2013 ha sido un año de mierda.
Pero yo he tenido bocanadas de aire que me han permitido
sobrevivir a toda esta mierda. Mis bocanadas de aire fresco.
Las amigas que llevan ahí años: las que sabían y que me han
apoyado, a pesar de que estar conmigo era como estar con una cáscara
vacía. Las que no sabían que estaba pocha y me han querido y
aguantado. Los amigos que están lejos y que me han querido en la
distancia. Los nuevos amigos, muchos de ellos de twitter y
blogosfera, que me han hecho reír y olvidar. Los que acabo de
conocer y han dejado puertas abiertas.
Las cosas buenas de mi trabajo. AC/DC en mi primero favorito. Los
miles de preguntas que me han hecho cuando un tema les ha interesado.
Los mails de M., aquella alumna de hace mil años que ha entrado en
la universidad y se ha acordado de mí, o los correos de L, o de F, o
de... Las gracias, los abrazos y los besos que me dieron mis chicos
en junio al despedirnos. El programa didáctico en el que estoy
involucrada. Las notas de PAU que sacaron mis chicos en geografía.
Mi jefa del año pasado. Mis nuevos compañeros de trabajo.
Mi familia.
Atreverme a volver a bailar a final de año. A pesar de que eso
abre compuertas complicadas de cerrar. Recibir halagos y palabras
bonitas a través de terceros de una de las personas que más admiro
del mundillo de la danza. Tener planes con mis amigas para bailar
juntas. Que vuelvan a aparecer poco a poco coreografías en mi
cabeza.
Las cosas nuevas que he aprendido. Más inglés. Dulces. Tribal
fusión.
Mi marido. Porque me quiere como me quiere. Porque me abraza como
me abraza. Porque parece que le basto así. Porque aunque me
pareciera imposible, cada día le quiero más.
Toda cara B tiene su cara A. Menos mal. Y sé que, como me decía
Bich, los que le dan forma a mi cara A seguirán ahí en el 2014 (al
menos eso espero). Gracias a ellos puedo respirar.