrio adquirió mala fama". Y a pesar de que en los 90 en barrio empezó a revitalizarse y ahora es el sitio "de salir de marcha", siguen quedando zonas muy abandonadas.

Estábamos en una de ellas. La calle en la que estábamos no tenía ni suelo ni farolas. Noa es una viajera prudente y, aunque yo me hubiera lanzado alegremente callejuela abajo, por su mirada capté que era un buen momento para probar mi teoría del taxi.

Levanté la mano y... un taxi libre apareció, se paró, nos subimos y en diez minutos nos dejó en el hotel. Por cinco euros.

lunes, agosto 30, 2010

El viento y el León... y el Hayid y el Huseyin (Vacacionacas en Estambul 2/5)

"En estos viajes, las ruinas son secundarias, habrá que pensar en los hombres y las mujeres,
más didácticos y más vivos que las piedras,
en los mercados, los campos de deporte, los juzgados, los cines, las tascas perdidas y hasta los cementerios.
La verdad y la vida no se encuentran en las tiendas para turistas".

Manu Leguineche, La Tierra de Oz.
Me gusta hablar con la gente cuando viajo. Es mi forma de trascender, de ir más allá, de encontrar la verdad y la vida. Porque no todo el mundo va con agenda, como Eduardo.

En una mezquita pequeña y preciosa conocimos a León, un turco que se gana la vida vendiendo pieles a los rusos. Tiene varias tiendas y a la más grande le ha puesto el nombre de su suegra: Pilar Cavero. León está casado con una española, a la que conoció cuando era azafata de Iberia. Él tenía varias "novias" por aquel entonces, pero a los dos días de conocer a Pilar, le dijo: "Me voy a casar contigo". Habla de la familia de su mujer con un cariño tremendo, ahora su suegro está enfermo y él va a venir el mes que viene a España a verle.

León y su mujer tienen dos hijos, a los que han enseñado las dos religiones para que luego decidan ellos. No sé qué tal funcionará eso de elegir, yo creo que la fe se hereda: te la trasmiten de pequeñito y si "prende" se queda ahí para siempre. El tema es complicado. Huseyin tiene 26 años, una licenciatura en Económicas, un MBA en dirección de empresas, un estilo de baile espantoso y unos cuantos amigos en "parejas mixtas" que están intentando hacerlo así. El riesgo, dice, es la sensación de no pertenencia, porque en Turquía la religión marca la estructura de la sociedad.

Y, como la moral sexual, perjudica a las mujeres. Si Huseyin se casara con una chica cristiana, sus padres protestarían un poco pero acabarían por aceptarlo. Si alguna de sus hermanas quisiera casarse con un no musulmán, el lío sería mayúsculo y de muy mala solución. "Las mujeres lo tienen más difícil para ser felices".

Si a la hija de Hayid se le ocurriera enamorarse de un hombre que no fuera turco su padre la repudiaría... a pesar de que él se casó con una protestante. La conoció en Alemania, mientras estudiaba con una becaza del estado turco. Hayid es un antiguo profesor de la Universidad de Estambul que desde que se retiró trabaja de guía en el Palacio Topkapi. Su inglés es impecable, y su alemán aún mejor. Su hija vive allí ahora, y no le tiembla la voz al decirlo: "La repudiaría. Tiene que casarse con un turco. O, al menos, con un musulmán".

Para Hayid su religion es lo más importante: "Sin fe no se puede vivir". Me da cierta envidia, lo tiene tan claro que no duda. La religión le traza el camino y él lo sigue. Yo, que no sé lo que es tener una fe así, dudo todo el tiempo. León también tiene fe. Reza cinco veces al día, pero da a sus hijos la libertad para creer en cosas distintas a las que cree él. Huseyin es "muslim, but not supermuslim", así que no tiene conflictos si el canto del muacín entra por su ventana a las cinco de la mañana y le pilla frinkando.

Aunque la vida era más sencilla de pequeño, cuando se levantaba sólo para jugar al fútbol, iba al colegio para poder jugar al fútbol en el recreo, quedaba con los amigos para jugar al fútbol. Cuando todo era fútbol.

lunes, agosto 23, 2010

La tele que yo quiero


El día 15 cumplí años (33). Lo celebré dos veces, una con la BeFamily y otra con mis amigos, pero en ninguna de las dos ocasiones hubo tarta... ni velas que soplar. El otro día, mientras le daba vueltas a si eso significa que voy a tener mala suerte por siempre jamás o sólo durante los próximos 12 meses, pensé en qué deseo pediría. En qué querría, si pudiera tenerlo todo.

Quiero una tele. Una cadena de TV, vaya.

En esa tele yo sería la jefa, y tendría todos los medios del mundo para hacer lo que yo quisiera y contratar a quien a mí me diera la gana.

Yo tendría un programa que se llamaría "Animales Políticos". Llevaría gafas de Tom Ford y pelazo, como la chica de la foto, vaya, pero con vestidos de Oscar de la Renta. Haría entrevistas a políticos -Duran i Lleida vendría una vez al mes- y famosos -no sé, Xabi Alonso, Clint Eastwood o los Hombres G-, y la tertulia política sería la mejor de la tele mundial, por incisiva, por divertida y por rigurosa. Mi tertuliano estrella sería Javi Quimicefa (visiten su tuiter).

El Hombre Malo presentaría y dirigiría "Qué Grande es el Porno". Una vez a la semana, elegiría una peli y después de la emisión dirigiría la tertulia. Sus tertulianos serían Fernando Marías, Oti Rodríguez Marchante, Eugenia Rico, Beatriz Preciado y Leticia Sabater. Primero, el Hombre Malo haría un breve resumen de lo que pasó el año de producción y repasaría la carrera del director y los actores... y luego cada uno comentaría por turno su escena favorita.

StreetGirl sería la nueva Eva Nasarre -sólo que en pibón sexi-, dando clase de Pilates a todos los españoles. Punto de Luz tendría un programa de bricolaje, jardinería y animalitos. Cattz tendría un programa de cocina que haría que todos los hombres y mujeres del mundo se enamoraran de ella. Tow hablaría sobre manga, introduciendo a las niñas de 13 años en el maravilloso mundo del comic japonés. Xisca tendría un visionado comentado de Expediente-X y Twin Peaks. Scarlett Witch tendría una tertulia de deportes, con un plantel de colaboradores que compensara un poco su colchonerismo. Mr Daine tendría un programa cultural y de tendencias llamado "No sólo empotra", y Chris Evans vendría a presentar allí todas sus pelis. Miss X haría un programa de makeovers vintage, uno en el que llegaras diciendo "a mí lo que me mola es el look de los 20" o "yo quiero ser como Audrey" para que ella te enseñara todo lo que necesitas.

No habría pitonisa nocturna, habría un Chamán. Ya tengo el cástin hecho, será el amigo del mezclador de mi programa, que la primera vez que salimos de copas nos leyó a todas y flipamos mucho.

Efe tendría un microespacio en el que, con un A3 y un rotulador, iría dibujando personajes históricos o de ficción mientras cuenta su historia. Lo que quiero es una especie de José Ramón Sánchez del siglo XXI. Lorz tendría algo parecido pero con marionetas en lugar de los dibujitos: "Los Lorzañecos".

El programa de cine de Eme A se llamaría "Antes la gente pagaba por ver esto". Emitiría pelis como "Cristobal Colón, de oficio descubridor", "Que vienen los socialistas", "El liguero mágico" y "Yo hice a Roque III". El iría en plan Carmen Sevilla, dando de merendar a los participantes en las pelis que aún quedaran vivos.

Roger Fossil tendría otro programa de cine, "Dancing in the Screen", que sería -por supuesto- de cine musical. Somófrates tendría un consultorio romántico-sentimental. Sería de 13 a 14 horas, justo antes de las noticias, y se llamaría "Amor Duro". Isabelo tendría un programa de música a las mil de la mañana, después del Chamán. Pondría videos de rock, el programa llegaría a ser mítico y la gente lo seguiría recordando con cariño 30 años después.

El de Noa también sería de música, pero de música en directo. Se dedicaría a recorrer el mundo, de festival en festival, de concierto en concierto, por todos los países, por todos los continentes. Haría una presentación, entrevistas a los grupos, y daría paso al concierto/festival, que sería la caña y se oiría de coña.

La Perri tendría bastante curro. Su trabajo habitual sería viajar por el mundo como reportera, en países remotos, conflictos armados, catástrofes, eventos que cambian el rumbo de la historia... pero durante la semana de la moda de Milán, NY, París, Londres o Tokio tendría que viajar para allí para contarlo todo.

Misia tendría un programa llamado "Danzarines por el mundo". Recorrería el planeta, Autralia, Nepal, EEUU, El Gongo, descubriendo qué se baila en cada sitio, Moscú, China, Perú, Kenia, aprendiendo los pasos... y cerrando cada programa con una exhibición de lo aprendido. La pregunta que todo el mundo se hace es: ¿iría vestida como los nativos de los distintos sitios? La respuesta: ¡Aaah...! Por si acaso, se ha pedido una hora que tenga poca audiencia, pero me da que iba a marcar máximos.

Mi becaria MeriBella sería mi "reportera de La Sexta". Para foguearse y aprender antes de decidir qué quiere hacer, se dedicaría a hacer reportajes, ir a eventos y hacer entrevistas, todo esto ataviada con vestidos superbonitos. Y tendría su propio becario. Y si luego quiere un programa magacine, adelante.

Jónatan Sark se encargaría del late show, que se llamaría "El Too Late Show" o "Esto es espantoso". Se pondría delante de la cámara, con una taza de chocolate caliente en la mano, y empezaría a despotricar sobre lo que ha pasado. Comentaría la prensa, las noticias, los cotilleos... un poco como hace en casa cada noche, pero para el público general.

Este verano, en lugar de mierdas y reposiciones varias, en mi tele se hubiera emitido Luther, Sherlock, Svetlana, Neighbours from Hell, Pretty Little Liars y la nueva temporada de Royal Pains. Y, seguramente, Persons Unknown. Eso sí, muy de madrugada para que no moleste a la gente normal que no es como mis compis de piso, que la están disfrutando como locos.

En un mundo ideal, yo tendría una tele así.

martes, agosto 17, 2010

Vida

Mi figura se recorta sobre las rocas de la pequeña cala. He caminado por el pequeño acantilado que parte de la playa y que da forma a esta cala mallorquina hasta llegar al final del recorrido. Me quedo parada sobre la roca: detrás, los pinos, delante el mar y la otra orilla de la cala. A mi derecha alta mar. A mi izquierda el camino y, algo lejana, la playa, donde he dejado a Miss X tostándose al sol. Estoy parada sobre la roca. Disfrutando.

Tengo los ojos saturados de los azules y verdes del mar, del color del cielo, de las tonalidades de la piedra, del verde de los pinos. Veo a mis pies el agua transparente, tanto que se puede atisbar qué hay en el fondo: bajo el verde claro fina arena, bajo el azul oscuro las rocas.

Corre el viento por toda la cala, llega desde alta mar, fresco, y me hace tomar conciencia de mi piel seca y cubierta de sal, del movimiento suave de mi pelo sobre mi espalda, de mi bikini aún húmedo. El sol está en lo alto del cielo despejado, haría bastante calor si no fuera por esta bendita brisa marina que resuena y me llena los oídos. Es lo único que oigo: la playa ya queda demasiado lejos como para hacerme llegar sus ruidos y la dirección del viento no le ayuda, sino que me permite estar ahí, aislada. Cierro los ojos. Noto el sabor del mar en la boca. Me lleno de aire los pulmones y hasta ahí me llega el olor de los pinos y del mar.

Me acerco más al borde de las rocas. Me gustaría bañarme: tengo calor y el agua está tan limpia y transparente que me llama. Parece mucho más apetecible que el agua que he dejado atrás, en la playa. Pero hay unos cuatro metros de caída hasta el agua. Se me encoge un poco el estómago al pensar en el salto. Sé que no es mucha altura, pero no puedo evitar que me dé un poco de miedo: no controlo bien la profundidad, estoy lejos de la orilla, las rocas están cerca. Parece seguro, he visto a algún que otro bañista tirarse desde aquí (y a otros cuantos renunciar al salto) pero no puedo evitar la sensación de vértigo al asomarme. Doy unos pasos hacia atrás.

Repaso las sensaciones que sé que se avecinan si salto: coger mucho aire, saltar y caer durante un breve instante por el aire. Entrar de golpe en el agua fresca, quedar envuelta totalmente por el mar y por miles de burbujas. Permanecer en suspenso unos instantes ahí abajo, inmóvil y finalmente impulsarme hacia arriba, braceando y pateando con fuerza. Salir a la superficie e inspirar hondo, feliz.

Vuelvo a avanzar. No está muy cerca, el agua. Miro al fondo. Se me vuelve a encoger el estómago.


Me lanzo.

viernes, agosto 13, 2010

Alianza de Civilizaciones (Vacacionacas en Estambul 1/5)


Ya he vuelto de la primera parte de mis vacaciones y tengo que decirlo: me ha encantado Estambul. He descansado, he visto sitios preciosos, he comido como una princesa, he aprendido mucho, he conocido gente estupenda ¡y he recibido la visita de las musas! Así es, amiguitos: habrá posts -sí, postS, en plural- inspirados por el viaje, habrá reportaje fotográfico, habrá aventuras, humor y amor. Hoy, la primera entrega, con un poquito de autoescarnio.

Me encanta viajar. Me encanta llegar a un sitio nuevo, hacerme una composición de lugar y empezar a recorrerlo para formarme una opinión, para reescribir por mí misma las ideas que haya podido leer en periódicos, novelas o guías de viaje. Mi compañera de aventuras en esta ocasión ha sido Noa. Si hubiera que describir nuestros perfiles de viajeras en dos palabras, yo sería una "risk taker" y ella una "tía prudente".

Y así estaba la cosa, Noa y yo por las calles de Estambul, driblando los piropos, las preguntas políglotas y las invitaciones a cenar, con nuestra guía Lonely Planet y un mapa, buscando restaurantes con terraza en la azotea, porque Estambul hay que verlo desde arriba. Y allí estábamos en nuestra segunda noche, en una terraza en un cuarto piso con las más maravillosas vistas a Santa Sofía, hablando de lo mucho que nos estaba gustando la ciudad.

-Me encanta viajar. No sólo por ver sitios y hacer cosas, sino por las personas que conoces. Si no te relacionas con la gente, ¿para qué viajar? No merece la pena, casi puedes quedarte en casa.

Ésa era yo, poseída por el gran Manitú de la multiculturalidad, como casi siempre que viajo.

Nuestro camarero en esa ocasión era una especie de clon del príncipe Eduardo (ew!), pero era majete y bastante profesional. Se adelantaba a nuestras necesidades, nos atendía perfectamente, buscaba los mejores planos para sacarnos bonitas fotos con la iglesia/mezquita/museo al fondo, contestaba a las preguntas de Noa sobre religión, nos invitaba a tés y a raki (licor de anís)... y todo esto sin ser pesado, ni intentar ligar, ni decirnos lo guapas que somos, ni... Un soplo de aire fresco en un país en el que, en palabras de Noa, "están las 24 horas del día intentando ligar: son como los italianos, sólo que no descansan nunca".

Y cuando terminamos de cenar, el chico nos dijo:

-Vamos a salir unos amigos a tomar algo y bailar, ¿os venís?

Yo dije:

-¡Fenomenal!

Noa dijo:

-¡Ni de coña!

Nos miramos, el chico nos dejó discutiéndolo. La conversación fue como sigue:

-¿Por qué no?
-Porque no les conocemos de nada.
-Pues ya les conoceremos.
-Es correr un riesgo innecesario, Be. Si quieres ir de copas, nos vamos solas.
-Pero es que la gracia es, precisamente, ir con gente de aquí. Es la única manera de ver el verdadero Estambul.
-Ya. Y si resultan ser unos psicópatas violadores, ¿qué?
-Bueno, como a donde vamos es un bar lleno de gente, pues no creo que nos lleguemos a enterar. Pero además, mira al pobre Eduardo, ¿tú crees que tiene malas intenciones?
-Be, éste lo que quiere es ligar contigo.
-¡Que va! ¡Pero si no ha sido nada pesado! Lo que quiere es conocer gente.
-Claro. Pero conocer gente en el sentigo bíblico.
-Que no, mujer, que no todos van de ese palo. Anda, anímate. Si total sólo es bailar y charlar; a mí cuando viajo me gusta conocer gente, ver cómo viven, qué les interesa, qué les preocupa, qué le piden a la vida...

Y en ese momento apareció Eduardo con un papel doblado... que resultó ser una notita para mí.

Decía:

"Please come one floor downstairs, I have something important to tell you".

Mierrrrrda. O era de la CIA o Noa tenía razón. Mientras yo refunfuñaba, Noa se partía de la risa y doblaba la propina del chaval.

Bajamos juntas las escaleras, pero Noa siguió bajando cuando el chico se acercó a hablar conmigo. Y ahí me quedé yo, sola ante el peligro.

-¿Has leído mi nota?

-Sí. Oye, mira, que estamos supercansadas, nos vamos al hotel.

Y entonces dijo una frase que escucharíamos miles de veces a lo largo de los siete días de viaje:

-You broke my heart...

Lo que me dieron ganas de romperle fue la cabeza. ¡¡Hacerme perder una discusión de esa manera tan tonta!!

-Piensa en positivo, Be: Zapatero estaría superorgulloso de tu apasionada defensa de la Alianza de Civilizaciones.