En diez minutos, hubo tocamientos indeseados, exhibicionismo, accidente casi mortal y sangre: ¿estoy contando un telefilme cutre de antena 3 del mediodía? No. Sólo a mí comprando unas bragas. Me explico.
El otro día fui al Tajo Anglosajón a comprar un conjunto de ropa interior. Perdida entre decenas de estantes llenos de bragas y sujetadores, busqué la ayuda de una de esas dependientas de la vieja escuela. Le expliqué lo que quería y, antes de empezar a buscarlo, me hizo LA pregunta:
- ¿Qué talla de sujetador tienes? - Oh. Me parecía una pregunta sencilla, pero no resultó serlo tanto.
- Una 95B.
- ¿95B? no, tú no tienes una 95B. Espera -sacó una cinta métrica, me midió el contorno de la caja torácica justo por debajo del pecho - tienes una 90... vamos a ver la copa - y me plantó las manos en las lolas. Así, sin decirme ni siquiera su nombre. En realidad al principio en los lados, pero después fue desplazando las manos por todo el contorno, hasta juntar las manos en el centro - C. Tienes una copa C. Vamos a buscar lo que me has pedido.
Yo la seguí a duras penas, aún estaba recogiendo mi mandíbula inferior del suelo, que se me había desencajado después del sobeteo que la tía me había dado (mujeres necesitadas de amor, id al Tajo Anglosajón, sección lencería). La tía se había colado directamente en los primeros puestos del ranking de "profesiones con un nivel de pudor distinto al mío" (ranking encabezado por las esteticienes depilatrix indudablemente).
Con unos diez sujetadores la dependienta sobalolas me dejó en el probador (y sí, comprobé en mis propias carnes que he estado usando una talla equivocada durante años. Al menos el sobeteo sirvió para algo). Estaba tranquilamente allí intentando decidir qué conjunto escogía cuando sin previo aviso... RAAASSS. La cortina se corrió y detrás apareció sonriente la dependienta sobalolas. Al menos tuve suerte y la tía me pilló probándome un sujetador, no en tránsito de uno a otro.
- Uuuy, qué bien te queda este. Llévatelo - mientras la dependienta sobalolas y abrecortinas admiraba mi pecho enfundado en un precioso sostén, la cortina continuaba bien abierta y un par de señoras pasaron detrás de ella, se pararon y se me quedaron mirando. Por un momento pensé que iban a sacar cartelitos con puntuación.
Cuando conseguí cerrar la cortina y elegir (de hecho elegí el que me había visto puesto media sección), fui a pagar a una caja. Caminaba por un pasillo, detrás de la dependienta y resbalé. Mucho. Los pies se me fueron hacia delante, me despegué del suelo, me mantuve levitando durante unos interminables segundos... y la gravedad, la muy hijaputa, actuó: aterricé en el suelo, sobre mi cadera izquierda y mi cabeza terminó entre un montón de bragas que estaban colgadas de sus perchitas. Al menos tuve suerte y acabé entre las bragas y no con las perchas de metal insertadas en mi cerebro (llamadme exagerada, pero cosas más gore se han visto en CSI). Ahí, entre encajes y blondas, vi como las mismas señoras que me habían estado observando en el probador y sus maridos-perchero (especímenes reconocibles por su bolso y abrigo femeninos colgados del brazo y la cara de hastío vital) ahora me miraban yacer entre bragas.
- ¡Te has caído! - la dependienta sobalolas y abrecortinas resultó ser, además, muy perspicaz. - ¿Te has hecho daño?
- Jijiji, no, sorprendentemente no... - milagrosamente (o gracias a la grasita de la cadera, que es un amortiguador estupendo) no me hice nada de daño.
Salí trabajosamente de la selva de bragas que me envolvía, me levanté y nos fuimos a la caja.
- Te voy a precintar las bragas para que puedas cambiarlas si llegas a casa, las comparas con el resto de tu ropa interior y ves que son pequeñas - y con una pistola a presion atravesó la parte de delante y de detrás de las braguitas con una de esas cintas de plástico que suelen sujetar las etiquetas de la ropa. Todo habría ido mejor si no hubiera atravesado, además, su dedo - AAAAUUUUUGGGHHHHH - aquello empezó a sangrar. Abundantemente. Pero la dependienta sobalolas, abrecortinas y perspicaz demostró ser la clase de profesional que antepone sus clientes a la posibilidad de morir desangrada sobre una caja registradora - PAACAAAAA, oye, ven aquí, cógeme las bragas de esta chica y el sujetador y mételos en una bolsa, que los voy a poner perdidos de sangre.
Sonreí débilmente, cogí mi bolsa y salí de allí corriendo: ¿Por qué la simple compra de algo de ropa interior se tiene que transformar en mi vida en algo accidentado y raro?