MANAZAS

Yo, Be, me he cargado la plantilla milenaria de QaD por torpe y con un solo clic. Me autoflagelo ante mis copropietarias y me comprometo a dejarla lo más parecida posible, si no mejor. ¡Palabra!

jueves, julio 11, 2013

Fracasos

Hace unos días fui al instituto a cerrar mi curso: dejé los exámenes de septiembre preparados en un cajón, vacié mi taquilla, quité la etiqueta con mi nombre, borré mis archivos del ordenador, devolví los libros de texto y di a los conserjes mi juego de llaves. Generalmente son cosas que hago en septiembre, pero este año mi contrato ha acabado el 30 de junio y no corregiré los exámenes de septiembre de mis chicos. Y he tenido suerte, porque he trabajado, que es más de lo que pueden decir muchos de mis compañeros interinos.

Hacer todo ese ritual es como borrar tus huellas y no dejar ni rastro de que has pasado por allí. Da un poco de pena marcharse una y otra vez de sitios en los que has estado tan bien. Siempre me da pena irme de un instituto, he tenido suerte y he ido cayendo en sitios con profesores y jefes de estudios agradables, que me han valorado, y con alumnos que me han querido y me han apreciado. Pero bueno, así es la vida. Sé que algunos alumnos seguirán acordándose de mí para bien. Algunos me han ido escribiendo después de dejar su instituto y me alegra saber que las cosas les van bien y tener noticias suyas.

Otros, en cambio, sé que me recordarán para mal. En las clases te puedes encontrar varias actitudes hacia ti como profesor: hay alumnos que te adoran, a los que les caes bien y a los que les encanta tu forma de enseñar. A otros les das igual, eres un profesor más, uno del montón. Pasas por su vida sin pena ni gloria e indiferencia es la palabra que definiría su actitud hacia ti. Y hay otros alumnos que definitivamente te odian o te desprecian. Te detestan con todo su ser y se nota. Da igual lo que hagas, da igual que intentes ser agradable con ellos o que hagas el pino. Da igual. Les caes mal, nada podrá cambiar ese hecho y algunos se empeñan en demostrártelo en cuanto tienen ocasión.

Tengo la suerte de que la mayor parte de mis alumnos sean del primer y segundo grupo, pero cada año me encuentro con algunos que me odian. Al principio eso me afectaba, pero al poco tiempo comprendí que el ambiente de clase es como cualquier faceta de la vida: no le vas a gustar a todo el mundo, es cuestión de química o de incompatibilidad de caracteres o de lo que sea. Pero hay gente a la que le caes mal y a la que no le vas a gustar nunca. Hay que aprender a aceptarlo y que te resbale, porque convertir la vida en un puñetero concurso de popularidad es agotador y tarea estéril.

La cuestión es que cada vez me preocupa menos caerle mal a un par de alumnos. Va en paralelo con que cada vez me importe menos lo que opina cierta gente de mí. Lo que me preocupa es cuando ese disgusto que tienen los alumnos hacia mí como persona se traslada al terreno académico. Cuando deciden que, como les caigo mal, van a pasar de mi asignatura. O, como me ha pasado este año, deciden que no les gusto, así que yo les debo tener manía en consecuencia y entonces no merece la pena intentar aprobar mi asignatura porque les voy a suspender porque les tengo manía. Supongo que no es necesario aclararlo, pero ese razonamiento es una estupidez como una casa, al menos en mi caso. Jamás he suspendido a nadie injustamente y porque "le tuviera manía". Pero algunos adolescentes (y adultos) son así y les encanta tener razones externas a las que achacar su fracaso. Que la profesora me tenga manía es una excusa estupenda para ni siquiera intentarlo y justificarme ante los demás y ante mí mismo por fallar estrepitosamente - y, ojo, no estoy diciendo que en algún caso no sea verdad, que ya sabemos que hay muchas clases de profesores por ahí y algunos no son todo lo justos que deberían ser. De hecho hay algunos que son unos auténticos... bueno, a rellenar por el lector. Pero detrás del ¿80%? de los "¡es que me tiene manía!" no hay más que una excusa.

Este rollo viene porque este año he tenido un grupito de cuatro adolescentes en clase así. Mientras toda la clase estaba de buen rollo y no ha habido un mísero problema de disciplina, mientras todos sus compañeros participaban y teníamos unas clases de historia con debates, preguntas, mucho trabajo y bastantes risas, al fondo cuatro adolescentes se han quedado marginadas, envenenándose las unas a las otras con lo mucho que yo las odiaba (¿?). Ni siquiera sé cómo empezó. ¿Quizás porque les llamaba la atención si usaban el móvil en clase o si jugaban al ahorcado? la cosa es que su idea de que yo les tenía manía ha ido creciendo a lo largo del curso como una bola de nieve, alimentada entre ellas. Al principio de curso, tras los primeros exámenes, pensé que dos de ellas no iban a tener problemas en pasar de curso. Pero comenzaron a meterse en esa dinámica peligrosa de "nos tiene manía" y bajó su rendimiento: malos exámenes, trabajos copiados, actitud de pasotismo total. En las clases se rindieron y se pasaban las horas pasándose notitas o haciendo garabatos. Empezaron a faltar a clase y, tras una bronca tremenda en la que se demostró que no me respetaban ni lo más mínimo, desaparecieron, sólo para volver el último día y hacer un examen final de pena.

Esas chicas son mi fracaso de este año. A lo largo del curso lo he intentado todo con ellas: ser dialogante, ser estricta, ser agradable, tener conversaciones con ellas a solas, en grupo, cambiarles de sitio, ser sarcástica, pasar de sus provocaciones o reaccionar... nada ha funcionado. Yo no soy responsable de su actitud y me da igual que me odien, pero sí siento como un fracaso no haber sabido hacerles ver que no importaba nuestra relación personal, si yo les parecía una petarda cantamañanas o una genio de la enseñanza. Que el aprobar y el aprender estaba en su mano. Llevo semanas preguntándome qué más pude hacer, en qué momento se acabó de fastidiar el asunto y si podría haber hecho algo más para salvar el curso con ellas. Preguntándome qué haré cuando esto me vuelva a pasar (que me volverá a pasar) porque todo lo que intenté fue en balde.  Pero me niego a pensar que estas cosas son inevitables.

En fin. Seguramente ellas me recordarán como "la puta de historia". Yo las recordaré como las alumnas con las que fracasé en el curso 2012-2013.